Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

Predicación para el 3° domingo de Cuaresma, 19 de marzo de 2006
Texto: Juan 2. 13- 22 por Felipe Lobo Arranz
(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


“Jesús, purifica el Templo”

Gracia y paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

Queridas hermanas, hermanos y amigos,

No nos es desconocido, por los hallazgos arqueológicos de la antigüedad histórica, que el valor del templo en muchas culturas a nivel cúltico, social, político, cultural y económicamente era importante, desde tiempos inmemoriales. Más que importante, era el corazón de la ciudad y de la civilización que representaba. En el templo se reunían para hacer oración y los sacrificios, pero no era, como hoy, el lugar especializado en espiritualidad, solamente. Era el lugar donde se escrituraba, como juramento de la palabra dada ante la deidad, era la casa del tesoro, la expendedora de moneda y seguros, de documentos oficiales, quien establecía los tipos de cambio y los valores del mercado, era lugar de venta y de compra, de encuentro vecinal, de promoción de eventos culturales educativos y científicos, donde los políticos y filósofos debatían y disertaban públicamente ante el pueblo, donde se hacía justicia, en definitiva, la balanza de la sociedad. Invistiendo como cosa sagrada toda la actividad que generara riqueza. El motivo: que toda prosperidad se le atribuyera a la deidad y con ello la fidelización del culto al dios. Pero ¿y Yahvé? ¿Pensaba y hacía lo mismo? En Jesús veremos la respuesta.

Al día de hoy se nos antoja lejana a nuestra realidad, aunque los edificios de culto al mercado no disten mucho,- y digo HOY- de los grandes templos antiguos, pero el Templo de Jerusalén vivió lo mismo, a pesar de los escrúpulos de los judíos más ortodoxos en materia religiosa.

Jesús, pensando en cuál era la finalidad auténtica del Templo, se contesta, en su reflexión, que nada tenía que ver la realidad de entonces con las palabras de Dios a Salomón:

‘Una casa en que habitara el nombre de Yahvé… Oye mi oración y la de tu pueblo Israel… Cuando oren en este lugar, tu también oirás en el lugar de tu morada, en los cielos, escucha y perdona.’ 1 Reyes 8. 29-30.

Para Israel, el templo quería tener vocación de casa de oración y lo que Jesús vio en el Templo era una cosa muy distinta, pero que muy distinta.

Imaginemos que en el Templo, al que todo el mundo iba para los diferentes asuntos de la vida cotidiana oficiales o no, religiosos o no, era el lugar de paso común y por tanto objeto de la atención de los comerciantes y financieros del momento, allí sí se podía hacer negocio. Por una parte ellos se beneficiaban de la atracción y la necesidad del templo y por otra, ellos eran la excusa para ir después al templo: ‘-compro y de paso voy al Templo-’. La dimensión internacional del comercio del Templo de Jerusalén debió ser inmensa y punto de referencia para los judíos dispersos, y no judíos, en otras metrópolis.

Jesús y sus discípulos suben a celebrar la Pascua, a buscar a Dios y se encuentran con un mercado de intereses materiales, algo así como nuestra Navidad, en la que buscamos ambiente espiritual en la ciudad y nos encontramos con los grandes almacenes y su comercio agresivo. Y le enfureció muchísimo. Cambiar el sentido de las cosas de Dios, mezclar el valor de lo divino y lo material es lo que le irrita. Cambiar la reflexión de los hechos de Dios por el sentimiento del consumo atroz y la sensación de plenitud en lo que consumimos y no en Dios mismo y sus valores, es lo que disgusta a Jesús.

Como si de un militante antiglobalización se tratara, Jesús habría salido a atacar las mesas de los que comercian en el sagrado mundo de Dios, hecho para ser la OIKOS de la creación de Dios, cambiándola por el lugar del abuso, la injusticia, el atentado contra Dios, en nombre de una casta sacerdotal nueva y de un dios nuevo: El dinero.

El mercado es esencialmente bueno y honorable. Genera riqueza, empleo y bienestar, cuando se hace de manera justa. Cuando la creación se torna en el mercado como centro de la vida y no los valores espirituales que nos hacen estar cerca de Dios y de las necesidades de nuestro prójimo, entonces se convierte en objeto del desagrado Divino, del dolor humano y de la destrucción de los auténticos valores como la paz, la justicia y la libertad.

