Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el Último Domingo del Año Litúrgico, 21 de noviembre de 2004
Texto según LET serie C: Lucas 23: 35 - 43
por Sergio Schmidt, Temperley, Argentinia

(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Título: La muerte: ¿otra vez con lo mismo? 

Apreciados hermanos y hermanas.

Llegamos al último domingo del año litúrgico. ¿El tema del domingo? Juicio y eternidad. ¿Por qué? Porque en este domingo nos enfrenta con el tema de la muerte, nuestra muerte y el correspondiente juicio de Dios. Podríamos decir, pensándolo bien, que el año litúrgico de la Iglesia está comprendido por las dos venidas de Jesucristo. En adviento comenzamos con su primera venida en el pesebre, los pastores, etc, etc. Ahora nos acercamos a su segunda venida, cuando Jesucristo vuelva, por segunda vez, como juez.

Este tema no nos gusta y, menos que menos, el tema de la muerte. Hay una historia que me gusta mucho que lo refleja muy bien. Había una vez un anciano que vivía en un país dónde el frío era muy intenso. Siendo un invierno particularmente crudo, salió bien temprano a buscar leña seca para el hogar. Caminó mucho hasta que el fin encontró lo que buscaba. Con el hacha cortó la leña, he hizo un grande y prolijo fardo de leña. Era un buen fardo pero muy pesado. De camino de regreso, fastidiado por la pesada carga y el frío intenso tropieza con una raíz y se cae y la leña se desparrama. Era la gota que colmaba el vaso. Muy enojado comenzó a despotricar contra la vida, las vicisitudes, las amarguras, etc, etc. Enojado comenzó, casi sin darse cuanta, a hablar en voz alta: “¡La vida no vale nada! ¡Qué venga la muerte! ¡Qué venga la muerte y me lleve de esta estúpida e incoherente vida que no sirve para nada! Qué venga la muerte, ya! Ahora!”

Tanto llamó a la muerte que, al final, la misma muerte en persona se le apareció: “Me llamaste: ¿Qué quieres de mi?” El viejito un poco sorprendido respondió: “Nada, lo que pasa es que la leña se desparramó y necesito a alguien que me ayude.”

E sta historia nos dice una verdad muy grande: no nos gusta el tema de la muerte. Tratamos, en la medida de lo posible de relativisarla, ignorarla. Por otra parte, parecería que nos cuesta muchísimo menos creer las mentiras nuestras de cada día que nos gritan los diarios y los medios masivos de comunicación que las verdades de la Biblia.

Muerte, juicio y segunda venida: ¿Por qué volver a hablar del tema otra vez? ¿Por qué hablar del juicio? ¿Por qué hablar de la vida después de la muerte con tantos problemas que hay en esta!? Parusía: ¿creemos todavía en la segunda venida de Jesucristo? Porque, dicho sea de paso, la frasecita que se siempre escucha: “el Reino de Dios en la tierra” no es Bíblica, aunque sea tan cara para muchos cristianos. Podríamos hacer una lista bastante grande con las preguntas y dudas que el tema nos provoca.

El presente texto del EvLc nos ayuda a comprender y, por que no, a ”afrontar” todas estas cuestiones –digámoslo- urticantes. Jesús está en la cruz. Recibe burlas, insultos y desprecio de los soldados romanos que lo crucificaron, de los príncipes. En medio de este contexto Jesús dice: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Los dos crucificados que acompañan a Jesús tienen actitudes diferentes. Uno se pliega con los que insultan a Jesús. El otro, clavado en la cruz, reprende al primero y le pide a Jesús tan sólo que se acuerde de él cuando esté en el paraíso. Este hombre deja entrever que él cree en el Reino escatológico de Jesús. Y Jesús, estando en la cruz, se revela como el redentor de los pecadores. Jesús le da a este hombre mucho más de lo que él le pide. El solicita que cuando Jesús esté en el paraíso se acuerde de él. Jesús le promete que él estará con Él en el paraíso.

