Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el 2° Domingo de Pascua, Fecha: 3 de abril de 2005
Texto según LET serie A : Jn 20, 19 - 31 por Julio Strauch
(-> www.predigten.uni-goettingen.de)


¡La paz que viene de Jesucristo sea con cada uno de vosotros!

Quien de nosotros puede negar que en algún momento de la vida ha experimentado sentimientos tales como la decepción, la frustración, el miedo, la desconfianza, la perdida de fe. Quizá en este mismo momento lo estemos haciendo...

Quisiera compartir con ustedes el texto que tenemos para hoy. Lo encontramos en el Evangelio de Juan capítulo 20 versículos 19 al 22.

El versículo 19a dice lo siguiente:

“Al llegar la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, los discípulos se habían reunido con las puertas cerradas por miedo a los judíos...”

Un sentimiento de miedo invadió a los discípulos. ¿Qué sería de ellos ahora?... ¿Cómo podrían cumplir con lo que Él les había encomendado?... Se sentían abandonados, solos y perplejos. ¿De dónde sacarían las fuerzas y las energías para continuar?... Si tenemos en cuenta que hasta ese momento, ellos no sabían o no creían en la resurrección de Jesús, podríamos imaginar que no solo experimentaban el miedo, sino también otros sentimientos. Sentimientos como la frustración, la desconfianza, el dolor, la inseguridad, la desesperación, el remordimiento, el desconsuelo, la desintegración. Sentimientos absolutamente humanos y naturales frente al panorama que estaban viviendo. Sentimientos que, seguramente, los llevaron a encerrarse en aquella casa.

Los invito a pensar en algunas situaciones en que podríamos experimentar sentimientos parecidos a los que vivieron los discípulos, aunque las causas puedan ser diferentes. Tomemos como ejemplos los siguientes: Miedo: un niño que llora desconsoladamente en medio de una habitación obscura. Desconfianza: un joven que confiaba en su amigo se siente decepcionado por una actitud que éste tiene. Desconsuelo: una persona que se siente desconsolado por la muerte de un ser querido. Inseguridad: una persona que siente miedo de salir a la calle por la violencia en que se vive. Desintegración o falta de unión: una comunidad que se siente desintegrada por falta de compromiso de sus miembros. Desconfianza: un pueblo que ha perdido la confianza en sus dirigentes. Si Usted se ha identificado con alguno de estos problemas, o ha recordado otros semejantes, o está viviendo en este momento algún sentimiento parecido, puede decir mejor que nadie lo que se siente. En tales situaciones parece que se toma conciencia de la fragilidad, de la soledad en que nos encontramos en este mundo.

¿Cuál es nuestra reacción frente a estas situaciones y sentimientos?... Posiblemente cada uno de nosotros puede reaccionar en forma diferente. Por ejemplo podríamos buscar la forma de superar los problemas por nuestros propios medios. Hoy día se confía mucho en las propias fuerzas, en la superación de los problemas por los propios recursos, ya sean materiales o espirituales. El “Yo puedo” está muy difundido en todas partes. También podríamos recurrir a la ayuda externa. Como por ejemplo la sicología que tiene muchos recursos en este sentido. Otra reacción podría ser la de dejar que los problemas y sentimientos negativos nos invadan y nos paralicen.

Pero, ¿qué hicieron los discípulos?... ¿Cuál fue su reacción frente al miedo que sentían?... ¿Cómo recuperaron la confianza?... Les propongo que veamos que nos dice el texto al respecto. Veamos como habla y actúa Jesús en esta situación.

Dicen los versículos 19b hasta 22:

“Jesús entró y poniéndose en medio de sus discípulos, los saludó diciendo: ¡Paz a ustedes! Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. Luego Jesús les dijo otra vez: ¡Paz a ustedes! como el Padre me envió a mí, así los envío a ustedes. Y sopló sobre ellos, y les dijo: Reciban el Espíritu Santo. A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonen les quedarán sin perdonar”.

Jesús resucitado se presenta en medio de ellos. Jesús entiende la reacción de los discípulos que se encierran en la casa por miedo. Por eso se pone en medio de ellos y con una sola frase, cambia una situación de tristeza en una de alegría. Con su presencia y con esa frase restaura la confianza, la fe y les da lo que necesitan en ese momento, es decir les da ¡Consuelo! No como un acto mágico sino como una confirmación de la presencia y la acción de Dios en medio de ellos. Ellos reciben ese consuelo, lo aceptan y se alegran. Pero Jesús inmediatamente los invita a consolar a otros. Jesús después de transformar una situación de miedo en una situación de alegría, los invita a ser testigos e instrumentos para consolar y alegrar a otros.

Si bien hoy no contamos con la presencia física de Cristo, podemos recibir a través de la acción del Espíritu Santo ese consuelo, esa paz. El deseo de paz de Cristo resucitado viene a nosotros a través del Espíritu Santo. Se hace presente en un abrazo recibido en el preciso momento en que lo necesitamos, en la mano que nos ayuda a levantarnos cuando estamos caídos, en una caricia de madre al niño que llora y en toda acción que nos consuele y nos libere. El consuelo viene de parte de Dios, es gracia de Dios por medio del Espíritu, pero también es invitación. Jesús invita a sus discípulos y nos invita a cada uno de nosotros a compartir este consuelo con otros, nos invita a ser testimonio y a ser servidores suyos.

Recibamos estas palabras de Jesús para nuestras propias vidas, para nuestra Comunidad, para nuestro mundo. Permitamos que sea Jesucristo, por medio del Espíritu Santo, quien nos consuele. Y así como los discípulos abrieron las puertas de la casa, también abramos nuestros corazones y nuestras mentes para contagiar a otros. Para ser consuelo que viene de parte de Dios. Seamos como la madre que abraza a su hijo cuando siente miedo a la oscuridad. Seamos como aquel que cambia de actitud y pide perdón cuando ofende a otro. Seamos como aquel que con su presencia y palabra consuela a quien ha perdido un ser querido. Seamos instrumentos de unión dentro de nuestra comunidad. Seamos los que exigimos, de nuestros dirigentes y gobernantes, honestidad y transparencia para restaurar la confianza.

Los invito a ponernos de pie y abrazar a quien tengamos al lado y decirle: ¡la Paz sea contigo!

Julio Strauch
pastor de Katueté, Paraguay
Iglesia Evangélica del río de la Plata