Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

Predicación para el día de Pentecostés, 4 de junio de 2006
Texto según LET serie B: Jn 7: 37 –39 a por Sergio Schmidt
(A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Título: “El oxigeno vital de la iglesia”

Apreciados hermanos y hermanas:
¡El contexto de este pasaje es sumamente interesante!

Jesús está en la Fiesta de los Tabernáculos. Esta fiesta estaba en el trío de las fiestas más importantes del calendario litúrgico judío. El contexto de este pasaje no es cualquier día dentro de la semana de esta fiesta, sino el último; en otras palabras, el más solemne.

Esta fiesta era, por un lado, una recordación del peregrinaje del pueblo de Israel que realizó en el desierto junto a Moisés; por eso los judeos en dicha fiesta construían cabañas (o pequeños tabernáculos) recordando lo que sus antepasados tuvieron que pasar antes de llegar a su tierra. Esta fiesta tenía una connotación agraria y agrícola: se agradecía a Dios por la cosecha y, a la vez, se pedía a Dios que Él mande la lluvia tan importante para comenzar la nueva siembra.

La temática de la lluvia o, para tomar el vocabulario del EvJn, del agua, era El tema de la liturgia de este día tan solemne y, en este contexto, éstas palabras de Jesús estaban estrechamente ligadas al ritual que en ese momento ocurría: en el 7º día, el más solemne, los sacerdotes daban 7 vueltas al derredor del altar con el agua extraída –con una jarra de oro- del estanque de Siloé. Las palabras sobre el agua viva, sinónimo de los que hoy llamamos “agua corriente” dichas por Jesús fueron expresadas en el momento en que se vertía el agua sobre el altar. En otras palabras, en el mismo momento en que el pueblo de Dios, a través de los sacerdotes, pedía a Dios por la tan necesitada agua, Jesús les dice que Él tiene esta agua que ellos esperan.

Jesús es la fuente de donde fluye el agua viva que ellos piden a Dios en dicha fiesta. En el vs. 3 vemos a una invitación de Jesús a encontrar la salvación en su persona. Esta invitación resuena a lo largo de todas las generaciones y nos llega a nosotros hoy:

Es en Jesucristo dónde se cumplen las esperanzas de Israel y de la humanidad; El es al roca santa dónde todos pueden saciar su sed; ¡EvJn 4:14 y 6:35! Él es la gran fuente de dónde fluye el agua viva; Jesús es una fuente de dónde constante fluye vida y salvación, símbolo del Espíritu Santo.

Estamos en el Culto de Pentecostés, culto en que meditamos la llegada el Espíritu Santo y que, el pequeñito grupo de discípulos comenzó a ser Iglesia, tal como lo podemos leer en Hch 2;1ss.

Este texto es una preparación para cuando al Jesús muerto en la cruz, el soldado romano traspasa su costado con una lanza y al instante fluye sangre –símbolo de la vida- y agua. EvJn 19:31-37. Si nos preguntamos como su unen estos dos contextos podemos afirmar:

“No hubiera existido Pentecostés sin la cruz de Jesús”

El Espíritu Santo siempre ha existido. En el Antiguo Testamento era una fuerza de Dios, ahora, con Jesús esta fuerza es una persona. El Espíritu Santo es la presencia del Jesús resucitado en la vida de los creyentes y en su Iglesia.

Es este Espíritu Santo, es esta presencia del Jesús resucitado, la que nos hace ser Iglesia. Somos “Santos o Santas” no porque nos perfectos y sin pecados; somos santos porque pertenecemos a Dios; somos hijas e hijos de Dios (EvJn 10:1ss).

Hay una historia que particularmente me gusta. Su autor es Mamerto Menapace y resume perfectamente todo esto:

“Una vuelta Ciriaco lo fue a buscar a Nemesio. El paisano tiene dos tiempos: Uno para pensar y otro para seguir pensando. No tenía nada que hacer y fue a visitarlo. Y cuando llegó a la casa vio que Nemesio estaba trabajando en el campito que tenía. Lo había emprolijado bien.

Ciriaco no lo quiso distraer. Puso la pata en el segundo alambre, apoyó el codo arriba, sacó el anca como para estacionar y se quedó a esperar que el otro terminara con su trabajo.

Le extraño lo que vio, porque el hombre había hecho como unos surcos largos, así como para adentro. Caminaba unos metros y hacía con el pie un hoyito. Metía la mano y sacaba como algo. Lo ponía, se enderezaba y tapaba el hoyito. Recorría otros metros y así iba haciendo. Como dos horas anduvo este hombre dándole al trabajo. Y cuando terminó, lo saludó el Nemesio al Ciriaco:
-Hola, ¿qué andás haciendo?
-Estaba esperando que terminaras el trabajo. ¿qué andás haciendo?
-Ya me ves, sembrando.
-¿Sembrando? ¿Y qué estás sembrando?
-Melones.
-¿Melones? Mirá que te he mirando bien. Yo he visto que vos hacías todo, pero no ponías ninguna semilla adentro del hoyito.
-¡Ah, éstos son melones sin semilla!

Nemesio creía que para que nacieran melones sin semillas, había que hacer todo como si sembraras melones. Lo único que había que omitir era poner la semilla. Tal vez por eso solo detallecito no le nació nada. Digo ¿no?

¿Saben a lo que me hace acordar? A esa gente que quiere vivir una vida espiritual pero se olvida del Espíritu Santo. Hace todo el esfuerzo como si fuera un hombre religioso. Todo. Lo único que se olvida es de invocar al Espíritu Santo y de pedir que Dios haga eso. Entonces lo más probable es que no pase nada. Así como a Nemesio no creo que en ese año le hayan salido melones sin semilla, tampoco creo que al cristiano le salga vida espiritual si no le pone el Espíritu.”

Lo que nos hace ser Iglesia es, taxativamente, esta presencia de Dios. Sin esta presencia dejamos de ser, inevitablemente, Iglesia. Sin el Espíritu Santo nuestras comunidades son, meramente un grupo humano, filantrópico sí, pero meramente esto. La diferencia, la gran diferencia, radica en esta presencia real del resucitado entre nosotros.

Es por eso que el Espíritu Santo es a la Iglesia como el oxigeno al cuerpo humano. Somos así, sin el Espíritu Santo, sin el oxigeno, nuestra vida tiene los minutos contados!

Es por eso que siempre tenemos que pedir a Dios que derrame sobre nosotros su Espíritu, para que nuestro actuar como Iglesia tenga frutos: ¿trabajar? ¡Sí!; ¿Poner en funcionamiento nuestros dones y capacidades? ¡Sí, claro!; pero no nos olvidemos de lo más importante: necesitamos que el Espíritu de Dios esté en nosotros y que nuestro actos y palabras sean realizadas y dichas en este Espíritu.

Sin el Espíritu Santo la iglesia es como un gran automóvil de última generación pero sin combustible.

Para decirlo con las palabras de Jesús en EvLc 11:9-13:
“Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?

Que así sea.

Amén

Sergio A. Schmidt
Pastor de la IERP
Bs. As. Argentina
breschischmidt@telecentro.com.ar

 

 


(zurück zum Seitenanfang)