Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

7º Domingo de Pascua, 28 de mayo de 2006.
Evangelio según San Juan 17, 11-19, Rodolfo Roberto Reinich
(A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


¡Gracia y paz de parte de nuestro Señor Jesucristo, el que era, es y será siempre!

Hace poco se divulgó la información que en EEUU habrían realizado un estudio científico para demostrar que la oración por los enfermos no ayuda, sino que por el contrario en muchos casos aún los empeora! Desconozco la seriedad y el objetivo de dicha investigación.

Pero, sí se que Jesús, quien vino a nuestro mundo, conoció toda nuestra realidad, lo que nos angustia., - y nos mostró que precisamente por mantenernos fieles a Dios los cristianos podemos llegar a padecer mucho, a no ser tenidos en cuenta, a ser marginados, odiados y aún ser perseguidos por causa de nuestra fe -, ora por sí mismo y ruega por “los que escogiste del mundo para dármelos...” (v.6).

Esto me lleva a pensar en el ya fallecido obispo metodista, don Carlos T. Gattinoni. Él dice en sus meditaciones “Con Cristo en la adversidad”, que es una contradicción la oración sin fe; que ésta es el alma de aquella, y que cuando oramos por la salud es creer que Dios puede sanarnos. También dice que orar es reposar con calma nuestra mente en Dios, y por confiar en Él, crear condiciones de espíritu y mente que favorecen la sanidad. Es saber que Dios puede utilizar la medicina, la cirugía, la psicoterapia, el reposo, el régimen alimentario, para traernos salud o que puede darnos esta por el toque directo de su Espíritu. Y, que orar es saber que Dios está con nosotros, que Él nos ama y quiere bendecirnos aún en nuestro dolor… (cf. Romanos 8, 31-39)

Claro, que nos resulta difícil comprender que Jesús comience delimitando el grupo por el cual intercede en su conversación con el Padre: “… no ruego por los que son del mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos...” (v. 9). Pero, nos llama la atención que ruega por ellos, a pesar que ¡casi todos se durmieron, lo negaron y lo abandonaron cuando las circunstancias comenzaron a ponerse serias y complicadas!

Sin embargo, me parece que todo esto responde a una pedagogía de Jesús. Él da un primer paso con aquellos que están cerca. Comienza con sus próximos tal cual son. Así inicia un proceso interno, que luego seguirá creciendo en confianza, en madurez y por qué no también en cantidad… Él lo ejemplificó muchas veces… Pensemos en el pequeño grano de mostaza, que luego se convierte en un enorme árbol, sombra y espacio para muchos;… ó en la pequeña porción de levadura que hacer crecer y madurar la masa;… ó en los niños pequeños, que coloca en medio como ejemplo de confianza, merecedora del Reino. Luego da el paso siguiente, abriendo el panorama: “Como me enviaste a mi entre los que son del mundo, también yo los envío a ellos entre los que son del mundo” (v.18)

¡Me gusta esta pedagogía! En nuestros países, muchas veces, sólo podemos comenzar y hacer pequeñas cosas. En ellas se si son una respuesta a necesidades reales y demuestran lo que es posible

Creo que esto es así porque en su conversación con Dios llega al centro de su preocupación y ruega “...cuídalos con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado, para que estén completamente unidos, como tú y yo” (v. 11). Al mismo tiempo que expresa el objetivo de su intercesión en vista al futuro, para cuando ya no esté con su cuidado personal: digo estas cosas mientras estoy en el mundo, para que ellos se llenen de la misma perfecta alegría que yo tengo.”(13)

En este proceso resulta difícil imaginarse que los discípulos hayan comprendido inmediatamente en toda su dimensión este mensaje acerca de lo que Dios tiene preparado para quienes le aman. A muchos se les abrieron los ojos recién más tarde, como dice la canción: “Por el camino de Emaús un peregrino iba conmigo no lo conocí al caminar; ahora sí, al compartir el pan.”(Cancionero Abierto de ISEDET, Nº 39).

Pero como sabemos, Jesús es absolutamente realista y no crea falsas expectativas, Él está viendo el futuro y ve la suerte de la mayoría de su círculo inmediato de seguidores y también de todos testigos que en los siglos posteriores en la historia de la iglesia padecieron el martirio, como ya señalamos, por causa de su fe. Por eso dice, en contraste con esta “perfecta alegría”, que “el mundo los odia porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”(14).

Claro que ahora frente a la realidad de nuestra vida, cuando estamos en dificultades la reacción casi natural es más bien la de tratar de escapar. En nuestras oraciones clamamos a Dios pidiéndole que nos saque de encima aquello que nos causa problemas. ¡Hemos experimentado esto muchas veces durante las últimas décadas en nuestro trabajo en el campo de los Derechos Humanos!

Pero, en su realismo Jesús no pide que seamos liberados de la necesidad. Por el contrario pide que,“como me enviaste a mí entre los que son del mundo, también yo los envío a ellos entre los que son del mundo.” (19). No pide que Dios nos ayude a huir, a escapar del mundo, sino que nos proteja, que Dios nos de la fortaleza cuando debemos enfrentar el mal. Lo dice con conocimiento de causa, porque Él mismo experimentó el acompañamiento del Padre y pudo mantenerse fiel hasta la muerte.

Jesús pide al Padre que santifique a sus seguidores en la verdad, ya ahora, aquí en este mundo.

Porque la santidad, - el ser apartado para dar testimonio y para servir en su nombre en este mundo -, es el destino del ser humano. En este sentido la santidad está íntimamente relacionada con la verdad. Es decir que ambas, la santidad y la verdad, son dones de Dios, por los cuales debemos rogar también nosotros y con su ayuda poder enfrentar de esta manera lo que humanamente nos parece imposible en nuestra actualidad: luchar contra todas las formas de corrupción, que tanto mal hacen a la vida y la sanidad del ser humano y la sociedad toda.

Entonces, y para finalizar, creo que el Evangelio de hoy nos abre por lo menos dos dimensiones que vienen a nuestro encuentro como una ayuda para nuestra vida en este mundo.

Por un lado, nos ayudan a tomar conciencia por nosotros mismos podemos muy poco. Necesitamos ayuda. Lutero lo expresa de una manera muy plástica en su explicación de la segunda petición del Padrenuestro: “El reino de Dios viene en verdad por sí solo, sin necesidad de nuestra oración. Pero en esta petición rogamos que también venga a nosotros.” Y luego explica que el reino de Dios viene cuando Él nos da su Espíritu Santo, para que por su gracia podamos creer en su palabra y vivir de acuerdo a su voluntad en este mundo temporalmente y el otro eternamente.

Segundo, nos desafía a que creamos que Dios está con nosotros, nos ama, que nos acompaña en los momentos difíciles de nuestra vida, y a confiar que Él puede transformar lo que a nosotros nos parece imposible y que para ello también quiere utilizar a cada uno de nosotros.

La experiencia de muchos cristianos a través de la historia ha sido precisamente que los tiempos de necesidad hacen crecer fe y permiten vivir las infinitas maneras de protección de Dios. Amén.

Pastor Rodolfo Roberto Reinich
Iglesia Evangélica del Río de la Plata
Argentina
reinich@ciudad.com.ar


(zurück zum Seitenanfang)