Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

1. domingo después de Epifanía, 7.1.2007
Texto según LET C: Lucas 3,15-16.21-22, Marcos Abbott
(A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


El bautismo de Jesús no es el bautismo cristiano. Todos sabemos esto. Jesús se somete al bautismo de Juan, que es para el arrepentimiento de pecados. En la versión de Mateo Juan protesta y dice que él debería ser bautizado por Jesús, pero Jesús insiste diciendo: “ Permítelo ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia” (Mt 3,15). Aunque Jesús no necesita arrepentirse de sus pecados, se identifica con la humanidad pecaminosa cuando se somete al bautismo de Juan.

El bautismo cristiano, como sabemos, tiene que ver más con nuestra unión con Cristo en su muerte y resurrección. Es un acto pospascual, y aunque el arrepentimiento forma parte, no es la esencia del sacramento. Pablo afirma: “Somos sepultados juntamente con [Cristo] para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Ro 6,4).

Parece que el bautismo de Jesús es un evento único en su vida que sólo tiene relevancia para nosotros en su papel de preparación de Jesús como el representante de la humanidad para ser su salvador. El bautismo cristiano expresa nuestra unión con Cristo como el salvador resucitado.

Sin embargo, creo que una observación más cercana del bautismo de Jesús puede detectar una relevancia plena del bautismo de Jesús para el cristiano y una conexión para nosotros de los dos bautismos, el bautismo de Jesús y el bautismo cristiano. Sólo voy a identificar tres puntos de contacto entre los dos.

Afirmación

En el bautismo de Jesús se oye una voz del cielo: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia (Lc 3,22). Dios afirma que Jesús es su Hijo. Sabemos que algunos en la historia creen que en el bautismo Dios adopta a Jesús como su hijo. Pero está cristalinamente claro en Lucas, donde Jesús es concebido por el Espíritu y el ángel dice a María que será Hijo del Altísimo, que el bautismo no es una adopción; es una afirmación. Dios le llama el Hijo amado, y luego dice lo que todo hijo e hija quiere escuchar de su padre o madre: “En ti tengo complacencia”. Dios afirma su identidad como Hijo y le asegura de su amor y complacencia para él.

El bautismo cristiano también es una afirmación de identidad. Aunque uno puede argumentar que todo ser humano es hijo de Dios en virtud de ser creado a la imagen divina, Pablo claramente enseña que la filiación es un estatus que conseguimos como beneficio de la salvación en Cristo. Cuando aceptamos a Cristo Dios se nos aplica los beneficios de la cruz; nos perdona del pecado; se reconcilia con nosotros; y nos adopta como hijo o hija, dándonos el Espíritu como sello de nuestra filiación.

El bautismo cristiano simboliza todo esto. Es un rito de entrada en la Iglesia, el cuerpo de Cristo. Es un momento cuando la Iglesia nos reconoce como hijo o hija redimido de Dios y miembro de la familia extendida en Cristo. Aunque no usamos las palabras de la voz del cielo en el bautismo de Jesús en el rito, podríamos aplicarlas sin problema. En el bautismo cristiano Dios nos afirma como hijos e hijas suyos y expresa su complacencia.

Encomienda

El bautismo de Jesús marca el inicio de su ministerio mesiánico. Es su unción mesiánica y real. Aunque la voz del cielo no dice nada al respeto, el contexto hace claro que el bautismo de Jesús es su encomienda al ministerio mesiánico. El evangelio de Lucas no dice nada sobre la vida de Jesús después de su apariencia en el templo con 12 años. Salta de este evento al bautismo, pero a partir del bautismo Jesús anuncia el reino de Dios.

Así que la voz afirma su identidad como Hijo de Dios, pero esta afirmación también está vinculado a su encomienda al ministerio. Y no olvidemos que el ministerio de Jesús es en realidad un cumplimiento de la misión de Dios. El gran protagonista es Dios, y Jesús es el instrumento. El plan de salvación es de Dios, y el Hijo es el instrumento para realizar su programa salvífico. En su bautismo Jesús es encomendado a la misión divina y se entrega a Dios Padre para este fin.

