Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el 5 ° domingo de Cuaresma, 13 de marzo de 2005
Texto según LET serie A: Jn 11, 40 - 44 por Alfredo Abad, Madrid
(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Lectura del texto

40 Jesús le dijo: —¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?
41Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: —Padre, gracias te doy por haberme oído. 42Yo sé que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.
43Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: —¡Lázaro, ven fuera!
44Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: —Desatadlo y dejadlo ir.
(Juan 11, 40-44)

Introducción

Al mirar la historia de Lázaro siempre recuerdo la cita de un teólogo alemán a las vendas de Lázaro que le atan las manos y los pies cuando sale de la tumba. En referencia a las dificultades del tiempo presente, hacía alusión al momento en que Lázaro, ya resucitado, pero todavía sujeto por las vendas empezaba a moverse. La imagen, casi fotográfica nos recuerda ese “ya, pero todavía no” barthiano que nos resulta tan familiar.

Es importante que seamos conscientes del “mientras tanto” de nuestra vivencia y de las dificultades que nos confrontan y desafían a nosotros y a todos los que son proclamadores y proclamadoras de la esperanza.

Creo que en el texto que nos ocupa Jesús también es consciente de que la credibilidad del mensaje cristiano en torno al Reino de los cielos, se juega también en la toma de conciencia de la realidad y de su complejidad.

El evangelista Juan parece hacer una alusión a esa conciencia de Jesús de las dificultades que tenían las personas que le rodeaban y a las que era importante dar un testimonio de la mesianidad de Jesús, de su vínculo con Dios, y de la fuerza de la vida frente a las fuerzas de la muerte.

En este quinto domingo de Cuaresma, preparación de la Semana de Pasión, tenemos delante una serie de textos con claras alusiones a la resurrección. El periodo de Cuaresma es un tiempo de preparación, en algunas confesiones cristianas mediante el ayuno, en otras mediante una serie de celebraciones litúrgicas, en todos los casos es un tiempo de reflexión y de reconciliación para prepararse a los acontecimientos centrales de los Evangelios: la Semana de Pasión. En esta ocasión los textos del leccionario nos lleva a textos de resurrección, pero con una serie de características particulares, tanto en Ezequiel como en Juan, donde encontramos una resurrección vinculada al mensaje esperanzador de una “vuelta a empezar” para el pueblo de Israel, en el caso del profeta, y de una familia, en el caso del evangelista.

Nuestra reflexión de hoy quiere centrarse en ese “mientras tanto” que caracteriza ambos textos, antes referidos, para proclamar en medio de este tiempo de preparación a la Pascua, la dinámica preñada de esperanza que mueve el Evangelio en nosotros.

Nuestra mirada sobre el mundo

El lenguaje de la técnica sociológica ha invadido los medios eclesiásticos particularmente con elementos de análisis, observación y estudio, en los que nos movemos con mayor o menos comodidad. Hablamos de porcentajes, valoramos estadísticas y buscamos detectar los movimientos de crecimiento, desarrollo y pertinencia de lo que hacemos en medio de nuestra sociedad.

Este acuerdo con las ciencias es importante para poder evaluar, conocer en profundidad y actuar sobre la realidad social y eclesial. Reflejamos así la misma dinámica de nuestro entorno que se mueve a golpe de índices, bursátiles, de consumo, de paro; índices que pretenden modificar las conductas, examinar resultados y procurar la eficacia de los medios y recursos puestos a disposición de los fines: bienestar, determinar presupuestos, dilucidar políticas activas de transformación social, o simplemente sacar un beneficio.

En los últimos años incluso con los mecanismos de las exigencias de los certificados de calidad que nos permiten calificar los servicios, trabajos y prestaciones que se ofrecen.

Todo ello nos conduce a una mente analítica que produce una gran cantidad de documentos, estudios y progresos en nuestro acercamiento a la imperfecta y confusa realidad. El criterio es la objetividad, aunque seamos conscientes de que incluso los más imparciales de los análisis son esclavos de la interpretación.

Nuestra desarrollada capacidad de análisis y de observación nos lleva muchas veces a la desesperación y al desánimo y nos cuesta hacer la interpretación correcta de los datos, en particular cuando tratamos de los movimientos del Espíritu, inesperado, sorprendente, que se mueve donde no le esperamos, en el silbo apacible, más que en la tormenta, el rayo y el espectáculo.

