Göttinger Predigten im Internet
ed. by U. Nembach, J. Neukirch, C. Dinkel, I. Karle

Predicación para el 1º domingo de Cuaresma, 05 de marzo de 2006
Texto según LET serie B: Marcos 1, 12-15, Rodolfo Roberto Reinich
(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Personalmente fui bautizado siendo un niño pequeño. Sólo conozco lo que sucedió ese día por los relatos de mis padres y padrinos. Pero, con el tiempo ellos me transmitieron que por mi bautismo puedo tener la certeza de ser un hijo querido de Dios. Durante mi niñez me contaron en forma sencilla muchas historias bíblicas. Me hicieron conocer a Jesús, su vida y obra. Después de un curso intensivo en mi congregación pude reafirmar con alegría lo que habían hecho en mi lugar mis padres. Durante una celebración muy emotiva pude aceptar el signo por medio del cual Dios, gratuitamente y sin condiciones previas, me expresó en forma visible que me quería. Consciente de ello he tratado de asumir mi compromiso de vivir diariamente en forma responsable - y con la ayuda del Espíritu Santo - mi identidad como cristiano.

Por otra parte, tengo que confesar que me aceptar que algunas iglesias cristianas en nuestro medio dudan de la validez de la Palabra y promesa de Dios y vuelven a bautizar a las personas que han conquistado para su comunidad, poniendo todo el énfasis en decisión personal previa. Sin embargo, valoro y respeto a las personas adultas no bautizadas que quieren recibir este medio gratuito para integrarse a una comunidad dar testimonio concreto de su fe.

Este tiempo de cuaresma, que iniciamos, es “una invitación a renovar el compromiso contraído hace ya mucho tiempo, sea personalmente, sea por nuestros padres y padrinos. Es que en esto sucede lo mismo que en todas las cosas humanas: lo que no se alimenta languidece y muere. Así vemos a millones de personas muriendo de hambre y a parejas desunidas porque ha muerto el amor en otro tiempo lozano.” (M. Rubino y V. Godino, Aporte para las celebraciones dominicales, Tomo 3, pág. 99).

En una reflexión el Dr Nestor Miguez dijo: “Como Jesús durante su bautismo los cristianos militantes hemos visto, sentido y escuchado, de un modo especial y personal, la presencia de Dios en nuestras vidas llamándonos a participar de su reino, encomendándonos una tarea, un ministerio especial, y dándonos la fuerza de su espíritu para realizarla. Estamos en la iglesia porque Dios nos buscó personalmente a cada uno de distintas maneras.”

Jesús comienza en Galilea la tarea encomendada por Dios.

El anuncia la venida del Reino de Dios. Un Reino que ya se hace realidad con la Presencia, Palabra y la Acción de Jesús. Dicho de otra manera, con Él irrumpe en forma concreta y sigue presente ahora en nuestro mundo la anunciada soberanía de Dios.

Por esta razón Jesús busca involucrarnos personalmente a sus discípulos. También a nosotros ahora y aquí. Se dirige a nosotros buscando nuestra participación activa y -al igual que Juan - nos invita a cambiar nuestra forma de pensar y actuar y a seguirle con fe.

Nosotros nos decidimos a favor de Jesús y nos ponemos bajo la orientación y gobierno de Dios cuando con su ayuda estamos dispuestos a proclamar el Evangelio y a servir a nuestros prójimos.

Nuestra conversión, es decir cambio en la manera de pensar y actuar será consecuencia de nuestra fe en él. Y, vemos que nuestra fe a su vez le dará la dirección correcta a nuestra conversión. Sería una hipocresía decir que creo en el amor de Dios, revelado en Jesucristo, y no cambio mi manera de vivir diariamente orientándome en la enseñanza y manera de vivir de Jesús. En otras palabras, la orientación total hacia Dios cambia completamente a la persona, su vida y su futuro.

Entonces, es necesario “dejarse dar vuelta”, tomar una clara posición de fe y de actitud frente al mundo si queremos llegar a la meta: ser parte del Reino de Dios. Pues, nuestra vida adquirirá un nuevo significado, también una nueva forma de ver al mundo. Al vivir la conversión estamos creyendo que también en la actualidad vale la pena meterse con Dios, entregarse y confiar en él.

Esto es comprender también que “Dios no nos saca del mundo, ni de la historia ni de la dura realidad cotidiana, sino que - como a Jesús - su espíritu nos arroja al desierto para enfrentar y resistir a los poderes del pecado y la muerte que tantos sufrimientos causa. En esa lucha nunca estamos solos. Aunque ya no tengamos visiones ni escuchemos voces ni sintamos un poder trascendente que nos posee o envuelve, el evangelio afirma que los Ángeles de Dios están cerca para servirnos.” (Miguez).