La respuesta a este ataque de Jesús por los mercaderes no se deja esperar: -‘Si no te gusta lo que hacemos, ¿qué nos das a cambio?’-

De la misma manera que un joven no piensa en la muerte como una posibilidad, porque la ve de lejos, por naturaleza, este iniciado mundo de mercado global, se ríe pensando en que le queda mucho todavía por vivir como para que se prediga su destrucción y se jacta de la posibilidad de destruir antes, con su fuerza e influencia, los valores espirituales, la fe, la esperanza y los valores de Cristo, haciendo de este mundo y de la humanidad una Casa de Mercado en contraposición de una Casa de Oración a Dios o en honor a Él, como obra de Dios, como respuesta al problema humano. Unos proponen que los problemas se vencen poseyendo y comprando, Dios nos ofrece el encuentro con Él y con nosotros mismos como la paz y la mitigación de nuestra problemática.

El antiguo dicho: ‘Si quieres destruir a un pueblo, quítales su religión’ se hace visible en las intenciones de acaparar para el Mercado, las almas de los seres humanos, cuando los hombres de hoy exclaman:-“¡santa nómina bendita!”- sin dar gracias a Dios, donde tenemos que hacernos esclavos de los bancos, con ceremonial hipotecario y todo, de por vida, por conseguir medios materiales necesarios, donde por un puñado de euros, somos capaces de cometer todo tipo de barbaries contra nuestros congéneres, o contra la creación, o contra Dios, quien nos dio la vida, nos hace ver que hemos perdido el norte.

Nos hace pensar que el hombre pone fácilmente un precio a las cosas y a los seres humanos. Todo tiene un precio. Sin embargo cuando topa con Jesús, se vuelve, como Dios mismo, insobornable y se arma de látigos para golpearles moralmente en sus conciencias y físicamente haciendo que las grandes fortunas no sean eternas, ni inamovibles, ni intocables, golpeándoles con la misma ruina que antes ellas mismas generaban y condenándolas a la necesidad. Dios y sus leyes eternas NO TIENEN PRECIO, Dios no está en venta.

Por esta razón, Jesús se vería amenazado de muerte, insultado, tenido por loco de atar o excéntrico, pero desde que el mercado se estableció en torno a la actividad del Templo, se hizo ‘sagrado’ y no se podía ‘tocar’ sin pagar un alto precio.

Jesús contesta ante la arenga, hablando de sí mismo: -‘Destruid este templo y al tercer día lo edificaré’-

Esto nos da una idea de las intenciones de Dios. Aunque queramos destruir la posibilidad de hacer de este mundo o de la Iglesia una Casa de Oración a Dios, donde perviva su nombre, con una forma de vida distinta a la que nos propone en su Palabra, Dios la Resucitará de nuevo, como resucitó a Cristo. Por mucho que haya tardado en tener que hacerse la historia de la redención del hombre, o un Templo, en pocos días, Dios puede hacerla crecer y mantenerse, recordando con el Isaías:

No quebrará la caña cascada ni apagará el pábilo que se extingue” (Isaías 42. 3),

“¡A todos los sedientos, venid a las aguas! Aunque no tengáis dinero, ¡Venid, comprad sin dinero y sin pagar, vino y leche!...el que da pan al que come, dice:- así será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero y será prosperada en aquello para lo cual la envié” (Isaías 55. 1 y 11).

Cristo resucitó para sellar con ello estas palabras. No lo podemos matar ni callar. El resucitó para enseñarnos que Él es el auténtico valor por el que vivir. Cristo resucitó, pero hasta que no veamos, la caída del mercado y el alza de sus valores, no nos acordaremos, como aquellos discípulos, de sus palabras.

Dios dice: ¡Vuestra riqueza y dinero no pueden comprarme. Mis valores tienen un valor infinito y los doy a quien con corazón sincero los pide y los quiere! ¡Ah! ¡Por cierto son GRATIS! ¿Qué mercader puede mejorar esta oferta? AMÉN.

Felipe Lobo Arranz
Iglesia Evangélica Española
Granada
loboarranz@ya.com

 

 


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