Cada vez que se realiza un sepelio en nuestras comunidades y dejamos a nuestros seres queridos en el cementerio, lo hacemos en esta esperanza: que todo no termina con la muerte y que, así como Jesús resucitó, de la misma manera nosotros vamos a resucitar. Todos. Sea para vida eterna o condenación eterna.

En otras palabras: aunque la muerte no nos gusta tenemos que mirarla. Si me preguntan: “¿a dónde va la vida?” Hacia la muerte, respondería. La muerte es la estación terminal. A todos nos llegará. Sin excepción. Por eso hay que mirarla. Es ridículo relativisarla. Hermano, hermana: nos vamos a morir y esto no es discutible. Después, depende de cómo la vemos. San Francisco de Asís la llamaba “hermana muerte”.

Depende de cómo vemos la muerte, viviremos la vida. Para mí, la muerte es un escalón más que tendré que dar para el encuentro con Jesucristo. Por eso puedo hablar de la muerte y, les digo la verdad, no me quita el sueño. Repasemos las parábolas de Jesús que hablan de la vida después de la muerte y veremos que, lejos, la mayoría de ellas nos hablan de la vida de ultra-tumba como una fiesta de bodas, esas fiestas dónde rebosa la alegría, el canto y el baile.

La muerte no puede interponerse en nuestra relación con Dios. Con esta perspectiva vivo la vida cortita que tengo ahora. Y, gracias a la muerte, sé que no voy a volver a pasar otra vez por este mundo. Gracias a la muerte sé que no tengo “todo el tiempo del mundo”. Digo gracias a la muerte porque, al tomar conciencia de todo esto, hace que tenga tanto valor el tiempo de existencia que tengo hoy. La muerte, esta señora tan odiada, es la que le da sentido a la vida. Es el hecho de saber que tengo un determinado números de días para vivir, y no más, lo que hace que me pregunta por el sentido que tiene esta corta existencia presente. Esta es la gran paradoja de la existencia. Digo bien, paradoja, no contradicción.

Es la muerte la que nos impele preguntarnos por el sentido que tiene la vida. Si creo que la muerte es el final de todo, simplemente me dedicaré a disfrutar de la vida, “vivir el hoy” como se dice, o tal vez, como ya lo dijo el apóstol Pablo: “comamos y bebamos pues de cierto moriremos”. El problema comienza cuando le tenemos que dar sentido al dolor y al sufrimiento. Es cómo dice el refrán: “ningún filósofo se aguanta un dolor de muelas”. Muchas filosofías de vida se terminan cuando tienen que dar sentido a lo que aparentemente no lo tiene.

Pero, si por medio de la fe tengo la plena certeza que la muerte no es más que un paso más que debo dar hacia el encuentro, real, pleno, objetivo y eterno con Jesucristo, no viviré la vida como un pasatiempo favorito libre de compromisos, sino todo lo contrario. En la victoria de Jesucristo en la cruz sobre el pecado, en su poderosa resurrección que nos regala y nos garantiza la victoria sobre la muerte, y la maldad, sabré que el tiempo que tengo hoy no lo puedo desperdiciar en estupideces, tantas estupideces que nos proponen a diario. Con esta victoria que nos regala Jesucristo veré el tiempo presente como el tiempo de gracia que no puedo desperdiciar.

Jesús estando en la cruz no se contenta con aceptar meramente su muerte en manos de Dios. Lucha, no sólo contra ella, sino contra el sufrimiento. Es cierto que Jesús no se revela contra la muerte pero, lo que es más importante, la domina. Las curaciones, las reanimaciones que él ha realizado a lo largo de su vida expresan la convicción de su triunfo final que realizará en la cruz.

En la cruz Jesús muestra que su muerte no implica la de Dios sino la aceptación final de la voluntad de ese Dios que era su Padre amado. La función de Jesús es ser fiel hasta la muerte. Al hacerlo Jesús deja la victoria en manos de este Dios amoroso. ¿Quiere decir que la muerte ha dejado de ser algo terrible para nosotros? No, la muerte sigue siendo algo terrible, pero en la fe en este Dios que ha vencido en Jesucristo alcanza –y sobra- para mantenerla sometida.