Para ello Jesús prepara para lo que la necesita a la gente que llama.

Él no pide un currículo con condiciones previas de origen, estudios, experiencia, estado, etc. que legitimen a la persona. Lo importante es la decisión de seguirle y la disposición de escuchar sus indicaciones y tratar de ponerlas en práctica con la ayuda de su Espíritu Santo para que siga estando presente en nuestro mundo su poder transformador.

Aquí me parece apropiado agradecer y tener en cuenta parte del valioso Mensaje de los cristianos de todo el mundo, que estuvieron reunidos en la Asamblea del CMI en Porto Alegre, Brasil, el pasado mes de febrero de 2006.

“El tema de esta Novena Asamblea es una oración: "Dios, en tu gracia, transforma el mundo". En la oración nuestros corazones se transforman, por ello ofrecemos nuestro mensaje como una oración:

Dios de gracia,
juntos nos volvemos a ti en oración, porque eres tú quien nos une:
eres el Dios uno - Padre, Hijo, y Espíritu Santo - en quien creemos,
solo tú nos das el poder de hacer el bien,
tú nos envías por toda la tierra en misión y servicio en el nombre de Cristo.
 
Confesamos ante ti y todo tu pueblo:
Hemos sido siervos indignos.
Hemos dilapidado y maltratado la creación.
Nos herimos unos a otros por las divisiones que nos separan en todas partes.
No hemos sabido actuar con firmeza contra la destrucción del medio ambiente, la pobreza, el racismo, la discriminación por castas, la guerra y el genocidio.
No somos sólo víctimas, sino también victimarios de violencia.
En todo esto, no hemos sabido ser discípulos de Jesucristo,
quién, en su encarnación, vino para salvarnos y enseñarnos a amar.
Perdónanos, oh Dios, y enséñanos a perdonarnos unos a otros.
 
Dios, en tu gracia, transforma el mundo.
  Dios, escucha el clamor de toda la creación,
los gemidos de las aguas, el aire, la tierra y todos los organismos vivos,
el llanto de quienes son explotados, marginados, abusados y víctimas de la violencia,
de los desposeídos y silenciados, cuya humanidad es menospreciada,
de quienes sufren a causa de enfermedades de todo tipo o de la guerra
y de la violencia de los arrogantes que eluden la verdad,
distorsionan la memoria y niegan la posibilidad de reconciliación.
Dios, guía a todos los que ocupan puestos de autoridad para que tomen decisiones que reflejen integridad moral.
 
Dios, en tu gracia, transforma el mundo.
  Te damos las gracias por tus bendiciones y los signos de esperanza que ya están presentes en el mundo, en hombres y mujeres de todas las edades y en quienes nos han precedido en la fe; en los movimientos para erradicar la violencia en todas sus formas, no sólo por un decenio sino para siempre; en los diálogos profundos y sinceros que se entablan en nuestras iglesias y con los creyentes de otras religiones en la búsqueda de entendimiento mutuo y respeto recíproco; en quienes colaboran por la paz y la justicia – en circunstancias excepcionales o en el día a día.
Te damos las gracias por las buenas nuevas de Jesucristo, y por la seguridad de la resurrección.
 
Dios, en tu gracia, transforma el mundo.
  Por el poder y la orientación de tu Espíritu, oh Dios,
que nuestras oraciones no sean palabras vanas,
sino una respuesta diligente a tu Palabra viva
en la acción no violenta directa por el cambio positivo
en actos claros y audaces de solidaridad, liberación, sanación y compasión,
compartiendo con presteza las buenas nuevas de Jesucristo.

Abre nuestros corazones para amar y que veamos que todas las personas están hechas a tu imagen, para cuidar de la creación y afirmar la vida en su maravillosa diversidad.
 
Haznos ofrenda de nosotros mismos, para que podamos ser tus colaboradores en la transformación, a fin de empeñarnos en la búsqueda de la plena unidad visible de la Iglesia una de Jesucristo,
y que seamos prójimos de todos,
en la expectativa ansiosa de la plena revelación de tu reino,
de la venida de un nuevo cielo y una nueva tierra.
 
Dios, en tu gracia, transforma el mundo. En el nombre del padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.



Pastor Rodolfo Reinich, Buenos Aires
reinich@ciudad.com.ar


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