Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el 21 ° Domingo de Pentecostés, 24 de octubre de 2004
Texto según LET serie C: Lucas 17: 11 - 19 por Sergio Schmidt

(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Título: Un lamento de Jesús .

Apreciadas hermanas y hermanos:

Jesús, como siempre, va de camino hacia la ciudad de Jerusalén, de aldea en aldea. En esta oportunidad está entre Galilea y Samaria. Se encuentra con 10 hombres que tenían lepra. Ellos, desde lejos, le piden que Él tenga misericordia de la espantosa situación por la cual pasaban. No sólo era la enfermedad, sino también la exclusión social prácticamente total que implicaba tener esa enfermedad y, por si fuera poco, religiosamente eran impuros, alejados de Dios. Pongámonos nosotros un poco en el lugar de ellos.

¿Qué hace Jesús? Les dice que se vayan a presentarse a los sacerdotes. ¿Por qué? Porque la ley de Moisés afirmaba que eran los sacerdotes de verificar que realmente estaban sanados de esa enfermedad y así ellos podían comenzar con el rito de la purificación.

Algo es interesante: ellos deben ponerse de camino al templo, incluso antes de ser sanados. Primero deben creer y ponerse en camino, confiando en la palabra de Jesús. La sanación en sí, vendrá por añadidura. Creo que así siempre funcionaba la fe. La fe que no tiene sus ojos vendados no es fe. Creo que Søren Aabye Kierkegaard, tenía mucha razón cuando decía que la fe era como un salto al vacío. Primero hay que confiar. Después de todo, fe es sinónimo de confianza. Es en la obediencia confiada que estos hombres emprendieron el camino.

Al leer este pasaje me recuerdo de tantas comunidades en Argentina que, aún con una situación económica difícil, emprendían el proyecto de construir su tan anhelado templo. Muchas veces, hacían una fiesta y con ese monto ya les alcanzaba para los cimientos. Tantas veces se decía: “Bueno, tenemos para empezar. Ya Dios nos va a ayudar. Dios proveerá”. Y, como tantas veces lo ví, tenían razón. Siempre, siempre, el templo quedó terminado. ¿Qué los movía? La confianza en Dios. Lo mismo que los diez leprosos: primero ponerse en camino. Si, tal vez, hubieran pensado primero tener todo el dinero para recién iniciar la construcción, estoy convencido que muchos de los templos en el interior del país no existirían.

Y, como siempre sucede, de camino nomás, se dan cuenta que ya fueron sanados. ¿Qué pasa? Nueve siguen el camino al templo. Sólo uno vuelve y da gracias a Dios y adora a Jesús por haberlo sanado.

Jesús pregunta: “¿Y los otros nueve? ¿Por qué no volvieron?” Si nos preguntamos porque Jesús reacciona así una cosa es clara. Jesús no busca la vana-gloria. Jesús no necesitaba que le dijeron: “¡qué genio que sos!” etc, etc, Jesús se lamenta. Lamenta que los otros nueve no sean agradecidos. Porque, claro está, el agradecimiento es muy valioso.

Si somos agradecidos es porque valoramos verdaderamente lo que tenemos o recibimos. Cuando somos agradecidos no caemos en la envidia y el resentimiento. El agradecimiento nos permite valorar a nuestros prójimos y, fundamentalmente, a Dios. Cuando somos agradecidos tomamos conciencia que todo lo que tenemos y somos se lo debemos a Dios.

Esto lo explica muy bien Martín Lutero cuando explica la 4º petición del Padrenuestro: “el pan de cada día dánoslo hoy” Dios no alimenta más a los creyentes que a los ateos. La lluvia es pareja –o despareja- para todos por igual. La diferencia está en el corazón de las personas. Lo que diferencia al cristiano es que éste es agradecido. Es por eso en todas los hogares cristianos se hace una oración antes de las comidas. Hemos trabajado pero es Dios, en su amor, quién nos alimenta. Cuando aprendemos a ser agradecidos valoramos la fidelidad con que nuestro Dios nos ama, nos protege y nos cuida.

Vemos una lección muy importante: cuando actuamos por fe, somos agradecidos. Es muy importante las palabras finales de Jesús, ÉL dice: “por tu fe has sido salvado” son únicamente para el hombre agradecido. ¿Por qué? Porque el agradecimiento es profundamente liberador.

Los otros nueve fueron liberados de su enfermedad, sí, pero se quedaron a mitad de camino. Podríamos decir que meramente fueron liberados de su enfermedad. No hubo ningún cambio en sus vidas. Buscaron un milagro y lo obtuvieron. Nada más. Las vidas de estos nueve hombres siguieron siendo tan chatas como antes.

Hoy en día esto es muy común. En muchas iglesias de busca el milagro. Cuando una persona es sanada, listo, ya terminó su relación con Dios. Es como los bomberos: cuando hay un incendio quiero que vengan y apaguen el fuego, pero luego que se vayan. Quiero que el médico me cure, pero luego que vuelva a su consultorio.

Pregunto, para pensar: ¿Qué buscamos nosotros cuando vamos a nuestras iglesias y templos?

El verdadero milagro es cuando permitimos que el Evangelio cambie y transforme nuestras vidas, de adentro hacia fuera.

Señor: “Transforma toda nuestra vida. Ayúdanos a ser agradecidos, a no dar simplemente todo por sentado. Gracias por tu paciencia para con nosotros.” Amén.

Sergio A. Schmidt, Temperley, Argentina.
breschischmidt@ciudad.com.ar

 


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