Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el 6° Domingo de Pascua, Fecha: 01.05. 05
Texto según LET serie A : Jn 14, 15-21 por Patricia Cuyatti

(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Queridos hermanos y hermanas: El texto bíblico inicia y culmina con el llamado a guardar los mandamientos. Pero hay un enlace inmediato con la promesa de intercesión de Cristo ante el Padre a fin de que:

... EL PADRE NOS DE OTRO CONSOLADOR

¿Imaginan ustedes el sentimiento encontrado de los seguidores y seguidoras de Jesús? Ellos y ellas saben que en breve, el amigo amado, el hermano, el compañero, aquel que es el camino, la verdad y la vida ya no estará más entre ellos y ellas. Jesús tambien lo sabe, de alli que en la cercanía de Pentecostés sus palabras son vigentes y llenas de sentido.

Hoy primer domingo de Mayo y varios después de Pascua de Resurreccion, Cristo llega a nuestro encuentro con la promesa de rogar al Padre en nuestro favor a fin de que no vivamos en horfandad; es decir, para que sigamos viviendo en la presencia de Dios, a través del Espíritu Divino. Hoy primer domingo de Mayo es también una fecha importante para nuestra sociedad: se celebra el día del trabajador y de la trabajadora. Dia que nos trae al recuerdo que el trabajo es bendición de Dios y que todo trabajador y trabajadora es digno de su salario.

¿Y por qué andamos como si fueramos huérfamos y huérfanas?

Si nos ponemos a analizar las condiciones en que nos encuenta este día, tendríamos que llenar algunas páginas de datos o estadísticas negativas y entristecedoras. Las elevadas cifras de desempleo, sub empleo, trabajos mal remunerados y otros que sobrepasan la cantidad de horas adecuada, nos confrontan con una sociedad que vive en horfandad.

¿Donde estan aquellos y aquellas que protegen la vida laboral? Y si añadieramos a esta leve descripción la asustadora realidad del trabajo infantil, la exclavitud sexual, la corrupción; tendríamos que pensar que algo está andando mal, o afirmar que la celebración del día del trabajo, en tales circunstancias, ya es un fracaso. Esta realidad nos desafia a tomar conciencia de la necesidad de un cambio radical para hablar de un verdadero día del trabajo.

Aunque el panorama social no es alentador, Cristo nos llama a guardar sus mandamientos, a centrarnos en la práctica del amor, a hacer evidente que la justicia todavía tiene sentido. Pareciera que Cristo condicionara su intercesión cuando dice: “Si me aman y guardan mis mandamientos...” ¡pero no! De esta forma, Cristo trata de confrontarnos con el compromiso cristiano de cumplir con el amor de manera activa y consecuentemente practicar los mandamientos.

¿Y no era acaso El quien les consolaba?

La realidad en que Cristo esta hablando no era muy diferente. Muchos vivían en pobreza; había discriminación por enfermedades o incapacidad; las mujeres no eran consideradas; los ciudadanos pagaban impuestos elevados para el gobierno romano; las autoridades eclesiales no asistían a los suyos con el mensaje de amor, sino usaban la ley como medida para castigo y no como medio de perdón ¡Hacía falta alguien que trajera un mensaje esperanzador!

Jesús se acercó a enfermos, enfermas y tocarlas les permitió sentirse vivas; se hizo amigo de los extranjeros y extranjeras; sanó y liberó a muchas personas; estimuló la baja autoestima de las mujeres y las trató con dignidad; atendió el hambre de muchos; con sus enseñanzas abrió los ojos y corazones al mensaje de salvación que traía; cambió el miedo de mujeres y hombres por confianza y esperanza; capacitó a discipulos y discípulas. Con mucha otras acciones en favor de quienes vivían en marginación, descubrimos en Jesús al Consolador inigualable.

Y aunque esa pasión por las personas y su forma de crear fe y esperanza en Dios había desafiado la actitud pasiva de la iglesia y la sociedad, al punto de llevarlo a la cruz, ahora Cristo, el camino al Padre, estaba comprometiéndose para seguir intercediendo en favor de los suyos y expresaba su profundo deseo de no dejarlos en el abandono, en la orfandad.

Cristo va más allá de las palabras de la ley. El busca que se descubra su pertinencia, el quiere que todo acto centrado en el amor tenga vigencia. Por eso se dirige a sus seguidores y seguidoras y los/as motiva a que continúen viviendo en la práctica del amor, permitiendo que la vida tenga sentido.

¿Por qué otro consolador?

