Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

Predicación para el 12° domingo después de Pentecostes, 27 de agosto de 2006
Texto según LET serie B: Juan 6, 41- 51 por Julio Strauch
(A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


  ¡Yo soy el pan que da vida!

¡La Gracia y la Paz que vienen de nuestro Señor Jesucristo sean con todos nosotros!

Muchas imágenes aparecen en el Evangelio de Juan para describir y hablar de Jesucristo. Una de las más fuertes a mi criterio y quizá la que más me llega en lo personal es la imagen de Jesucristo presentándose a sí mismo como el pan que da la vida. No es poca cosa si tenemos en cuenta la cantidad de personas en todo el mundo que mueren de hambre. Quisiera compartir con Uds. una experiencia que viví en una ocasión y que está relacionada estrechamente con el hambre.

Hace unos 24 años atrás hice el servicio militar. Justo me tocó en la época en que comenzaba la guerra de las Malvinas. Como es de público conocimiento en esa época en la Argentina había una Dictadura militar y el servicio militar todavía era obligatorio. La cuestión es que durante los dos primeros meses sufrimos lo que se conoce como instrucción militar. A mis compañeros y a mí nos tenían todo el día corriendo de un lado para el otro, haciendo ejercicios y maniobras para prepararnos para “defender a la Patria”. La comida que nos daban no alcanzaba para reponer las energías perdidas. Era una sopa con algunos fideos y que supuestamente debería tener unos pedazos de carne que nunca vimos y menos aún comimos. Sin embargo todos los días veíamos ingresar un camión frigorífico del cual descargaban bastante carne. Seguramente se perdía en el trayecto del depósito hasta la cocina. Y así todos los días. ¡Imaginen a unos cuantos muchachos de 19 años haciendo todo el día ejercicios y con tan poca comida! Nos moríamos de hambre. Por eso siempre que podíamos, sobre todo a la noche o a la siesta, en los momentos de descanso, revolvíamos el basurero para ver si había algo que pudiéramos comer. Un día, encontré un pedazo de manzana, lo limpié un poco con mi ropa y me lo comí, con tanta ansiedad que me pareció una delicia. Me di cuenta realmente de lo que es pasar hambre, comencé a darle otro valor a la comida. A partir de esta experiencia personal, a la luz del texto de hoy y teniendo en cuenta que a muchos de nosotros no nos falta la comida, quisiera hacer una pequeña reflexión.

Alimentarnos nos puede parecer una costumbre y por eso no le damos demasiada importancia.

Pero cuando la comida nos falta, nos damos cuenta de lo necesaria e importante que es.

De la misma manera pensamos que leer la Biblia, ir al culto, a la reunión en la Iglesia o ayudar a alguien no es tan necesario y hacemos estas cosas por costumbre y no como una necesidad. Pero cuando el dolor, el sufrimiento, la tristeza y el desconsuelo aparecen, nos damos cuenta de lo necesarias que son. En ese momento tomamos conciencia. Jesús se nos ofrece como alimento, nos dice que Él es el pan que da la vida plena. Nos quiere prevenir para que, cuando el dolor y el sufrimiento lleguen estemos preparados. Escuchemos a Jesús y no dejemos que sea el dolor el que nos haga tomar conciencia, sino sus palabras y su ejemplo.

Julio Strauch.
Pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata en Katueté Paraguay.
juliostrauch@yahoo.com.ar

 


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