El bautismo cristiano también es una encomienda. Cuando somos iniciados en el cuerpo de Cristo, la Iglesia asumimos la misión histórica de la Iglesia, que es la continuación del ministerio de Jesús en la tierra. Está bien claro en el evangelio de Lucas y su transición a Hechos, que la Iglesia es una extensión de la misión de Jesús. El Cristo resucitado y ascendido al Padre ahora da su Espíritu para continuar y hasta cumplir la misión que Dios Padre se le encomendó en su bautismo. Nuestro bautismo es una encomienda a la misión de Dios.

El Apóstol Pablo lo expresa en otra manera en 2 Corintios 5:

Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. (5,19-20)

Somos embajadores en nombre de Cristo. Representamos a Dios y damos testimonio de Cristo. Nuestro bautismo es cuando Dios nos autoriza para ser sus embajadores.

Capacitación

En su bautismo el Espíritu Santo desciende a Jesús como una paloma. El don del Espíritu es vital y precioso. Por medio del Espíritu el Padre se da al Hijo. Como dijo San Agustín, el Espíritu es como el lazo de amor entre Padre e Hijo. Cuando Dios afirma, “Tú eres mi Hijo”, con el Espíritu le abraza con gozo.

Pero la venida del Espíritu sobre Jesús en su bautismo es más que un abrazo de amor, es una capacitación para la misión mesiánica. Está bien claro en Lucas que el Espíritu es la fuente del poder del ministerio de Jesús. La fuente de sus actos poderosos de sanidades y exorcismos se deben al poder del Espíritu. Por eso no nos sorprende cuando llegamos a Hechos y Jesús asciende al cielo, que envía el Espíritu en Pentecostés y sobre cada creyente después. Como la Iglesia continúa la misión de Jesús, ahora el Cristo resucitado da a lglesia el poder capacitador del Espíritu, el mismo poder que hizo posible su misión terrenal.

El Espíritu que recibimos en el bautismo cristiano es el agente transformador que aplica los beneficios de la cruz. Es el modo de la presencia de Jesús el Cristo en el creyente individual y la Iglesia, y es el poder que Dios nos da para cumplir la encomienda a compartir en su misión.

Conclusión

Se entiende que muchos cristianos no ven mucha relevancia del bautismo de Jesús para nosotros. Dado que Jesús es el Hijo unigénito de Dios, su bautismo es una experiencia única. Sin embargo, hemos visto que hay vínculos íntimos de significado entre el bautismo de Jesús y el cristiano. En nuestro bautismo Dios nos afirma como sus hijos e hijas y expresa su complacencia en nosotros. Somos recibidos en el reino, pero me gusta más la imagen del lenguaje familiar. Somos incorporados a la familia, al cuerpo de Cristo, y con el don del Espíritu Dios da a sí mismo a nosotros como un fuerte abrazo de amor.

Pero nuestro bautismo no es sólo una celebración familiar de amor, es a la vez un acto de encomienda. Dios nos hace partícipes de su misión en la creación. La Iglesia continúa la misión de Jesucristo en el mundo, y en el bautismo recibimos esta comisión. El llamado al ministerio no es sólo para determinadas personas, como el clero; es para todo creyente.

Y Dios no nos da una tarea divina sin un acompañamiento divino. Con el don del Espíritu que Dios da a todo cristiano, Dios nos da su propia presencia en el Espíritu para capacitarnos y acompañarnos. La evidencia de esta presencia divina no suele manifestarse en maneras dramáticas como sanidades espectaculares o la multiplicación de panes, aunque no descartamos estos. Dios manifiesta su presencia en el día a día en maneras mil. Con delicadeza y sutileza su amor continuo nos acompaña y nos arropa.

Mi oración es que todos oigamos con claridad la voz del cielo, dirigido a cada uno de nosotros:
Tú eres mi hijo/hija amado/a; en ti tengo complacencia .

Marcos Abbott
SEUT, Madrid
marcosabbott@gmail.com

 


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