Otro consolador no significaba un “totalmente otro”, no era la llegada de un extranjero o un desconocido. Cristo trata de explicar su ausencia física, pero no su ausencia como parte de la divinidad. El afirma la presencia de Dios en medio de su pueblo, ahora en la persona del Espíritu Santo.

Cristo promete a sus discípulos el Paráclito, el defensor o consolador, que no es otro que el mismo Espíritu de Dios, la fuerza y energía que procede de Dios, por lo cual la verdad en plenitud. No es un concepto, ni una fórmula; sino el mismo Ser Divino que ha dado la existencia a todo cuanto existe y por lo mismo ¡no es un desconocido! El Espíritu Santo ya presente desde el momento de nuestra concepción es quien conduce a su iglesia y quiere hacer lo propio con la historia de la humanidad.

La afirmación “yo estoy en mi Padre y ustedes en mi y yo en ustedes” nos dice que Dios no se limita a una presencia física. En la persona del Espíritu Santo se da continuidad a la presencia de Jesús, a la propia presencia Divina. Presencia siempre amorosa que busca establecer o mejorar la relación entre el Padre, los y las fieles y el mismo Cristo.

El anuncio de Cristo es animador, pero también confronta a los suyos a llevar adelante su vida de fe. Ahora tocaba vivir en la realidad de la gracia, que hasta entonces había sido concreta. Se estaba abriendo un momento nuevo, porque todo lo nuevo siempre viene de Dios, se estaba aperturando una vida marcada por la práctica de la fe y confianza. Ahora el creer en la promesa de perdón, salvación y sus consecuencias necesitaba hacerse real.

Pero no habríamos de estar solos y solas en este camino. El Espíritu Santo, aquel que sopla y renueva situaciones y momentos difíciles; aquel que renueva y fortalece, aquel que es tambien la garantía, la marca de la pertenencia a la familia de Dios habría de estar de manera especial entre nosotros y nosotras.

Y quienes seguían a Jesús ya habían conocido la acción y presencia del Espíritu Santo. ¿no ardía nuestro corazón?” habían dicho los que iban camino a Emaús, cuando Cristo resucitado les había consolado; ¿acaso no inspiró y movió al Samaritano a auxiliar y cuidar de la vida del hombre que había sido asaltado?, ¿no era el que movía grandes masas sedientas, quienes al escuchar el mensaje de amor de Jesús calmaban su sed?

¿Y como estamos ahora?

El anuncio de venida del Espíritu Santo no fue solo para quienes escucharon a Cristo aquel entonces, pero tampoco es un mensaje particular de la iglesia. Su mensaje sobrepasa los límites eclesiales y se mueve más allá de nuestras pretensiones o deseos. El anuncio del Consolador prevee el renuevo de nuestra fe y en consecuencia una vida transformada.

Ahora que hemos tenido la oportunidad de conocer a Cristo y tener la salvación gratuita por medio de la fe, vamos a ir adelante con ánimo y prepararnos para que cada día recibamos al Espíritu Santo – al Espíritu de Vida. Con El podemos seguir viviendo en comunidad; es decir permitiendo que Dios se manifieste, por medio nuestro, en favor de otros y otras.

Todavía queda la pregunta ¿por qué Cristo tiene que rogar al Padre para que otro Consolador venga a inspirar vida? Es que solos, solas, somos como un barco sin rumbo. Es que nuestra sociedad todavía da señales de muerte, como lo demuestra la realidad del trabajador y trabajadora. Es que la injusticia, corrupción y engaño, la opresión contra los y las pobres, la idolatría, el poder son tentaciones cotidianas frente a la cual necesitamos un escudo: El Espíritu Santo.

No esperemos la venida del Espíritu Santo como la novedad de la moda, música u otra propuesta material que de manera engañosa llena ciertas necesidades y después pasa dejando un profundo vacío. Recibamos la novedad del Espíritu Santo en la convicción de la fe y en la esperanza de que pueda renovar la vida de la Iglesia y también afectar la vida de aquellos y aquellas que todavía no lo conocen.

Y claro que vida significa, también para hoy, una renovación plena de la sociedad. Como iglesia necesitamos una y otra vez volver al anuncio y práctica del mensaje de amor de Dios, a ponernos al servicio de toda necesidad, a asumir nuestra tarea profética de llamado a la justicia y verdad. El ruego de Cristo nos invita a seguir con la tarea discipuladora y así la venida del Espíritu Santo también tendrá sentido para nuestra sociedad, especialmente si es cristiana como la nuestra.

Seamos portadores y portadoras activos de este mensaje y en cada acto anunciemos la presencia del Espíritu de vida y con ello digamos ¡Dios vive!

Patricia Cuyatti Chavez, Peru
moya_02@hotmail.com

 


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