Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

Predicación para el 5º domingo de Pascua, 14 de mayo de 2006
Texto según LET serie B: Mc 15, 1-8 por Jorge Weishein
(A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


La historia del llamado juicio a Jesús nos desafía a reflexionar sobre la búsqueda de justicia en la actualidad y las debilidades de nuestros sistemas judiciales. El juez Pilato que, además, ejerce un cargo ejecutivo, es interrumpido y tomado por sorpresa: no tiene tiempo para la burocracia formal, el caso le estalla en las manos. La gente se está manifestando frente al tribunal sentenciando y definiendo la condena a viva voz. ¿El caso, cuál es? ¿Cuál es la figura legal con la que se inicia la demanda? ¿A qué tribunal compete juzgar el caso? ¿Cuál es el marco jurídico? ¿Qué ley ampara al procesado?

Jesús fue secuestrado por un sector de poder fuertemente influyente en la sociedad judía de Jerusalén. El soborno y la traición, el tráfico de influencias, la privación ilegítima de la libertad, el vituperio, los apremios ilegales, son los instrumentos a los apelan los auxiliares de la justicia judía para arrestar a Jesús. Estos no son más que términos modernos para nombrar políticas populares y métodos policiales milenarios.

Jerusalén está atiborrada de gente que peregrina al templo con motivo de la pascua. La capital del “reino de Israel” reúne a cientos de miles de personas del pueblo judío –súbditos obligados de un imperio explotador. Los “Mesías” surgían de entre el pueblo con consignas políticas antiimperialistas fuertemente teocéntricas y violentas. Las autoridades religiosas del pueblo mantienen una relación política carnal con los referentes locales del imperio encargados de impartir justicia. El pueblo carga fuertes impuestos sobre sus espaldas además de la falta de libertad para desarrollar su vida social viviendo en un estado de sitio permanente. En la fiesta de pascua en Jerusalén el imperio cuadriplica las fuerzas de seguridad en toda la ciudad. El contexto sociopolítico es marco de legitimidad para cualquier ofensiva populista, sea de derecha, sea de izquierda.

El evangelio de Marcos refiere brevemente al diálogo entre Jesús y Pilato: “¿Eres tú el rey de los judíos?“¿No respondes nada? ¡Míra de cuántas cosas te están acusando!” El evangelista comenta: “Un hombre llamado Barrabás estaba entonces en la cárcel, junto con otros que habían cometido un asesinato en una rebelión” “La gente llegó, pues, y empezó a pedirle a Pilato que hiciera como tenía por costumbre

¿Qué es lo que está en juego para las autoridades judías que generan una sedición para condenar a muerte a Jesús? Las acusaciones son falsas y tanto el juicio judío como la ratificación romana son formalmente improcedentes.¿Qué pasa con Pilato que termina haciendo una consulta popular para definir el proceso? Jesús, juzgado desde al sistema jurídico judío es un blasfemo por pretender carácter y autoridad divinas por lo que merece la muerte –aunque sólo el imperio aplica la pena capital. Jesús no puede ser juzgado por el sistema jurídico romano porque Pilato carece de competencia sobre asuntos religiosos y políticos del pueblo judío –Jesús tampoco es romano. Las autoridades religiosas, los soldados, algunas personas del pueblo y los otros crucificados se mofan de él. Los jefes de sacerdotes y maestros de la ley expresaban “Salvó a otros, pero a sí mismo no puede salvarse. ¡Que baje de la cruz ese Masías, rey de Israel, para que veamos y creamos!” Los discípulos habían huido y Pedro lo había negado. La profecía de Jesús expresada en su tercer anuncio de muerte (Marcos 10,33-34) se cumple con una crudeza inesperada por sus seguidores.

Pilato pregunta: “¿Quieren ustedes que les ponga en libertad al rey de los judíos?” Luego al no recibir la respuesta esperada, nuevamente insiste: “¿Y qué quieren que haga con el que ustedes llaman el rey de los judíos?” Los manifestantes piden la pena más dura y ejemplar del código penal romano: la cruz –cuya sentencia necesitaba de la anuencia del emperador. Pilato expresa con asombro: “¿Qué mal ha hecho?” El evangelista también desnuda las intenciones de Pilato diciendo que:“quería quedar bien con la gente...” ¿Pilato busca sostener su popularidad político militar frente al grupo de poder religioso que gobierna la vida de fe judía?

