Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

23º domingo después de Pentecostés, 12–11–2006
Mc 10, 46 – 52, Cristina Inogés
(A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Hermanos: ¡Que el Señor ilumine su rostro sobre nosotros!

Jesús. Un ciego. La muchedumbre.

Esta perícopa en el evangelio de Marcos está situada en un momento muy importante: antes de acabar la sección sobre el seguimiento y antes de empezar la subida a Jerusalén.

¿Cuál es el sentido de la narración sobre Bartimeo? Es como una especie de señal de atención. Nos indica qué debemos hacer para seguir a Jesús y cómo no debemos comportarnos. Ya sabemos cuales son las condiciones del seguimiento y el relato de Bartimeo es algo que no debemos dejar pasar por alto.

Un pobre ciego está sólo al borde del camino. Es una imagen que contrasta con esa muchedumbre que acompaña a Jesús. Que Bartimeo sea ciego es ya una desgracia, porque estaba condenado a la mendicidad, a no saber dónde estaba el camino, a depender de los demás. Es la necesidad hecha persona, pero con una singularidad: a la vez todo él es escucha, atención y deseo.

Ha oído hablar de Jesús, pero se acerca el momento de escuchar a Jesús. Las voces de la gente se lo anuncian, la muchedumbre siempre grita. No conocemos el tiempo que llevaba en el camino, pero algo absolutamente nuevo está sucediendo en su existencia. El grito que lanza para llamar la atención de Jesús es tan grande como su necesidad. No grita ni llama desde la desesperación, muy al contrario, grita un grito de esperanza: ¡Hijo de David, ten compasión de mi! Es toda una confesión, una llamada de atención a Jesús y a la muchedumbre.

La muchedumbre no está cómoda ante este grito – confesión. Siempre pasa lo mismo, la muchedumbre acompaña dejándose llevar, sin compromiso. No quieren un encuentro tan íntimo con Jesús. Ni siquiera los apóstoles, que no han comprendido todavía el mensaje del Maestro, saben en ese momento lo que quieren. Este pobre ciego comprende mejor que ellos lo que Jesús anuncia.

Que Jesús se detenga, no es algo que el evangelista diga por decir. Detenerse en medio de la muchedumbre que, a buen seguro, cada vez gritaría más, significa que Jesús escucha la llamada, se fija en el único que le reconoce y que nunca le ha visto. Que Jesús se detenga es la declaración más abierta de la preferencia por los pobres y desvalidos. Bartimeo no era uno más; era uno de los preferidos.

Ante la llamada de Jesús, que no es directa, todo el ser de Bartimeo tiende hacia él porque Jesús lo trata con la misma dignidad que a cualquier ser humano y es más, entabla un diálogo con él. ¡Qué necesidad tenía Jesús de preguntarle nada! Jesús le está ofreciendo la posibilidad de que interiorice en su necesidad y se la cuente y se la explique y se desahogue, que también necesita eso Bartimeo.

Es una pena que los evangelistas terminen ciertos relatos de una manera tan “seca” si se me permite la expresión, y nos dejen sin saber cómo se desarrollaron los hechos. Aquí no conocemos el resto del diálogo, ni ese contacto físico entre ambos, porque seguro, seguro que Jesús acarició, o abrazó, o tomó de la mano a Bartimeo. ¡Cuándo llegaremos a entender el poder curativo de una caricia o de un abrazo!

¡Maestro! Esto en boca de Bartimeo es toda una declaración hacia Jesús. No sólo desea ver la luz del sol, del día, de las estrellas o la oscuridad de la noche. Quiere ver a Aquel que responda a su necesidad. En realidad Bartimeo, más que decir que vea, quiere decir que te vea.

Vete, tu fe te ha salvado. Todo el camino está por delante, por hacer, por recorrer. Bartimeo no se unirá a la muchedumbre que se mueve por inercia, sino a la comunidad de fe que camina y cae y se levanta y acoge en el amor a Dios en los hermanos.

Nosotros

Cuanto más avanzamos con los medios audiovisuales, más ciegos y sordos estamos. Nuestra necesidad de Dios cada vez es menor y por eso ni siquiera nos parecemos al ciego Bartimeo; somos mucho más parecidos a la muchedumbre que acompañaba a Jesús.

Bartimeo quiso ver, ¿hasta dónde queremos ver nosotros? Nos conformamos con oír pero no escuchamos, por eso Jesús pasa cerca y ni nos enteramos. ¿Qué nombre le daríamos cada cual al manto que nos tapa, nos oculta, o en el que nos ocultamos? El gesto de Bartimeo de saltar, ¿no nos invita a brincar desde nuestra apatía y nuestra dejadez?

El ciego Bartimeo nos enseña lo importante que es la vista, no la montura de las gafas que elegimos. Es opción nuestra decidir qué hacemos: seguimos al borde del camino tapados con nuestro personal manto, o nos lanzamos a la aventura de caminar con otros aún con el riego de tropezones y caídas… En una palabra, ¿queremos vivir o vegetar?

Cristina Inogés. Zaragoza. España
crisinog@telefonica.net

 


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