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Predicación para el 12º Domingo de Pentecostés, 7-8-2005 |
La salvación de Dios que viene por medio de Jesucristo sea con Uds. Estimados hermanos y hermanas: Hay una cosa que todo el tiempo nos paraliza, nos detiene, no nos permite ser del todo felices, libres. Hay un sentimiento que constantemente nos hace sentir dependientes, inferiores, pobres y desprotegidos. Y no es una cosa que viene de afuera sino que nace de nuestro interior, de nuestro corazón. Es algo que se manifiesta con relación a situaciones, personas o hechos de nuestra realidad inmediata o mediata. Ese sentimiento es la duda, la desconfianza, la incredulidad. Si miramos a nuestro alrededor, con todo lo que pasa en nuestro mundo encontraríamos inmediatamente una justificación para tener ese sentimiento de duda, desconfianza, incredulidad. Frases como “Ya no se puede confiar en nadie” o “con la violencia que hay en la calle no sabemos si regresamos a la casa por la noche”, son perfectos testimonios de lo que estamos diciendo. La duda y la desconfianza toman cuenta de nuestras vidas y tomamos actitudes en consecuencia. Ahí está el peligro, ahí es donde podemos caer y no levantarnos más. Ahí vamos perdiendo la integridad, ahí vamos perdiendo la dignidad de ser humanos e hijas e hijos de Dios. Se imaginan.... ¡Qué diferente sería nuestra vida si nuestra actitud principal fuera la fe, la confianza! Nuestra forma de manejarnos en la vida sería totalmente diferente. Seguro que también tropezaríamos, seguro que nos caeríamos una y otra vez, seguro que nos seguiríamos decepcionando pero con confianza nos levantaríamos y seguiríamos adelante en nuestro camino. A Pedro seguramente le sucedió algo parecido. Él dudó y cayo. Sin embargo vemos que Jesús no lo condenó, al contrario le ofreció otra oportunidad para creer y confiar y lo salvó. Este es el mensaje que Dios, por medio de su Palabra, nos quiere transmitir hoy también a nosotros. Él nos ofrece una nueva posibilidad, a pesar de nuestras dudas, de nuestras desconfianzas. Él no nos condena por dudar o desconfiar sino que nos da una nueva posibilidad de creer y confiar. Así nuestra vida puede retomar en camino de la integridad, de la dignidad, de la libertad y de salvación. Él es el único que puede darnos esta confianza y esta Fe. Escuchemos y aceptemos esta gran oportunidad. Amén. Julio Strauch,
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