El evangelista advierte que Pilato:“se daba cuenta que los jefes de los sacerdotes lo habían entregado por envidia” Luego reseña que los sacerdotes “alborotaron a la gente para que pidieran que les dejara libre a Barrabás” Barrabás estaba detenido por sedición y homicidio por lo que, si había sido juzgado, aún no había sido confirmada su condena: ¿la cruz? Los manifestantes llevan a Pilato a asociar a Jesús con Barrabás para expresar aún con mayor vigor el carácter sedicioso potencial que encerraba para el imperio la pretensión de Jesús de ser “rey de los judíos”.

Las primeras comunidades judeo cristianas reciben el evangelio en el marco de una fuerte exhortación a la conversión enfatizando su responsabilidad como pueblo por la muerte de Jesús: “El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros antepasados, ha dado el más alto honor a su siervo Jesús, a quien ustedes entregaron a las autoridades y a quien, cuando Pilato quiso soltarlo, ustedes no lo permitieron... Ya sé, hermanos que cuando ustedes y sus jefes mataron a Jesús, lo hicieron sin saber en realidad lo que estaban haciendo. Pero Dios cumplió de este modo lo que antes había anunciado por medio de todos sus profetas: que su Mesías tenía que morir. Por eso vuélvanse a Dios y conviértanse, para que él les borre sus pecados...” (Hechos 3,13.17-19a-c)

El apóstol Pablo presuponiendo esta responsabilidad fruto de la propia condición humana relee la condena de Jesús recuperando históricamente en sus días el plan de salvación universal: "Siendo aún pecadores Cristo murió por nosotros" (Rm 5.8) "Cristo murió por nuestros pecados"(I Cor 15.3) "Jesús se dio a sí mismo a la muerte por nuestros pecados" (Gal 1.4) "Cristo nos redimió de la maldición de la ley, pues él fue hecho objeto de maldición por causa nuestra..." (Gal 3,13) En esta teología se llega a expresar que Cristo "Anuló el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, la quitó de en medio y la clavó en la cruz." (Col 2.14)

El carácter universal del envío de Jesús de parte de Dios para salvar al mundo nos hace universalmente responsables por su pasión y muerte. El carácter universal del amor de Dios es el único instrumento que nos libera de la responsabilidad legal por la muerte de Jesús dejando sin efecto la condena –la condena del mundo. El carácter universal del amor de Dios nos hace responsables por la vida creada en el universo. La justificación por pura gracia de Dios que recibimos en la fe nos coloca frente al mundo superando la ley del mundo. Como hijos de Dios, en su amor, somos responsables por la justicia en el mundo ya sea frente al más complejo sistema sociopolítico globalizado como en la más miserable de las condiciones humanas. Al igual que el amor de Dios también nuestra responsabilidad frente al mundo excede a la ley. El plan de salvación atraviesa los sistemas jurídicos desnudando los intereses sociopolíticos de los poderosos y mostrando al mundo su propia ineficiencia: la ley no garantiza que las víctimas reciban justicia. Solamente Dios prevé verdadera justicia: Resurrección y vida eterna. El carácter universal de la misericordia de Dios compromete profundamente la vida porque responde a la búsqueda permanente de las personas por el sentido de la vida en el mundo.

La justicia de Dios actúa en nuestra vida cuando asumimos la confesión de Pablo: "Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero" (I Tim 1,15) La justicia de Dios continúa presente en nuestra vida en el mundo cuando actuamos convencidos en su palabra: “Mi amor es todo lo que necesitas, pues mi poder se manifiesta mejor en los débiles” (II Cor 12,9) Esta actitud ante la vida en el mundo nos da libertad para vivir plenamente la justicia que Dios nos comparte: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Gál 5,14) El amor universal de Dios es el espíritu que nos resucita a La vida eterna ya en este mundo en medio del miedo, ante cada injusticia, en cada lucha, en cada búsqueda. El plan de salvación de Dios condena el silencio, la complicidad, el pecado. Cada criatura a la que le es negada su identidad y dignidad como hija de Dios en su amor es una víctima que merece justicia. La justicia de Dios va más allá de la ley porque tiene que ver con la condición inalienable de las criaturas frente a Dios y a sus prójimos. Dios dé testimonio de su justicia en medio de nuestra debilidad obrando en nosotros al enfrentar los intereses y poderes del mundo. Dios nos convoque en su gracia para participar de su justicia en el mundo. Amén.

Jorge Weishein, Buenos Aires
jorgeweishein@arnet.com.ar

 


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