Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para Nochebuena, 24 – 12 - 2004
Texto: Mt 1, 18-25, Por: Cristina Inogés

(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Hermanos: ¡Que el Señor ilumine su rostro sobre nosotros!

¡Mira que si se hubiese equivocado Dios!

Si Dios decidió hacerse hombre, está bien que lo hiciera como nosotros: con gritos, lágrimas, manos buscando protección, necesitado como cualquier bebé. Pero como Dios, ¿era necesario que naciera tan pobre? ¿Era necesario escenificar de tal manera la pobreza? Él tomó la decisión de hacerlo. Él sabría… ¡Y sabe lo que hace!

La razón es muy sencilla: el poder y la fuerza no transforman el mundo, es algo que estamos viendo cotidianamente, sino que lo empeoran. Lo único que transforma el mundo son los gestos de amor (porque las palabras se las lleva el viento). Pero no pensemos que los gestos tienen que ser vistosos y heroicos. Valen más los gestos continuados que las grandes actuaciones puntuales.

Y eso hace Dios cada Nochebuena, un gesto continuado, silencioso, tierno, lleno de amor: ¡se pone a nuestra altura! No se trata de la mítica imagen de Dios dejando el cielo y “bajando” a la Tierra. ¡Es mucho más! Ponerse a nuestra altura significa negarse a adoptar toda actitud de prepotencia, dominación, sentido de superioridad… Porque a Dios no le gusta mirar desde lo alto, le gusta la cercanía del contacto, el lenguaje de la mirada, la seducción de los párpados. A Dios le gusta mirar cara a cara.

¡No! ¡Dios no se equivocó! Nos equivocamos nosotros que, Nochebuena tras Nochebuena, seguimos pensando con lógica humana y no con lógica divina. Dios se mueve en Nochebuena, pero no con nuestras prisas consumistas. Se mueve con el amoroso movimiento de Padre/Madre: queriendo jugar con sus hijos, dejándose tocar por nuestras manos y abajándose para aproximarse todavía más.

El olvidado José

José había tomado una decisión y no tanto porque era justo (Mt 1,19), sino “a pesar de que era justo” (si se hubiera comportado como un “justo” hubiera tenido que denunciar a María)(*).

Hay que ponerse en su piel: ¿Qué pensaría la gente? En esta vida está bien ser bueno, pero… ¡tanto!

Da la sensación en este pasaje que José se deja llevar. En cierto modo sí, y en cierto modo no. Dejarse llevar, sobre todo si es por Dios, no está nada mal, pero a Dios no le gustan las personas sin voluntad; dejarse llevar por Dios conlleva un diálogo previo con Él.

Tampoco le gustan a Dios las personas que hacen de su voluntad un feudo inamovible. A Dios le gustan las personas con la voluntad bien puesta, es decir, con una voluntad en la que no queda anulada la capacidad de sorpresa, los cambios de decisión ante determinadas realidades, ni la falta de decisión, que es una manera de decidirse.

José se deja seducir por la voluntad de Dios. No pone inconvenientes, no balbucea ante lo que se le viene encima, acepta la proposición divina (porque no olvidemos que Dios corrió el riesgo de que José y María le dijeran que no) con la misma entereza que María y, junto a ella, disfruta de la aventura de la fe. Sí, sí, disfrutaron los dos de esta aventura porque descubrieron que quien acepta a Dios sin reservas y se entrega a Él, en Él encuentra respuesta a sus dudas y miedos. Eran ambos, José y María dos seres de gran personalidad que, precisamente por ello, no estaban llenos de sí mismos y pudieron abrir su ser a las sugerencias de Dios.

No hay duda de que existe un paralelismo en el proceso interior de José y María. Ambos se dejan llevar. El “hágase” no es privativo de María. José y María representan la madurez del retorno hacia el Padre desde la confianza sin límites, frente a la inmadurez de Adán y Eva con su rebeldía y necesidad de experimentar por sí mismos.

José ejercerá de padre adoptivo con todo el amor paternal de su corazón y con toda responsabilidad ya que así, se convierte en la puerta por la que Jesús entra a formar parte de la dinastía de David. José es la imagen de la persona dispuesta a rectificar, a volver sobre sus pasos y reorganizar su vida, en beneficio propio y en beneficio de otros.

No parece ser un hombre de muchas palabras, pero sí de muchos y generosos gestos amorosos. El sueño de José, no solo es el medio que Mateo pone al servicio del ángel-mediador de Dios para comunicarse con José, es la actitud de recogimiento total, de replegarse en un gesto que le va a permitir un diálogo más íntimo con Dios para, posteriormente, trastocar su vida hasta límites insospechados y no pensar sólo en el hoy, sino en el siempre de la vida, en la eternidad.

José se dejó llevar y se deja llevar una vez más esta Nochebuena para decirnos con su silencioso lenguaje que, lo mejor de dejarse llevar por Dios, no es perder la voluntad, sino dialogar con Él y unir voluntades y deseos íntimos (seguro que José deseaba tener hijos con María) que, muchas veces se cumplen de manera completamente diferente a como habíamos pensado.

José cuidó de Jesús, lo acogió con la alegría de un padre que ve colmado su deseo… ¡Y comprobó lo que la llegada de un niño cambia la vida!

La llegada de Jesús no sólo cambiaría los hábitos cotidianos de José y María, deberíamos dejar que cambiara los de todos: Jesús – Emmanuel – Dios con nosotros. Dios ya no está “arriba”, Dios está en medio de nosotros. Y esto compromete mucho, si se acepta sin condiciones. La Nueva Creación, cuyo momento llegará con la Resurrección de Cristo, empieza a hacerse realidad en la entrega confiada de esta pareja. El sí de ambos sirvió para que Jesús creciera con el amor que todo niño debe crecer, y para que ya adulto nos hiciera partícipes de su mensaje de amor.

Nuestra Nochebuena

Todos tenemos pequeños sueños y deseos como José. Cada uno sabemos cuales son. Muchas veces nuestros sueños y deseos, los transformamos en “necesidades” y sólo desde la “necesidad” somos capaces de abrirnos a la esperanza y a la fe.

No tiene que llamarnos la atención que, si la esperanza genera fe, ésta tenga más que ver con quienes están dispuestos a dialogar con Dios y trazar el nuevo rumbo de la vida con El y junto a Él. José era un hombre de fe. ¿Nos atreveremos esta Nochebuena a decir “sí” confiada y plenamente? El mejor y más maravilloso Templo construido hasta ahora, que somos nosotros mismos, ¿lo pondremos a disposición de Dios para bien de nuestros hermanos?

Miremos sin miedo a la vida, sin correr, con un pie detrás de otro, disfrutando del instante, porque cada instante ponemos un pie en lo que queremos que sea la eternidad…

¡Ojalá tengamos un sueño, como José, esta Nochebuena! Que aprendamos de los gestos amorosos de Dios saliendo al encuentro de nuestra mirada, y de la disponibilidad de José a abandonar planes establecidos. Sólo así, enderezando alguna vez el rumbo, experimentaremos de verdad una feliz Nochebuena.

¡Feliz Navidad! ¡Feliz descubrimiento de la mirada de Dios! ¡Feliz entrega a la voluntad de Dios!

Cristina Inogés, Zaragoza, España
crisinog@telefonica.net

(*) Será cuestión de revisar las traducciones que utilizamos de la Biblia.

 


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