Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el 4° Domingo de Adviento, 18 de diciembre de 2005
Texto según LET serie B: Lucas 1.26-38, Edgar Moros

(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


JESÚS, EL QUE VIENE: EL ANUNCIO A MARÍA

Introducción

El relato bíblico que leemos hoy en este Cuarto Domingo de Adviento es ciertamente extraordinario. Se nos habla de un ángel, Gabriel, que se le aparece a una doncella, “virgen”, desposada pero no casada, llamada María, ángel que le da a la doncella un anuncio ciertamente extraordinario, sorprendente y turbador. Claro está que la sola presencia de un ángel que de repente se nos aparezca en nuestro dormitorio o en la sala de la casa, o aun en el baño, o inclusive en nuestro despacho y nos interpele y nos traiga cualquier anuncio, pues creo que nos dejaría sin habla y boquiabiertos; sin respuesta alguna más que el estupor. Sin embargo, esta doncella humilde y sencilla da al ángel una respuesta extraordinaria, respuesta grandiosa, ejemplo a seguir por todos nosotros. Veamos pues detenidamente este turbador pero hermoso relato de la anunciación hecha a María por el ángel Gabriel.

    1. María y el ángel Gabriel—encuentro extraordinario

La joven María vivía en Nazaret, ciudad de Galilea. Sin duda era una chica bastante joven, ya que la edad para casarse era temprana para las mujeres judías de aquellos tiempos. Tenía novio y más aún, estaba desposada, comprometida ya para casarse, con un hombre de nombre José, de la casa de David. No se nos dice qué edad tenía este José, pero seguramente no era ningún viejecito, como muchas veces se le representa. Sin duda era un hombre vigoroso, trabajador en el oficio de la carpintería, que estaba listo para comenzar un hogar, una familia y tener muchos hijos, como era la usanza entre los judíos.

Pues bien, la jovencita María que seguramente estaba ensimismada en sus pensamientos, de preparativos de la boda, pensando en todo lo que tendría por hacer, de repente se encuentra con que un extraño personaje entra donde ella está y le habla y la saluda, “¡Salve, muy favorecida! (¡Alégrate, favorecida!) El Señor está contigo, bendita tú entre las mujeres”. Dice Lucas, que al oír al personaje María se turbó y pensaba qué salutación era esta. Y no es para menos—un extraño en su casa y saludándola de esta manera. Pero sin duda tenía que ser un ángel aquel personaje, porque comprendió perfectamente la turbación de María y le dijo para tranquilizarla, “no temas, porque has hallado gracia delante de Dios”. Pero eso era como para que no se desmayara ante lo que seguía: “Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús”. ¡Menudo encuentro! ¡Pequeña sorpresa! “¿Ahora voy a concebir?” “¿Qué se trae este tío entre manos?” “¿De qué me está hablando?” Sin duda la cabeza le daría vueltas a María ante estas asombrosas palabras de la boca de este misterioso personaje que se le ha aparecido.

    2. El anuncio extraordinario sobre el que ha de venir

Pero si bien el encuentro entre María y el ángel Gabriel es un encuentro extraordinario, mucho más extraordinario es el anuncio que hace el ángel acerca del hijo que ha de concebir María, de este Jesús. Este que ha de venir “será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. Ahora la turbación de María se torna en admiración ante lo maravilloso, ante lo increíble o difícil de creer, por magnífico y extraordinario. Y así, le dijo al ángel, ¿cómo será esto?, ¿cómo puede suceder algo tan maravilloso, si aún no he tenido relaciones con mi prometido, si todavía no estamos casados, “si todavía no conozco varón”, en la expresión judía. El ángel responde que será cosa de Dios, del Espíritu de Dios, que no ha de preocuparse, Dios sabrá que hacer y “el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”.

¿Entendió María cómo iban a pasar las cosas? ¿Podemos entender nosotros lo que sucedió? Sólo podemos saber que el Espíritu Santo vino sobre ella y “que nada es imposible para Dios”. Y podemos hacer muchas conjeturas, pero realmente no podemos saber y, realmente, esto no es lo importante del asunto. Lo verdaderamente importante es el anuncio del advenimiento y la llegada de Jesús, del Hijo del Dios Altísimo, cuyo reino no tiene fin, quien es nuestro Señor y Salvador, Emmanuel, Dios con nosotros.

    3. La respuesta grandiosa de María—ejemplo a seguir

El ángel le dio bastante tranquilidad y seguridad a María, al ponerle como ejemplo un caso también extraordinario, si bien diferente a lo que ocurriría con ella. Su parienta Elizabet, ya una mujer mayor y estéril ha concebido en su vejez. Cosa de Dios también, como en muchos casos en el Antiguo Testamento (Sara, la esposa de Abraham, por ejemplo). Claro que María es joven y no necesariamente estéril y, ella, a diferencia de Sara y de Elizabet y demás casos semejantes en el Antiguo Testamento, no está rogándole a Dios que le dé un hijo.

Pero María, no sólo está ahora más tranquila sino que en su sencillez y humildad ha quedado maravillada con el anuncio de Gabriel. Ella ha sido favorecida por Dios. Sin mérito alguno de su parte, Dios la ha elegido y la ha hecho bendita entre las mujeres. Por eso, ahora sin titubear y con actitud de entrega total, María da una respuesta grandiosa, extraordinaria, asombrosa: “He aquí la sierva del Señor (la esclava del Señor); hágase conmigo conforme a tu palabra”. Que se haga como Dios tenga previsto. Esta respuesta revela una gran fe, confianza total en Dios, actitud de entrega y de servicio, sin reservas, humildad y entrega, en conformidad a la palabra del Señor. Hay aquí el reconocimiento de que ella como tal no es importante, sino que ha sido elegida por Dios. De Dios proviene todo y ella es apenas un instrumento; Dios la hace “muy favorecida”, “el Señor está con ella” y por tanto es, “bendita entre las mujeres”.

CONCLUSIÓN

Nosotros los protestantes, debido a las situaciones que hemos vivido desde la Reforma, hemos criticado la mariología y extrema exaltación de María que han hecho nuestros hermanos católicos. Rechazamos vehementemente conceptos tales como que María haya sido “sin pecado concebida”, esto es, la llamada INMACULADA CONCEPCIÓN; el que María haya ascendido corporalmente al cielo; el título de “Reina del cielo” y cualquier insinuación de que sea “mediadora” o “corredentora”, cuyo nombre debamos invocar y a quien debamos encomendarnos y, cosas por el estilo.

Evidentemente no es esto el testimonio bíblico. María confiesa que es la esclava o sierva del Señor y esto significa que reconoce que Dios reina sobre su vida y que Su Palabra está sobre todas las cosas: “hágase conmigo conforme a tu palabra”. De ahí que los protestantes tenemos que aprender a dar su verdadero lugar a María, como sierva del Señor, dechado de humildad y disponibilidad para someterse a la Palabra de Dios—ciertamente un ejemplo a seguir por todos nosotros.

Pero hemos de tener muy claro que ni en este pasaje, ni en ningún otro en la Escritura, es María el personaje central, desde ningún punto de vista, a pesar de que es una mujer “muy favorecida”; tampoco es el ángel el personaje central del relato, por misterioso, extraordinario y sobrenatural que sea. Lo central tiene que ver con el anuncio que le da Gabriel a María. En su vientre concebirá y dará a luz a un niño que será llamado Jesús, y este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Este – este es el mensaje del Adviento para nosotros hoy.

¡VEN SEÑOR JESÚS! Amén.

Prof. Dr. Edgar Moros
El Escorial, Madrid
edgar.moros@centroseut.org

 


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