Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el 4° domingo después de Epifanía, 29 de enero de 2006
Texto Marcos 10, 14 por René Krüger
(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de los que son como ellos . Marcos 10,14.

Hermanas y hermanos:

No es ninguna novedad decir que vivimos en una sociedad altamente contradictoria. Por un lado hay toda una idolatría de la eterna juventud y un mundo comercial espectacular creado en torno a los chicos y los jóvenes; y por el otro hay un descuido aberrante de la delicadeza que se debe a esas etapas formativas de la vida humana. Sobran los ejemplos.

El fenómeno más trágico del mundo actual son los llamados chicos de la calle. Es un fenómeno que se produjo con la industrialización, la migración del campo a la ciudad, la descomposición de la comunidad familiar, el abandono de las criaturas, la criminalización de ciertos padres, la explotación de los niños mendigos. Es una mancha vergonzosa de esta sociedad y uno de sus más trágicos contrastes. Sin culpa personal, estos chicos son expulsados de su hogar y cortados de una buena educación, de la alegría, de la salud y sobre todo del amor de los padres, hermanos y abuelos. Y también son marginados de la posibilidad de criarse en un ambiente de fe y de ir conociendo a Jesús y de formar parte de una comunidad cristiana. Esta marginación de Dios es catastrófica, porque les quita a los chicos la posibilidad de construir su vida sobre bases sólidas. Eso hay que afirmarlo con todas las letras, por más que la despreocupación religiosa y el abandono del Evangelio y de los valores cristianos por parte de tanta gente hagan creer que la fe y la Iglesia sean cosas secundarias, no esenciales ni vitales, y que todo da lo mismo.

Frente a esas tendencias que yo llamo infanticidas y que repercuten tan fuertemente sobre toda la generación pequeña, escuchamos hoy y en cada bautismo las palabras de Jesús:
Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de los que son como ellos .

¿Qué significa esto? ¿Cómo cumplir con este mandato, cuando existen esas tendencias en la sociedad que nos arrastran a hacer lo mismo, a despreocuparnos de todo, a dejar que cada cual haga lo suyo, a no comprometernos con nada positivo y a no llamar la atención con nada?

¡Ahí está! Es exactamente eso: Hay que superar la inercia, la indiferencia generalizada. Hay que animarse a remar contra la corriente. Hacerlo sólo es muy difícil, porque uno se cansa y tira la toalla. Ese es uno de los motivos por los cuales necesitamos la comunidad de fe, la iglesia.

Hace 20 siglos los primeros seguidores de Jesús, la primera Iglesia cristiana, entendían exactamente eso: que tenían que ser una comunidad que remaba contra la corriente. Que tenían que oponerse a muchas cosas que a todas luces no sólo eran equivocadas, sino que eran directamente malas y dañinas para la vida de la gente. Sabían que no podían participar en todas las cosas, sino que tenían que evaluar muy cuidadosamente todo lo que se ofrecía.

Aquellos primeros cristianos sacaban la fuerza para una vida diferente de su fe en Jesús. Sabían que Jesús se había jugado por ellos, que había entregado su vida por ellos. Pero también sabían que esa vida y esa entrega habían valido la pena, y que Dios confirmó esa validez resucitando a Jesús de los muertos.

Esa fe les animaba a ser críticos de su entorno, a evaluar con criterio todo lo que pasaba, a aceptar lo bueno y a oponerse a lo perjudicial. Les alentaba a vivir de una manera diferente y a no seguir la corriente de aquella sociedad desastrosa y nefasta. Y que ésta realmente era desgraciada, lo sabemos por los testimonios de muchos autores romanos y griegos honrados y sinceros, que se quejaron de un sinnúmero de males de su época.

Esa propuesta de vida distinta sigue siendo válida también hoy. Con la fe en Jesús y enganchados en el ideal del reino de Dios, también hoy es posible oponerse a cuanta tendencia equivocada, dañina y mortífera exista en la sociedad. Es posible vivir y actuar en pro de algo diferente, para que los chicos que van naciendo, que estamos bautizando y que van creciendo puedan vivir protegidos por el amor y no atacados constantemente por la dureza de la violencia, marginados de las cosas lindas de la vida, excluidos de lo necesario para poder sobrevivir.

Bautizar a criaturas es un gran compromiso. Los padres y padrinos y toda la comunidad se comprometen a darle protección, contención cristiana y amor a una criatura. Le dicen: Te queremos, te garantizamos nuestra presencia y nuestro apoyo; vamos a poner en práctica lo que Dios mismo está haciendo por vos en tu bautismo: incorporarte al cuerpo de Cristo que es la iglesia. Te vamos a ayudar a vivir. Te vamos a acompañar con nuestra oración y con nuestro ejemplo. Te vamos a hablar de Jesús, para que lo puedas conocer como tu Señor y Señor de todos nosotros. Te vamos a guiar en tu fe. No queremos que caiga en saco roto lo que Dios comenzó hoy en tu vida. No queremos que se destruya esa delicada plantita que hoy empieza a crecer. Queremos que seas feliz en tu vida terrenal y eterna. Nos comprometemos a poner lo nuestro para que así sea. Y no queremos tener que rendir cuenta por haberte impedido que llegues a Jesús.

Y también te decimos que no somos perfectos, sino que necesitamos la ayuda de Dios para hacer bien los deberes.

Por lo menos en una cosa los chicos se convierten en nuestros maestros, y tenemos que aprender a ser como ellos. No estoy hablando de su supuesta inocencia, porque bien sabemos que no la tienen; ni de ningún tipo de bondad especial. Hablo de su dependencia, de su apertura, de su disposición de dejarse llevar. Es como una entrega confiada y total a sus padres, porque sin ellos son totalmente desamparados. Esa situación es una metáfora, un símbolo de nuestra dependencia de Dios. Eso es lo que Jesús nos recomienda con esas palabras algo enigmáticas:

El reino de Dios es de los que son como ellos .

Amén.

René Krüger
Profesor de NT y Rector del Instituto Universitario ISEDET, Buenos Aires, Argentina
Pastor de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata
http://www.isedet.edu.ar

 


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