Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el 5 ° domingo de Cuaresma, 13 de marzo de 2005
Texto según LET serie A: Jn 11, 40 - 44 por Enzo Pellini
(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Estimada comunidad:
Reciban ustedes bendiciones y Paz de parte de Dios el que era, es y ha de venir.

Nos encontramos en el tramo final de la Cuaresma. La pasión de nuestro Señor Jesucristo casi está por comenzar. A partir de las palabras del mismísimo sumo sacerdote de Israel se aprueba el sacrificio de Jesús, tal como si fuese un cordero a ser sacrificado. A partir de estos textos, tal como en diversos leccionarios de la iglesia cristiana, nos encontramos con un Domingo denominado tradicionalmente “El cordero de Dios”. Claramente el sumo sacerdote de los judíos con sus palabras llenas de autoridad introduce históricamente este concepto: “nos conviene que un hombre muera por el pueblo”. Con estas palabras no nos centramos en la persona del sumo sacerdote y lo que él representa sino, en sus palabras. Jesús se convierte en sacrificio, pero no el tipo de sacrificio que agradaría a Dios.

Queremos pensar qué tipo de sacrificio significa Jesús para la iglesia. Con el Cordero de Dios finaliza una era de sacrificios para el pueblo creyente. Es realmente liberador, especialmente en esta época de pasión poder comprender que la noticia más sensacional es la de que somos liberados de todo sacrificio y Dios se encuentra abierto en plena comunicación con nosotros; no es el caso centrarnos en el sacrificio en sí en este tiempo de la “pasión”, pues sino perderíamos de vista la esencia del Cordero de Dios.

En esta época especial de Cuaresma, Dios se acerca a nosotros, se encuentra receptivo. En nuestra búsqueda de Dios la tarea tradicional del sumo sacerdote como así el tabernáculo al cual él acudía tiene un gran simbolismo. Ese sumo sacerdote, una vez al año entraba al lugar santísimo para ofrecer una ofrenda o sacrificio a Dios, allí pedía el perdón por los pecados del pueblo. A partir de la Pascua de Resurrección, y condenado además por sus propias palabras concluye la tarea del sumo sacerdote de Israel. Ahora existe otro sumo sacerdote, ese es Jesús que se ofreció como sacrificio perfecto que aunque no querido, agradó a Dios. Por medio de la sangre por Jesús derramada, ahora cada uno de los creyentes tiene acceso al lugar santísimo sin la intermediación de un sumo sacerdote. Todos aquellos que acepten a Jesús como su Señor y Redentor acceden a la esfera más íntima ofrecida por Dios.

Ya no son necesarias más obras legalistas, preceptos incomprensibles, sacrificios inseguros, procesiones agotadoras o ayunos impuestos. La religión no puede suplantar al santo Espíritu de Dios. Si lo vemos así, “practicar una religión”, queriendo cumplir todos y cada uno de los preceptos no me acercará más a Dios, y mucho menos, me exhibirá mejor ante los demás que no lo hacen. Debemos saber que las únicas obras buenas y aceptables a Dios son aquellas que surgen de un corazón agradecido, fruto de una entrega genuina a él. Es imposible aceptar que sólo por pertenecer a una iglesia, de forma tradicional o por costumbre signifique que soy verdaderamente cristiano. El cristianismo no tiene que ver con leyes o preceptos de las instituciones. Si tiene que ver con santidad, pero esa santidad será el fruto de un acercamiento y nueva relación con Dios.

En cada uno de los rituales religiosos el sacrificio tenía un lugar privilegiado. La sangre del sacrificio era sinónimo de purificación, de lavamiento de regeneración. A través de un sacrificio se quería dar de sí, se quiere obrar de manera que se agradara a la divinidad. Quizás era una manera primitiva de lograr la cercanía y simpatía con Dios. A partir del sacrificio de Jesucristo, creemos que avanzamos en nuestra manera de concebir la relación con Dios. El nos deja un mensaje claro en más de una oportunidad, no solo por medio de los evangelios (Mt 9:13) sino por medio de las palabras de sus discípulos (Gl 3:11ss).

En nuestras comunidades hay muchas personas agobiadas por el sufrimiento, por el pecado y por culpas. Muchos aún erróneamente conciben que el “sacrificio” consiste en una especie de mérito para lograr cierta simpatía con Dios. Nada más errado. No podemos acercarnos de esa manera a Dios. Hay muchas personas que necesitan el amor de Dios, que necesitan un propósito para sus vidas que, necesitan el perdón que, necesitan creer que valen y están creados para algo que necesitan ser liberados de sus preocupaciones, de sus remordimientos, de sus amarguras, de su enojo. Ya no son más los sacrificios erróneos los que me acercarán a Dios, ni mucho menos los cumplimientos u obras incoherentes.

Nuestro Señor Jesucristo quiere en este tiempo que nos acerquemos a él y quiere de veras liberarnos de ese tipo de cargas. El quiere hacernos nuevo. Para ello sólo cuenta nuestra fe, ya no más sacrificios de ningún tipo.

Pedimos a Nuestro Señor Jesucristo que no confundamos más nuestra fe con sacrificios incoherentes. Nuestro Señor ha terminado con su muerte en cruz con esa manera primitiva de concebir nuestra relación con Dios.

Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos nosotros. Amén

Pastor Enzo Pellini
pellini_piovesan@arnet.com.ar

 


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