No reniego de los instrumentos de aproximación a la realidad, creo que son muy útiles, incluso necesarios, pero debemos ser críticos con su utilidad y ser consciente de que está limitada a los propósitos para los que han sido diseñados, debemos ser conscientes tanto de la interpretación que les acompaña, como de la responsabilidad que tenemos en la visión esperanzadora del trabajo del Espíritu en medio de la realidad imperfecta y a pesar de ella.

Una oración de los sacerdotes obreros franceses dice así: “Para cambiar el mundo cambia primero tu mirada

Es cierto, hermanos, que tenemos muchas razones para desesperar, ¡pero hay muchas razones para la esperanza!¡No nos dejemos ganar el corazón por las mareas negras de las malas noticias!
Todos: Para cambiar el mundo, cambiemos primero nuestra mirada. ¡MIREMOS EL MUNDO CON LOS OJOS DE CRISTO JESÚS! El, nuestro redentor y hermano, supo ver pequeños gestos, como la limosna de la viuda pobre, y maravillarse.
Hermanos, intentemos "ver" cómo el Reino de Dios, el Reino de Amor, emerge lentamente, a través de mil pequeños gestos repetidos de valor, ternura, desafío; gestos que dicen "NO", sin ruido ni medalla, a la lógica del dinero, del ocio y de la indiferencia.
Miremos bien, y nos sorprenderemos al descubrir todos esos hombres y mujeres que inventan, día tras día, nuevas formas de vivir, de compartir, de esperar, y que manifiestan que el Reino de Dios está al alcance de la mano.
Miremos y veamos todos esos hombres y mujeres que, en lugar de gritar que Dios es ciego, le prestan sus ojos; que en lugar de gritar que Dios es manco, le dan sus manos; que en lugar de gritar que Dios es mudo, le ofrecen sus voces.
Dejémonos elevar por la fuerza escondida de nuestro alto y buen Señor. Porque el mundo actual necesita volver a encontrar esa "mirada de corazón" y recoger esas flores de la esperanza, para respirar mejor y vivir mejor.


Dos historias de análisis deprimentes y de síntesis mesiánicas sorprendentes

En las dos historias que nos ocupan en esta meditación se produce una aproximación a la realidad, correcta, cualificada y en amabas aparece un mensaje novedoso, inesperado que habla de una realidad superior, llamemos trascendencia, que irrumpe transformándolo todo de un modo cuasi mágico, metafórico, y sin embargo mesiánico.

Estoy convencido que en este tiempo de Cuaresma, tiempo de reconciliación, el Dios de los imposibles nos habla mediante estas historias de realidades utópicas, pero como afirman con tenacidad los teólogos de la liberación, la utopía forma parte de la realidad. En definitiva nos hablan del modo en que la esperanza transforma la realidad.

En el caso de Ezequiel, los huesos secos que pueblan el valle son el pueblo de Israel, como el propio texto indica, desanimado, exhausto, deprimido. Un pueblo sin esperanza, ni quien se la ponga “murió nuestra esperanza”. El sacerdote-profeta no solo nos ofrece una imagen realista sobre los estados del ánimo, sino que provoca con la mezcla entre la muerte y la vida. Según las leyes de santidad es una total herejía esta descripción, por que no pueden mezclarse la muerte y la vida, según las leyes de impureza, del modo en que aparecen en este texto.

Sin embargo nosotros somos propensos también, en múltiples formas de análisis, a hablar de iglesias muertas, de sociedades, donde alguna iniciativa moral que no compartimos, han degenerado, se han corrompido. La cuestión no está en la denuncia, necesaria y pertinente, de los síntomas de ausencia de vida, que somos capaces de analizar con profesionalidad y siguiendo criterios y principios fundamentales. La cuestión es, si somos capaces de detectar con el mismo realismo y con toda la testarudez de la esperanza los síntomas de vida.

El profeta apunta a la obra del Espíritu, como respuesta a la pregunta sobre si “¿vivirían estos huesos?” La respuesta no está en el profeta, sino en la intervención de Dios. La síntesis en esta primera historia es la urgencia de saber reconocer la acción de Dios en medio de los más desesperantes síntomas de muerte, de suscitarla, de proclamarla.

En la historia evangélica la mesianidad de Jesús aterriza sobre le duelo de una familia, amiga suya, y ante los espectadores que murmuran en su entorno y ante los que Jesús se siente comprometido a dar un testimonio de la nueva realidad de la intervención redentora de Dios en la historia, que él personifica. Jürgen Moltman afirma que Jesucristo es el Reino de Dios en persona.

