Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

3º Domingo después de Pentecostés, 5- 06 -2005
Texto: Mt 9,9-13, Cristina Inogés

(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


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Hermanos: ¡Que el Señor ilumine su rostro sobre nosotros!

La llamada

Cuando Dios irrumpe en la propia vida, las reacciones son de lo más variado. Hay quien muy absorto en sus intereses, sigue a lo suyo sin darse por enterado. Otros por miedo a lo que cambiará radicalmente, vuelven la mirada como si no fuera con ellos. Hay quien quiere responder presto pero, el miedo lo paraliza al instante. Algunos como Mateo, se sienten verdaderamente cuestionados y responden a la llamada de Dios.

La llamada es igual para todos, la respuesta depende de la libertad del hombre. Ahí está la grandeza y el riesgo.

El primer paso para responder a la llamada es estar dispuesto a salir de la apatía, y dejarse convulsionar por dentro. Esto no es fácil encontrarlo hoy. El hombre postmoderno es un ser con escaso contenido, sin pasión, con miedo a adquirir compromisos a largo plazo (por no decir definitivos). Se parece mucho a las personas que están como ovejas sin pastor (Mt 9,36).

Sígueme

Sígueme . Eso es todo. No hay un programa de vida, ni un ideal. Mateo se encontró con una invitación que ni siquiera parece cortés, sino más bien autoritaria. Ni siquiera hay una vaga promesa de felicidad. Jesús propone llevar una vida como la que lleva Él, nada más. Y nada menos. Es el sígueme sin condiciones porque nos pertenecemos mutuamente, yo soy para mi amado y mi amado es para mi (Cant 6,3).

Probablemente la vocación de Mateo no fue tan “estricta” como la cuenta el evangelio. Tendría sus altibajos. Desde el ímpetu de la novedad hasta el y ¿qué hago yo aquí? Pero siguió ahí, indagando, descubriendo y viviendo en profundidad la llamada que había recibido.

Y a nosotros, ¿desde dónde nos dice Jesucristo: sígueme? Toda vocación tiene su raíz en la consagración bautismal. Por el bautismo somos consagrados a una llamada especial que unos escucharán y otros no, que unos aceptarán y otros no. En todo caso siempre será una invitación a caminar, a descubrir, a hacer crecer. Una invitación a meternos de lleno en la vida, desde la Vida, a vivir en plenitud. Y esta invitación nos la hace Jesucristo desde su propia vida, desde su propio ejemplo, desde su propia humanidad.

Sucede que tenemos una “idea muy clara” de lo que es responder a la llamada. Siempre andamos a vueltas con el sí claro y rotundo, visible y a ser posible palpable. Pero sucede que muchos hermanos nuestros, calificados como cristianos no practicantes, responden comprometidamente al sígueme de Jesús con el servicio gratuito, la atención a los más desfavorecidos, la oración personal… ¿Tenemos que seguir reduciendo la práctica religiosa a la asistencia al culto dominical? ¿Es menos respuesta una cosa que la otra? Ciertamente todo forma parte de esa respuesta, pero nadie está en condiciones de decir qué respuesta es superior. Mateo siguió a Jesús, también lo hizo Nicodemo, la samaritana, José de Arimatea…

Nuestra respuesta

Al hablar de vocación nos ponemos muy serios. Es como si hablásemos de algo misterioso, oculto. En realidad es más simple. Si hemos recibido la semilla de la vocación en el bautismo, en el devenir de nuestra vida irá creciendo. Lo que sucede es que, a mi entender, en un momento determinado equivocamos el proceso, porque creemos que hay que ir en busca de la vocación cuando en realidad la tenemos y, lo que tenemos que buscar es el campo y el abono adecuado para que crezca.

Será un proceso de ensayo y error, porque no todos los sitios en los que creamos que la vocación puede crecer serán los adecuados. Unas veces por nuestra forma de ser que no encaja en un lugar determinado, otras porque no es el momento oportuno y hace falta madurar más, otras porque no encontramos los compañeros de camino adecuados. Las vocaciones, las llamadas son muchas y diferentes. El mundo es el espacio en el que tenemos que hacerlas crecer y madurar.

Hay un detalle en el relato muy significativo y que, a menudo, pasa desapercibido: Jesús se fue a comer a casa de Mateo. Éste es llamado y responde, pero de lo primero que se ocupa Jesús es del hombre, no de Dios. Es decir, Jesús va a celebrar con Mateo, se une a él en una necesidad vital como es el alimento, comparte la casa, su vida, se acogen mutuamente. Pero Jesús no lo agobia con rezos, plegarias, ni súplicas. También en la vocación, la persona es lo primero.

Cuando alguien experimente de forma vital esa llamada recibida en el bautismo, que no piense que la va a poder desarrollar plenamente viviendo sólo el yo soy para mi amado y mi amado es para mi (Cant 6,3), eso lo vivirá a lo largo de toda su vida, pero no exclusivamente, porque si no amamos a nuestros hermanos a quienes vemos, ¿cómo amaremos a Dios a quien no vemos?

Todos hemos sido llamados y estoy segura que, más tarde o más temprano, todos acabamos por responder. No juzguemos las respuestas de nadie, y a nadie excluyamos por la respuesta que quiera dar, por donde la quiera dar y por cómo la quiera dar, porque ni siquiera Jesús juzgó al joven rico en concreto cuando éste, no quiso caminar a su lado. Juzgó la riqueza como elemento opresor, pero no a la persona.

Sígueme. Por ahí empieza todo…

Cristina Inogés. Zaragoza – España
crisinog@telefonica.net

 


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