Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

Nochebuena, 24 de diciembre de 2006
Lucas 2:1-20, David Manzanas
(A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


No había lugar para ellos

Nadie sabía, en aquellos días hace ya más de 2000 años, que aquella pareja que buscaba acomodo estaba llamada a ser la familia del Mesías esperado. Cuando les cerraban las puertas del mesón no eran conscientes de que estaban dejando afuera al Mesías anunciado desde siglos atrás. Nadie sabía nada. De haberlo sabido, habrían preparado la mejor habitación del hostal, aunque para ello tuvieran que desalojar a los inquilinos actuales (personas acomodadas que, como todos, habían hecho el engorroso viaje para cumplir con el edicto de empadronamiento); claro que, de haberlo sabido, tampoco habría hecho falta desalojar a nadie, ya que los propios huéspedes, sin dudarlo un instante, habrían cedido gustosos su habitación. Pero nadie sabía nada, nadie esperaba aquel acontecimiento. Sólo vieron a una pareja pobre, sin medios económicos, que llegó a la ciudad tarde, cuando todo estaba ocupado, sin duda porque no podía seguir la marcha de los demás, dado el avanzado estado de gestación de la mujer. ¿Quién les daría cobijo en esa situación? Todo estaba lleno, la ciudad estaba abarrotada de personas llegadas de todas partes de Judea y de Israel, incluso de más lejos, para cumplir con lo estipulado por Gobernador de la provincia romana de Siria. ¿Y si la mujer se ponía de parto? ¡Eso sí sería un engorro! Con todo el trabajo que dan los huéspedes era imposible dedicar una persona para ayudar a esta mujer que, con toda seguridad, sería primeriza. ¡Y eso suponiendo que todo fuera bien!, porque también había que considerar la posibilidad, nada remota, de que con los esfuerzos del parto y lo débil de la mujer a causa del viaje, ésta o el niño, o los dos, murieran. No, era mejor no enredarse en esas cosas, era mejor decirle, con mucha amabilidad y cortesía, que todo estaba lleno, que no había lugar para nadie más, que lo sentían mucho pero que tendrían que buscar en otro sitio.

No había lugar para ellos en el mesón. Una frase dura, que no entra a juzgar las razones ni los motivos, sino que se limita a retratar una realidad: María puso a su hijo en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. Jesús nació en el patio donde se echaba de comer a los animales, posiblemente en el patio mismo del mesón. No hacen falta juicios, la realidad se juzga sola. Jesús nació dónde no se le esperaba, dónde no tenía cabida, ante la mirada atónita de los que viendo no se conmovieron.

Hoy no seria muy diferente. Donde Jesús nació, hace ya dos milenios, hoy hay guerra y tensión. Los corazones de las gentes que hoy viven en aquellos mismos lugares están ocupados por sentimientos de odio a los agresores, de dolor por la muerte de tantos seres queridos y tantas casas derribadas, por la desesperanza que impide soñar en un mañana que sea mejor que el hoy. Jesús sigue sin tener lugar en Belén.

¿Pero dónde podría encontrar lugar? ¿Quizás en algún lugar de África, o de Oriente, donde el hambre, las guerras (muchas de ellas ocultadas y silenciadas), las enfermedades y la explotación irracional e insostenible de los recursos naturales, son las realidades que dominan el día a día, y la vida de las gentes? No, tampoco allí María y José encontrarían lugar para que naciera su hijo. Volvería a nacer fuera de lugar.

¿Quizás en la civilizada Europa, o en la religiosa sociedad americana, podría encontrar un lugar adecuado para nacer? Mucho me temo que tampoco hallaría lugar para Él. Es verdad que en la sociedad occidental, en eso que se ha llamado “la cristiandad” o “países cristianos”, le recuerdan en sus fiestas, ponen su nombre a sus ciudadanos, enseñan su historia en las escuelas y le dedican grandes catedrales y edificios. Pero de ahí no le permitirían pasar, seguirían dejándolo en las afueras, en la periferia, en el ámbito de lo “cultural e histórico”, no le permitirían que ahondara más en los corazones de las gentes, de los hombres y mujeres que viven rodeados de comodidades que apenas disfrutan y de riquezas que no les satisfacen. No, tampoco aquí encontraría lugar. Volvería a nacer fuera de lugar.

Los pastores.. daban gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído.

Hace veinte siglos, ¿nadie le recibió? El relato de Lucas nos dice que sí, que hubo personas que dejaron todo para encontrarse con ese niño, y que vieron en Él el cumplimiento de la promesa de Dios. No eran hombres y mujeres religiosos (más bien estaban obligados, por su profesión, al estar en contacto con animales, a vivir un poco al margen de los ritos religiosos de la “buena sociedad judía”), no eran personas que gozaran de buena reputación (más bien todo lo contrario, pues los pastores estaban siempre bajo sospecha de no ser del todo honrados, ya que no podrían demostrar que no se quedaban con algunas de las ovejas nacidas o de las “perdidas”), no vivían las relaciones sociales del común de los mortales (más bien al contrario, pues pasaban muchas jornadas fuera de las ciudades, en el campo cuidando de los rebaños). Eran gente de la “frontera”, gente al borde de la sociedad. Ellos oyeron el mensaje de los ángeles, recibieron el anuncio.

Cuando un niño varón nacía, la familia ofrecía una fiesta a los vecinos, familiares lejanos y amigos. José y María no pudieron ofrecer esa fiesta al estar fuera de su domicilio familiar en Nazaret. Pero sí hubo fiesta; la hubo con los pobres del lugar, con los “fronterizos” sociales, con los que no pueden tener más esperanzas que el cumplimiento de la promesa divina, con los que supieron esperar y reconocer el anuncio. Al final, sí encontró lugar, sí fue recibido.

¿Hay “pastores” hoy, que dejen todo para “ir y ver”, para reconocer el cumplimiento de la promesa de Dios? ¡Claro que sí! Pero, para presentarlos, quiero utilizar unas palabras leídas hace mucho tiempo en una liturgia navideña de una pequeña iglesia; no sé su procedencia, ni conozco el autor de estas palabras, pero sí sé que hablan de esos “pastores” anónimos de hoy, que en medio de los conflictos del presente, en medio de la soledad en la que viven muchas personas en nuestras ciudades masificadas, a pesar de las numerosas razones que hay para desconfiar y desesperar, en medio de todo ello y a pesar de todo ello, saben escuchar las voces de los ángeles entonando “Gloria a Dios en las alturas. Paz en la tierra; buena voluntad de Dios para los hombres”.

El texto mencionado dice:

Cuando aceptaste la voluntad de Dios sin comprenderla, porque no veías el sentido de aquello en tu vida ... entonces fue Navidad.

Cuando no entendías las cosas que ocurrían, pero tú confiabas en Dios y creías que todo contribuye al bien de los que le aman ... entonces fue Navidad.

Cuando Él nació en tus manos por el amor para ayudar al hermano necesi­tado y triste, y le llevaste hacia Él ... entonces fue Navidad.

Cuando tú eras el Mensajero y el buen sembrador de la Paz de Jesús a los hombres y mujeres .... entonces fue Navidad.

¡Feliz Navidad para todos, y que el Señor nos dé fortaleza, esperanza y fe para ser uno de los que saben esperar y ver, recibir y dar, anunciar y proclamar!

Que esta noche sea “Noche de Paz”, noche de encuentro con el Salvador y semilla de felicidad y esperanza para todos.

Amén.

David Manzanas
Pastor en Alicante y Valencia (España)
alcpastor@iee-levante.org


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