La muerte y la resurrección aparecen aquí confrontadas en una historia cotidiana, como las que cada uno de nosotros tenemos que afrontar en la pérdida de nuestros seres queridos, no se trata en este texto de la vocación de un pueblo, o de su papel profético, de su misión, sino de la vivencia ante el desgarro, la ruptura que produce la muerte.

Jesús afirma en este contexto que El es la resurrección y la vida, y se presenta como realidad profética de la trascendencia. También nosotros somos propensos a olvidar que el mundo no está sólo constituido por lo tangible, y experimentable del sufrimiento y de la ruptura. Ante todas las situaciones que nos parecen irreconciliables, sin posibilidad de rescate, sin esperanza olvidamos la acción sanadora de Jesús en lo más profundo de nuestra humana precariedad. La cuestión no es que no duela, Jesús no critica a las mujeres que le transmiten su dolor, llora con ellas, ni tampoco cuestiona la expectativa escéptica de su entorno. La cuestión es afirmar la vida y el consuelo, el volver a caminar en medio de nuestros sentimientos y corazones maniatados de las vendas del sudario, como los pies y las manos de Lázaro.

El evangelista nos ofrece en este caso la síntesis entre el sentido profundo de nuestra vida, y la realidad terrenal, podemos mirar en este sentido el texto de Romanos 8, sin hacer una interpretación moralista, sino de la simbiosis entre dos realidades diferentes. La síntesis mesiánica en este caso es la irrupción de la trascendencia, dando contenido a la dolorosa inmanencia de nuestra humanidad.

Seamos realistas

Vivimos en una sociedad compleja, sociedad llamada de la información, por la cantidad de datos que manejamos, por la rapidez en el acceso a las noticias de todo el mundo, marcada por la inmediatez en la solución de nuestras incomodidades, como en el acceso a los acontecimientos y su análisis.

Como seguidores de Jesús tenemos la responsabilidad de estar al día con los informativos y periódicos, tenemos la responsabilidad de ejercer una mirada lúcida sobre la realidad de la que formamos parte, informes como el informe de desarrollo de Naciones Unidas o todos los fundamentos de los acuerdos internacionales, como los que se han prodigado en torno a la puesta en marcha del Protocolo de Kioto, son datos necesarios que debemos manejar y conocer, para saber lo que estamos haciendo con nuestros modos de vida.

La gran tentación, la más demoníaca, no es la desesperación o que nuestra esperanza llegue a morirse, como apuntan con crudeza Ezequiel. Para amos textos, esto forma parte del análisis. La gran tentación es la evasión y la indiferencia, es pretender separar trascendencia de inmanencia, y convertir así “el mundo” en una realidad pecaminosa mientras que “nosotros” ya casi andamos sobrevolando la tierra con las vestiduras blancas que promete el Apocalipsis.

Ser realistas en el sentido mesiánico que nos enseñan estos textos es la toma de conciencia sobre la realidad que forma parte de nuestra responsabilidad, pero con la mirada de la esperanza, que también forma parte de nuestra responsabilidad.

“Mientras tanto” quizás muchas veces nos vemos sacudidos por la realidad imperfecta del sufrimiento, de la contradicción, de la mas mezquina humanidad que se revela con toda su fuerza de mortandad en las injusticias y desigualdades, como en las situaciones pendientes de reconciliación, de las personas, de las memorias, de las iglesias y de la iglesia con la sociedad.

“Mientras tanto” quizás nos sentimos atenazados por las vendas, cegados por el sudario de todo lo que nos aleja de Dios y los unos de los otros, todavía lejos de un mundo más justo donde el reinado de Cristo emerja con toda su luz.

Estoy convencido de que el Evangelio nos enseña que parte también de nuestro criticismo y de nuestros análisis es la síntesis mesiánica de la esperanza que preña todo lo que toca por medio de la fe. La Pascua nos recuerda que a pesar de las vendas hemos empezado a caminar a la voz del caminante de Nazaret.

Seamos realistas, para cambiar el mundo, cambiemos primero nuestra mirada por una mirada de corazón, veamos el mundo con lo ojos de Cristo.

Amen.

Alfredo Abad Heras
aabad@moebius.es


(zurück zum Seitenanfang)