Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el 8º Domingo de Pentecostés, 10 –7 - 2005
Texto: según LET serie A: Mt 13, 1 - 9. Por: Rodolfo. R. Reinich

(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Gracia y paz de nuestro Señor Jesucristo, del que era, es y será siempre. Amén.

¡Estoy cada vez más me impresiona la genialidad de Jesús para explicar cosas profundas por medio de ejemplos sencillos, comprensibles!

Aunque en la actualidad existan las tan polémicas semillas “transgénicas”, –que se adaptan a todo terreno y climas- y se utilicen maquinarias muy sofisticadas para la siembra y la cosecha, el acontecimiento fundamental de todo ser viviente, y que tiene que ver con el proceso real del nacimiento, del crecimiento, de la fructificación (multiplicarse) y finalmente de la muerte, sigue siendo una de las experiencias más fascinantes para los niños, aun en los ámbitos más urbanos, cuando lo practican en las escuelas en forma visible con porotos en un frasco de vidrio transparente.

En este sentido la imagen de “la siembra y la cosecha”, que tiene que ver con los momentos y acontecimientos básicos de la vida de los humanos, es inspiradora de muchas asociaciones y expresiones de la vida cotidiana. Así por ejemplo la palabra del profeta Oseas 8,7 se ha convertido en nuestras pampas húmedas en un dicho popular relacionado con actitudes humanas: “¡El que siembra vientos cosechará tormentas (tempestades)!”

Jesús relaciona la siembra con la proclamación del Evangelio del Reino de Dios. Y, nos impresionan los resultados del emprendimiento. Apenas un cuarto del espacio sembrado produce frutos. Claro que este cuarto puede llegar a multiplicarse entre 30 y mucho más veces.

La pregunta es para nuestra realidad actual: ¿Dónde radica el problema del escaso rendimiento?

Si la Palabra es la semilla del Reino de Dios entonces nos resulta muy difícil poner en duda su calidad. ¡Tiene un origen auténtico, con el sello de calidad del Padre y del Hijo.

Entonces ¿radica el problema en los anunciadores, los “sembradores”, en las herramientas y los métodos utilizados: ¿sembrado directo, sembrado sobre terreno trabajado, abonado y fertilizado? ¿Depende el éxito de la proclamación del evangelio del reino de Dios del uso adecuado de los medios masivos de comunicación? ¿De la capacidad discursiva de los evangelizadores? ¿De las estrategias y las técnicas del manejo del público (y de las masas)? ¿De la preparación previa de la gente?

Pareciera que en el ejemplo de Jesús la cuestión no reside en la semilla, ni en el sembrador, ni en las estrategias y metodologías utilizadas, sino que más bien apunta al terreno que recibe la semilla, a los receptores de la Palabra.

Así describe a cuatro grupos, que representan desde siempre el pluralismo de la sociedad en su relación con Dios:

Hay personas cuyos corazones son tan duros como el camino. Escuchan la Palabra pero no la dejan penetrar en sus corazones. Son los desprevenidos, que subestiman el poder del mal, personificado en “el maligno que viene y les quita el mensaje sembrado en el corazón” (V. 19). No deja la posibilidad que el mensaje germine, crezca y fructifique.

En el segundo se trata de la semilla que cae en terreno pedregoso, con una capa muy fina de tierra fértil, sólo suficiente para que la semilla germine pero que no alcanza para echar raíces. Diríamos que es la “gente del momento”, que talvez se entusiasman un poco con la Palabra, en un culto o en un bautismo, pero que tan pronto como la vida cotidiana les impone otras desafíos o les ofrece otras sensaciones se desilusionan rápidamente y ¡a otra cosa! Es la gente del “zaping”. Su fe no se arraiga, no se hace carne ni perdura en sus vidas.

El otro grupo es el caso donde la Palabra cae en terreno fértil, pero que es ahogada por el entorno, indiferente y despectivo, por las preocupaciones y el miedo, por los problemas económicos. Son las personas que están absorbidas por las cuestiones materialistas, las posesiones, el prestigio, el disfrutar la vida. La fe choca con otras cosas que para ellos son mucho más importantes y frente a las cuales Dios no tiene ninguna oportunidad.

Pero también existen aquellas personas donde la Palabra cae en terreno fértil en el sentido más cabal. Esta puede arraigarse, puede crecer bien y traer muchos frutos. Son las personas que están permanentemente dispuestas a servir a Dios y a sus hijos amados, los humildes, los que sufren, los despreciados, los marginados, los perseguidos, los pobres.

Este último grupo de personas son también un permanente desafío para nuestra fe, no para encasillar en distintas categorías a los demás, sino para preguntar dónde estamos y qué andamos nosotros.

Nos desafían a prestar atención y abrirnos a la Palabra de Dios, que todavía es proclamada de muchas maneras, para que fructifique en cada uno de nosotros en una vida a la manera de nuestro Señor Jesucristo. El es la Palabra encarnada, que libera, que ayuda al seguimiento consecuente, que genera confianza, que nos capacita para amar, que nos da esperanza y que nos mueve a seguir adelante alegres y sin temor. Amén.

Rodolfo Reinich, pastor en Buenos Aires
reinich@ciudad.com.ar

 


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