Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

Predicación para el 20º domingo después de Pentecostés, 22 de octubre de 2006
Texto según LET serie B: Marcos 10, 2-16, Rodolfo Roberto Reinich
(A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


¡Gracia y paz de nuestro Señor Jesucristo, el que era, es y será siempre!

El matrimonio es en la actualidad una de las instituciones profundamente en crisis.

Esta realidad muestra que casi no hay otro ámbito dónde se manifieste en forma más dura el fracaso humano como en el matrimonio.

En mi larga experiencia pastoral ha sucedido que la relación en la vida matrimonial de muchas parejas estaba tan deteriorada que solamente la separación ofrecía la posibilidad para que ambos pudiesen seguir viviendo. Por supuesto con las consecuencias que ello implica, sobre todo cuando hay hijos de por medio.

En los últimos años se produjo en nuestro país una fuerte discusión entre las corrientes cristianas más ortodoxas y los sectores que buscaban legalizar lo que de hecho se estaba dando en un alto porcentaje en la sociedad: la separación vincular de infinidad de matrimonios. La aprobación de la ley de divorcio fue recibida como una nueva posibilidad para quienes ya no podían seguir viviendo juntos, y significa un gran escándalo para muchos otros.

El Evangelio de hoy nos ofrece la oportunidad escuchar lo que Jesús piensa sobre este tema. Pues, al igual que hoy en los tiempos de Jesús la cuestión es tratada y discutida públicamente.

Vemos reunido un muy atento público.

Por un lado vemos a un grupo defariseos, -muy puntillosos y estrictos intérpretes de la ley de Dios-, que aprovechando el interés de la gente preguntan a Jesús: ¿Puede un hombre divorciarse de su mujer?

Por el otro, vemos a Jesús, que recoge la pregunta y la devuelve enseguida, provocando el debate público, preguntando “¿qué les mandó a ustedes Moisés?” en el Antiguo Testamento.

Los fariseos, profundos conocedores de la Biblia, responden correctamente que Moisés permitió a un hombre divorciarse de su esposa por medio de un certificado de divorcio. (v. 4).

Jesús vuelve a tomar la palabra para explicar que Moisés escribió eso a causa de la dureza del corazón humano, pues cuando las personas se tratan con tanta dureza no queda espacio para el amor.

“Jesús rechaza una visión del matrimonio que lo reduce a un contrato, donde existen derechos y obligaciones. Prefiere situarse en una perspectiva que tenga en cuenta la dignidad de la persona y la seriedad del amor.”(Marina Rubino y Víctor Godino, Aportes para celebraciones dominicales, Tomo 4, pág. 179)

Para Jesús esto es así porque originalmente Dios tenía otra idea con la pareja humana y sobre el pacto matrimonial libre y voluntario entre una mujer y un hombre. El hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos serán como una persona. Ambos estarán tan estrechamente relacionados entre sí que son como uno solo, como si tuviesen un cuerpo común (Cf. V 7-8).

Jesús va más allá de Moisés y se remite a la voluntad original de Dios donde desde el principio ha querido que en el buen orden de su creación el hombre y la mujer se encuentren para conformar una nueva unidad en el matrimonio. Quiere que en ese orden estemos el uno para el otro, nos ayudemos, nos apoyemos mutuamente y nos hagamos felices.

En este sentido frente a las dificultades que muchas parejas viven, el divorcio no debería tener la primera palabra, a causa del propósito original de Dios. Así también quiere que la comunidad cristiana mantenga estable en el pacto que él hizo con cada uno de nosotros en ella. Quiere decir que aún cuando nosotros fracasamos él sigue siendo fiel a pesar de todo. Nos anima a buscar la ayuda de personas especializadas para la superación de conflictos. Nos da las fuerzas para poder perdonar, haciendo posible un nuevo comienzo. En otras palabras, quiere que nos esforcemos para que nuestro matrimonio resulte bien y que para ello podemos contar con su bendición.

Sin embargo, no podemos cerrar los ojos frente a la realidad donde quizás por razones muy humanas los matrimonios fracasan y donde sin dudas cada uno debe asumir su parte de responsabilidad. Aunque Dios no quiera que el ser humano separe lo que en su orden de creación desea mantener unido, me animo a expresar la convicción que por encima de cualquier legalismo farisaico, Jesús se mantiene junto a cada una de las personas fracasadas en su matrimonio y las sigue queriendo. Por lo tanto entiendo que cada uno puede contar con el amor, la misericordia y el perdón de Dios cuando asume su fracaso, que siempre es doloroso y busca sinceramente un nuevo camino para seguir viviendo. Que así sea.

Pastor Rodolfo Reinich , Buenos Aires
reinich@ciudad.com.ar

 

 

 

 

 


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