Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

Predicación para el 13° domingo después de Pentecostes, 3 de setiembre de 2006
Texto: Juan 6, 58 -70 por Jorge Weishein, Buenos Aires
(A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Hace un par de años fue escrito un libro en el que se planteaba la pregunta: ¿Qué tienen en común las hormigas, las neuronas, las ciudades y el ‘software’ (programas de computación)? Todos estos elementos tienen una forma de vida en red sin la cual no podrían subsistir. ¿Cómo llegó el autor a esta ocurrencia? Hace un par de años se descubrió que el hongo del barro (similar a una espuma anaranjada), que es una de las formas de vida más simples de la tierra sobre la que más se ha investigado, desarrolla un sistema de vida en red para sobrevivir. Esta serie de investigaciones se descubrió que no es así que una parte de la masa de hongo se preocupa por la otra sino que en esa gran colonia de células todas ellas deben preocuparse las unas por las otras si quieren sobrevivir. El autor señala que para todos estos elementos la base es la red en la cual se trabaja libremente y a la cual también deben adaptarse unos a otros para poder asegurar sus vidas. Relacionar cosas tan diversas como hormigas, neuronas, ciudades, software y hongos en un mismo libro puede parecer poco serio, pero aunque ustedes no lo crean es uno de los últimos libros científicos de nuestro nuevo milenio.

Durante muchos años se pensó que las personas, las plantas y los animales, cada uno en su propio reino natural, desarrollaba su vida independientemente del otro y que cada mundo tenía sus propias reglas naturales más allá del otro. Con esta investigación se descubrió que ningún reino natural puede sobrevivir sin el otro, sin una red comunitaria en la que haya comunicación y solidaridad. Nada puede asegurar mejor la vida que una comunidad en la que, gracias a la confianza mutua, cada uno se preocupa por el otro. Los científicos piensan que lo que nos están ofreciendo es el secreto de toda la naturaleza, su esencia interior: La comunión. A pesar de que las diferentes criaturas cada una busca llevar su vida de manera individual no pueden negar eternamente su condición existencial.

Las iglesias ecuménicas durante el mes de Agosto hemos estado reflexionando sobre el evangelio de Juan. El tema en Juan es la comunión con Dios a través de la palabra que se volvió carne y cuyo espíritu se mueve entre nosotros y promueve la vida eterna entre nosotros en el mundo. La médula ósea del evangelio es el capítulo seis. ¿Por qué digo esto? La comunidad de Juan entiende que el sacramento de la santa cena es la médula ósea de una comunidad. ¿En qué momento nos habita Dios mismo y su espíritu se hace carne en el mundo? La comunión es para la comunidad como la médula ósea para el ser humano: Sin ella no se consigue hacer nada. Quien no se alimenta de Dios mismo no puede vivir. Pero esto no es todo...

¡A través de la fe nosotros mismos nos volvemos cuerpo de nuestro Señor Jesucristo! Por esta razón Él nos dice una y mil veces que nos conoce bien porque él vive en nosotros y nosotros en él. Solamente a través de él habremos de conocer a Dios. Creer en él no se trata solamente de estar bautizado sino de formar parte de su vida, de tener una profunda relación con Dios. Literalmente: Nosotros debiéramos vivir su vida. ¿Alguien puede imaginarse esta vida como propia? La fe llega hasta nuestra propia médula ósea. No queda espacio, tiempo ni parte de nuestra vida por el que Dios no nos haga responsables.

Dios nos hermana en comunión para ser alimento para el mundo. “¡Denles ustedes de comer!”, dice Jesús. La vida en nuestro mundo moderno está totalmente dislocada, sin dirección, de aquí para allá. En palabras de nuestro Señor Jesucristo: “Ellos estaban como ovejas sin pastor” ¿Pero, quién puede aceptar y asumir todo esto cotidianamente en su vida? Juan nos cuenta: “Muchos comenzaron a abandonarlo” Pero Juan mismo nos dice también que Jesús ya sabía que todos no iban a poder sobrellevar su evangelio. ¡Seguirlo a él no se trata de asegurarse el pan! Uno debe darse al otro, confiarse en el otro y guiar al mundo a su estado original. Por un lado, Jesús nos enseña que no es suficiente confiarse en las posibilidades humanas cuando se quiere cambiar el mundo radicalmente. Solamente cuando accedemos a que Dios aceptó nuestra vida se insufla el espíritu en el mundo y nos hace parte del cuerpo de Jesucristo. Cuando esto es confesado, entonces, también el seguimiento es vivido y alabado como un regalo de Dios. Cuando esto no es confesado somos libres de buscar otro espíritu, elegir otras orientaciones, y de hacernos, nosotros mismos, responsables por nuestros actos. Pero Pedro le pregunta a Jesús: “¿Con quién habremos de ir? Solamente tus palabras son las que nos dan la vida eterna” Esto es uno de los credos más antiguos del cristianismo primitivo. La seguridad de que Dios nos viene al encuentro solamente en Jesús es el fundamento sobre el que crecen todas las comunidades cristianas. Encuentro y palabra de Dios: ¡He aquí todo el secreto!

Hasta hoy todavía lo que siempre de nuevo aísla a las personas de las comunidades es que en las comunidades donde ellas eran parte no vivieron el cuerpo de Jesús como vida comunitaria eterna y real. Ellas entienden que la iglesia perdió esa visión espiritual y cristiana de su condición. Apuntar al crecimiento de una comunidad solamente a través de la invitación y la predicación de la palabra de Dios es tener una visión fantasiosa del desarrollo de una comunidad cristiana. La misión debe tener como base la experiencia de la comunión de la vida eterna para, así también, poder invitar a otros a esa eternidad. Sin esto lo único que tenemos para ofrecer como ayuda son palabras y escritos. Este tipo de ayuda puede encontrarse en muchos otros lugares –que tampoco necesitan ser cristianos. En medio de tantas inseguridades y deshonestidad en nuestra sociedad lo único que es realmente creíble es una comunidad en la que el otro se sabe parte con el prójimo en la vida espiritual. Todos se sostienen en la palabra de Dios pero lo que cambia radicalmente su vida es la experiencia de que Dios vive en espíritu y carne en esa comunidad: Que esa comunidad se deja alimentar de pan del cielo. Poder confesar esto es el mayor testimonio que puede dar una comunidad al mundo.

De la misma manera pasa esto en una familia; ¿qué pueden enseñarle los padres a un niño o a un joven cuando ellos mismos no tienen en cuenta esto en su propia vida? Sintonizar la fe con la vida es el testimonio más grande que puede dar un cristiano en el mundo. ¡Esto es justamente seguir a Jesús! Por esta razón muchos lo abandonaron, porque les resultaba demasiado difícil aceptarlo. Jesús nos pregunta hoy todavía: “¿Ustedes también me van a abandonar?” Sus amigos más cercanos, también sus apóstoles, le respondieron claramente: “Nosotros creemos y sabemos que vos sos aquél en quien Dios nos viene al encuentro” Aunque Jesús sabía que entre ellos también estaba su entregador él confió en la fe de ellos. Ellos fueron una comunidad santa en la que todos los que se interesaban en su vida eterna encontraban a Dios a través de esa comunión. La médula ósea es esa red que nos protege. Esa red es la comunión que se hace realidad como gracia eterna en el amor de los unos por los otros. El espíritu de vida eterna fluya entre ustedes para vivir su fe de manera creíble. Amén.

Pastor Jorge Weishein, Buenos Aires, Argentina
jorgeweishein@arnet.com.ar

 


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