En este sentido Pablo fue el que mejor lo comprendió: la muerte es no meramente un fenómeno natural, es también un símbolo del pecado que actúa en el mundo. Pero el apóstol no se queda en esto: la muerte es un neo-parto de nuestro propio ser a la vida. La muerte es un segundo nacimiento.

Hay una historia que me ha llegado de la Red de liturgia del C.L.A.I que me gusta mucho y refleja perfectamente como debemos aprender a mirar a la muerte:
“Había una mujer que había sido diagnosticada con una enfermedad incurable y a la que le habían dado sólo tres meses de vida.
Así que empezó a poner sus cosas "en orden".
Contactó a su sacerdote y lo citó en su casa para discutir algunos aspectos de su última voluntad.
Le dijo qué canciones quería que se cantaran en su misa de cuerpo presente, qué lecturas hacer y con qué traje deseaba ser enterrada.
La mujer también solicitó ser enterrada con su Biblia favorita.
Todo estaba en orden y el sacerdote se estaba preparando para irse cuando la mujer recordó algo muy importante para ella.
- Hay algo más, dijo ella exaltada.
- ¿Qué es?, preguntó el sacerdote.
- Esto es muy importante, continuó la mujer. Quiero ser enterrada con un tenedor en mi mano derecha.
El sacerdote quedó impávido mirando a la mujer, sin saber exactamente qué decir.
- Eso lo sorprende ¿o no? preguntó la mujer
- Bueno, para ser honesto, estoy intrigado con la solicitud, dijo el sacerdote.
La mujer explicó:
- En todos los años que he asistido a eventos sociales y cenas de compromiso, siempre recuerdo que cuando se retiraban los platos del platillo principal, alguien inevitablemente se agachaba y decía, "Quédate con tu tenedor". Era mi parte favorita porque sabía que algo mejor estaba por venir... como pastel de chocolate o pie de manzana. Algo maravilloso y sustancioso!
Así que quiero que la gente me vea dentro de mi ataúd con un tenedor en mi mano y quiero que se pregunten: "¿Qué onda con el tenedor?"
Después quiero que usted les diga: "Se quedó con su tenedor porque lo mejor está por venir."
Los ojos del sacerdote se llenaron de lágrimas de alegría mientras abrazaba a la mujer despidiéndose. El sabía que esta sería una de las últimas veces que la vería antes de su muerte.
Pero también sabía que la mujer tenía un mejor concepto de la esperanza cristiana que él mismo. Ella sabía que algo mejor estaba por venir.
Durante el funeral, la gente pasaba por el ataúd de la mujer y veían el precioso vestido que llevaba, su Biblia favorita y el tenedor puesto en su mano derecha. Una y otra vez el sacerdote escuchó la pregunta: "Qué onda con el tenedor?". Y una y otra vez sonrió.
Durante su mensaje, el sacerdote les platicó a las personas la conversación que había tenido con la mujer poco tiempo antes de morir. También les habló acerca del tenedor y qué era lo que significaba para ella.
El sacerdote les dijo a las personas cómo él no podía dejar de pensar en el tenedor y también que probablemente ellos tampoco podrían dejar de pensar en él.
Estaba en lo correcto.
Así que, la próxima vez que tomes en tus manos un tenedor, déjalo recordarte que lo mejor está aún por venir...”

Con la muerte, lo mejor está aún por venir…

La muerte, ciertamente sigue acechando con impiedad y voracidad. Muchos de mis amigos ya han desaparecido. Yo también, alguna vez, tendré que desaparecer de la vista de mis amigos y familiares pero, YO SE EN QUIEN HE CREÍDO Y EN QUIEN HE PUESTO MI CONFIANZA. El amor de Dios es más fuerte que la muerte.

Con y tras la muerte, lo mejor está aún por venir. No es escapismo, no es una “evasión literaria” y, menos aún, alienación.

Pastor Sergio A. Schmidt
Congregación Argentino-Germana Bs. As. Sudoeste
Temperley, Argentina
breschischmidt@ciudad.com.ar

 


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