Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

3º Domingo de Adviento, 17-12-06
Texto según LET C: Lucas 3, 9-18, Jorge Weishein
(A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Juan el bautista está preparando a la gente en el desierto para la experiencia de recibir al Mesías. Esta experiencia es radical e inicia un tiempo totalmente nuevo. Este tiempo está marcado por una forma totalmente diferente de vivir la fe: ya no se trata de ser simplemente hijos de Dios por pertenecer al pueblo que fundó un patriarca de la mano de Dios sino de asumir en su propia vida esa fe de vivir cada día de la mano de Dios. No se trata de un trámite de nacionalidad, no es cuestión de pasaportes, sino una cuestión de convicciones firmes constitutivas de la identidad misma de las personas.

¿Qué hay que hacer? ¡La gente que tiene que comparta con el que no tiene! ¡Las personas que tienen responsabilidades que cumplir que las cumplan como corresponde! Juan comienza ordenando la realidad religiosa: ¡Los que tienen fe en Dios pónganla en práctica! Juan ordena la vida social: ¡En el pueblo de Dios ‘los que tienen’ son responsables por ‘los que no tienen’! Juan ordena la vida pública. ¡Los empleados del reino de Israel y del imperio romano que cumplan con su función haciendo su trabajo! Juan esclarece las expectativas de la gente. ¡Ya viene uno que va a separar al que sirve del que no sirve! ¡Yo no soy la persona que todos esperamos! Juan interviene en la vida política: ¡Los gobernantes deben ser los primeros en cumplir con la ley para que sean personas respetables!

Juan desnuda una serie de relaciones sociales que han formado un entramado que muestra objetiva y concretamente la ausencia de una vivencia de la voluntad de Dios en la sociedad de su tiempo. Juan señala la serie de complicidades que se han generado para terminar siendo cada uno responsable por si mismo cual si no existieran instituciones que regularan la vida de las personas. Juan encarna en su propia vida la situación de cientos de personas que viven en el desierto porque están desamparadas ante la indiferencia, la explotación y la corrupción.

Juan parece distinguir varios niveles de realidad y vincularla con diferentes niveles de responsabilidad. El mensaje de Juan aclara el panorama y deja ver nítidamente cómo son las cosas y por dónde va la cosa para que la gente sepa concretamente qué hacer. Juan marca las cosas y abre el juego. Juan tiene un nuevo paradigma para entender la realidad. Juan supera los antiguos profetas en la lectura de la realidad y en la propuesta de vida para la gente. El lenguaje de Juan no tiene símbolos. Él en persona es un símbolo de algo nuevo que está por comenzar, pero que no es su persona ni su propuesta. Juan se destaca por ponerle nombre a lo que está pasando. La gente escucha a Juan porque no hay como malinterpretar lo que dice. Herodes mismo no tiene dudas en cómo accionar frente a sus palabras: Juan va preso. Herodes saca a Juan de la cancha, pero la tierra ya estaba preparada y la semilla plantada. El Mesías ya está viniendo entre la gente. Los tiempos nunca habían sido tan inminentes como en aquél tiempo. La promesa cumplida ya se estaba revelando.

Las sociedades siempre han sido tremendas redes de intereses y grupos que los articulan generando diferentes posiciones políticas. Juan constituye un grupo de poder que propone una dinámica social diferente aunque bien conocida para cualquier lector de la Torá. Las raíces de esta vid tan cuidada por el viñador estaban a la vista porque el pueblo estaba dejando de lado su tradición solidaria tan rica por hacer nuevos pactos y asumir nuevas cláusulas de vida social. La estrategia es volver a poner las raíces en tierra. El pueblo debe volver a hacer carne la sabiduría recibida de sus padres. No alcanza con tener el apellido. Es necesario seguir sus pasos, volver al desierto a reconocer las carencias y entrar de nuevo a la tierra prometida, ocupada y dividida para mostrar una forma de vida diferente sin espadas ni caudillos sino con una ética que con sólo practicarla denuncie claramente la infidelidad del pueblo, la ilegalidad de las acciones del estado, la falta de legitimidad de las autoridades públicas.

La sociedad se había vuelto una sociedad del todo vale y del sálvese quien pueda. Los que tendrían que mandar no mandan y los que tendrían que obedecer hacen lo que les da la gana. Frente a expresiones violentas de poder no hay más que una profunda anarquía política y un enorme descreimiento popular. Asumir este estado de la realidad como un hecho natural implica aceptar las cosas como son y obedecer a las leyes de mercado. ¡Si te gusta, bien; si no te gusta, jodete! ¡Es lo que hay! Esta visión fatalista de la realidad acepta la explotación como mecanismo natural de apropiación de los bienes comunes, naturaliza la corrupción como estrategia política para la legitimación de las prácticas ilegales, y practica la indiferencia a los valores fundamentales que fundan cualquier institución de bien público y su razón de ser social.

Muchos de los países del mundo todavía hoy están afectados por la misma realidad que denuncia Juan en su tiempo. La falta de sentido en los países desarrollados es una expresión clara de esta realidad empobrecida de responsabilidad civil común, de ejercicio honesto de las funciones públicas y de la aplicación violenta y discriminada de medidas de seguridad masivas. La soledad, misticismo carente de ser absoluto, el individualismo, el cohecho, la falta de credibilidad, discriminación racial, pobreza estructural, liderazgos personalistas, abuso de autoridad, políticas populistas, entre tantas otras expresiones sociales de nuestro mundo actual, nos muestran que sea cual sea nuestro lugar en el mundo aún hoy somos destinatarios de esta expresión tan dura de Juan el bautista: ¡Raza de víboras! Hemos puesto la astucia al servicio de los intereses de los poderosos para usufructuar los bienes de todos sin culpa ni piedad. Sin futuro. Esta realidad atraviesa las instituciones públicas y privadas de una punta a la otra de nuestro mundo ‘enredado’ comunicado con cientos de correos 'spam' cada día y sin una propuesta concreta de vida nueva que nos vuelva a poner los pies en la tierra, a la par de nuestro prójimo, en el ejercicio correcto de nuestras responsabilidades y funciones, en una espera activa del Mesías.

No. Yo no soy la persona que usted está buscando. No soy yo quien tiene totalmente claras las cosas. Esa persona ya viene. Dejemos que nos asombre con su simpleza, su sentido común, su piedad ardiente, con su equidad, con su espíritu de lucha, con su capacidad de sanar la vida. El Mesías está acá nomás. Vayamos yendo que él está viniendo con nosotros. Recuperemos el sentido de las cosas poniendo nuestra vida al servicio de los demás para que todos podamos vivir mejor de lo que estamos viviendo. La simpleza de esta convicción arrolla cualquier sofisma. La práctica de esta fe derrota cualquier sistema.

Cualquier sistema ideológico que legitima las diferencias sociales cuestiona el sentido de las instituciones públicas en cualquier momento de la historia. Las ONG’s, los gobiernos y las iglesias tienen que estar al servicio de la gente. El adviento muestra una realidad que la iglesia debe ver para poder esclarecer su lugar y su función, en la que los cristianos deben rever sus prioridades y sus responsabilidades, los ciudadanos deben recuperar su sentido común y los gobiernos ponerse a la altura de las circunstancias: dignificar al prójimo atendiendo sus necesidades. Esta es la vida que ya viene junto con él. ¡Pórtense de tal modo que se vea claramente que se han vuelto al Señor! Amén.

Lic. Jorge Weishein
Pastor Parroquia Villa Ballester
Iglesia Evangélica del Río de la Plata
jorgeweishein@arnet.com.ar

 

 


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