Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para la Navidad, 25 de diciembre de 2005
Texto según LET serie B: Juan 1, 1-5.9-14, Sergio Schmidt
(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Titulo: Una navidad sin relativismos.

Apreciada comunidad:

El Evangelio de Juan es especial. No narra nada de lo que nos cuenta el Evangelio de Mateo, ni de Lucas. No dice nada del pesebre, del mesón, del viaje de José y María de Nazaret a Belén; no dice nada de los pastores ni de los reyes magos. No se habla de la estrella de Belén. No hay ángeles cantando. No dice nada de cómo nació Jesús, nada, nada!!

Podemos hacer muchas preguntas:

  • ¿Es que no hay Navidad para el Evangelio de Juan?
  • ¿Para qué la iglesia eligió a un evangelio que ni siquiera se toma el trabajo de hablar del nacimiento del Salvador?
  • ¿Por qué elegir en texto tan filosófico para hablar del nacimiento de Jesús que fue tan humilde?

Pero, sí sabemos escuchar bien a este hermoso evangelio, el nos responderá estás y muchísimas preguntas más. Todo lo anterior es cierto, pero esto no significa que para el Evangelio de Juan no sea importante. El Evangelio de Juan no repite lo que ya su comunidad sabe muy bien. Lo que sí hace, y por esto es el “Evangelio espiritual”, es profundizar, sin repetir lo ya dicho, el mensaje del Evangelio. Es así como el presente texto cobra otra luz.

Y, con esta luz, debemos abordar el texto de hoy. Si lo hacemos veremos que, en realidad, este es un excelente texto sobre el sentido de la navidad. Especialmente esta, la navidad 2005.

El nuevo papa de la Iglesia Católica Romana, Benedicto XVI, tiene toda la razón cuando dice que hoy vivimos en la “dictadura del relativismo”. Se nos dice -¡casi como un dogma!- que todo es relativo y, en consecuencia no existen las cosas absolutas.

Este dogma relativista se nos mete también en la navidad.

Y, como escucho hasta mi hartazgo, se usan frases como las siguientes: “No es importante que María haya sido virgen”. “No es importante que María haya concebido por obra del Espíritu Santo”. “No es importante si Jesús fue o no hijo de José, prometido de María”. Y la cosa sigue: “No es importante si Jesús, en su auto-consiencia, se veía como ‘Hijo de Dios’ o no”. “No es importante si Jesús resucitó históricamente o no”. Todo es relativo…

Mi primera reacción es pensar que, en realidad, el docetismo nunca murió. Algunas veces se predica un docetismo ingenuo, otras veces no tan ingenuo…

Pero no, no todo es relativo. Nuestro texto es claro: el Jesús que caminó en Palestina era el mismísimo Hijo de Dios. El era el Logos, la Palabra, el Verbo, el Sentido, etc., etc. de Dios y era Dios. Y, aunque se me acuse de dogmático, conservador o lo otros adjetivos por el estilo, creo que la única forma posible de poder hablar en esta Navidad que Jesús era “Emmanuel” DIOS CON NOSOTROS es creer que el bebé que creció en el vientre de Maria era el mismísimo Dios que vino al mundo. ¿De que otra forma se puede hablar de encarnación? ¿Con el llamado adopcionismo? Lo dudo muchísimo!!!

Lo que el texto del Evangelio de Juan expresa, es lo mismo que Pablo escribió en su carta a los filipenses 2: 5ss:

" 5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús: 6 Él, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los hombres. 8 Mas aún, hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por eso Dios también lo exaltó sobre todas las cosas y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”

Es por eso que estoy convencido que todo esto es de vital importancia para poder discernir por donde pasa la verdadera Navidad de todas estupideces, fruslerías, boberías, necedades, baratijas que el consumismo le asigna a la Navidad.

Realmente la Navidad es la fiesta más bastardeada que posee el Cristianismo.

Fíjense, sin ir más lejos, los mensajes de vomitan los medios masivos de comunicación: Navidad es fiesta del amor, de la paz, de la familia, del compartir. Tenemos que ser solidarios y donar juguetes a los niños pobres, se habla se la armonía, de los valores, etc., etc. etc. Todo esto es cierto, pero si dejamos de lado a Jesucristo como el mismísimo centro de la navidad, ésta se transforma, taxativamente, es una estupidez más de este mudo post-moderno.

Claro que tenemos que respectar a los demás; claro que hay que respetar a las otras religiones, claro que hay que respectar a los ateos, claro que hay que respectar a los que piensan diferente. Claro y no lo niego; pero, ¡por favor!, que no se a costa de anonadar, relativizar, desvirtuar, tergiversar, falsear y confundir al verdadero mensaje de la navidad.

Discúlpenme la franqueza, pero es como lo dice el refrán: “No es lo mismo ser profundo que haberse venido a bajo”.

La Navidad es ese tiempo que me tiene que llevar a pensar: “¿cómo pudo Dios amar tanto a la humanidad que no le pareció demasiado hacerse un bebé?”

El mismísimo misterio navideño es pensar como un Dios todopoderoso, omnisciente, omnipresente quiso hacerse un indefenso niño y nacer humilde en un pesebre. ¿Existe otra cosa más maravillosa que Dios pudo haber hecho por nosotros?

En la Navidad Dios mismo viene al mundo. Dios trae su luz por medio del bebito-Dios. Claro que podemos hablar de paz, amor, alegría, fraternidad y todo lo que ustedes y yo querramos pero, eso sí, si la navidad tiene como centro a Jesucristo, verdaderamente encarnado y resucitado. Sin este centro, la navidad no es Navidad. Sin Jesucristo la navidad sería algo así como un tiempo de fantasía y de magia; un pseudo cable a tierra más de los tantos que exilien y con los cuales tenemos que convivir cada día.

Dios está entre nosotros. Dios se metió en este su mundo, por eso puedo decir ¡Feliz Navidad!

Es mi más profundo deseo que sea Jesucristo, y no otra cosa, el centro de nuestras celebraciones navideñas.

Que así sea. Amén.

Sergio Schmidt
pastor de la IERP, Buenos Aires
breschischmidt@telecentro.com.ar

 


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