Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el 17° domingo después de Pentecostés
Texto según LET serie C: Lucas 15:1-10
26 de setiembre de 2004
por Edgar Moros-Ruano, El Escorial

(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


EL AMOR Y LA MISERICORDIA DE DIOS

    1. En el pasaje de Lucas que leemos para este domingo, nos encontramos con dos parábolas de Jesús, que tratan un tema muy similar y tienen un mensaje común: la misericordia y el amor de Dios por lo que se halla perdido. En la primera parábola dibuja Jesús lo que debía caracterizar a todo buen pastor: “¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las otras noventa y nueve en el campo y va en busca de la oveja perdida, hasta encontrarla?”. En la segunda aparece una mujer pobre que busca afanosamente una pequeña moneda que ha perdido, hasta encontrarla.
    2. Jesús no hacía discriminación de personas y hablaba con todas, ricas y poderosas o, pobres y menesterosas; líderes religiosos, así como pueblo llano y personas de mala fama. En nuestro pasaje de Lucas, Jesús estaba hablando con cobradores de impuestos para Roma y otras gentes de mala fama y, los fariseos y maestros de la ley vieron esto muy mal. Éstos sí discriminaban y juzgaban a Jesús por recibir a los “pecadores” y comer con ellos. Es en este contexto de choque de clases y estamentos sociales y religiosos, que Jesús narra las dos parábolas del pasaje.
    3. En la parábola del buen pastor, Jesús coloca la figura del pastor de ovejas y la identifica con el amor y la misericordia de Dios. Esto en sí aparecería como escandaloso a ojos de los críticos que acechaban a Jesús, ya que los pastores de ovejas eran ahora vistos como gente baja y de mala fama. En la parábola se resalta la preocupación y cuidado del pastor por sus ovejas y atención especial por una de estas que se ha perdido. A pesar del desprecio que pudieran sentir los fariseos y maestros de la ley por los pastores de ovejas, no cabe duda de que Jesús estaba hablando de realidades bien conocidas por todos lo que le oían. La crianza de ovejas era un buen negocio y tal vez entre los encumbrados que criticaban a Jesús habría algún dueño de rebaños. Entre los oyentes humildes, de mala fama, podría haber bastantes personas que conocían de primera mano la labor del pastoreo. Sin duda, cien ovejas serían un rebaño grande en la Palestina de los días de Jesús. Sin embargo, la pérdida de un solo animal sería asunto muy serio. Un buen pastor se esmeraría por rescatar a cualquier oveja que se extraviara y se perdiera.
    4. En la segunda parábola Jesús utiliza otra figura que sin duda era chocante para los encumbrados críticos: una mujer y, mujer pobre. Sin embargo, para los humildes y de mala fama que escuchaban también a Jesús, esta mujer podría identificarse con algún miembro de sus familias. Ella también representa la misericordia y el amor de Dios por lo que se halla perdido. En la historia, esta pobre mujer que tiene diez monedas de aparente escaso valor, diez dracmas, ha perdido una de estas moneditas. Aun cuando la dracma era una moneda de relativamente poco valor, sin embargo, las diez dracmas podían constituir la totalidad de los ahorros de una pobre mujer, de forma tal que, para ella tenía mucho valor una dracma. Por tanto, la pobre mujer enciende una lámpara—lo que nos indica que habría de vivir en una vivienda muy humilde y sin ventanas—y barre la casa y busca con afán hasta encontrar la moneda perdida.
    5. En las dos parábolas, Jesús está enfatizando el amor y la misericordia de Dios por los seres humanos perdidos en su pecado, en su vida de pobreza y abandono. Según todo el testimonio del Antiguo Testamento, “todos se han pervertido ¡Ya no hay quien haga lo bueno! ¡No hay ni siquiera uno!”.numerosos llos perversos que se burlan de los anhelos del humilde, pero el Señor protege al humilde. Aquí hay una conexión con aquellos considerados como gente de mala fama, que escuchaban a Jesús, semejantes a la oveja perdida o a la monedita insignificante, objeto de la misericordia del Señor. Los que se burlan y critican, como los fariseos y maestros de la ley del pasaje de Lucas, son igualmente pervertidos o pecadores, pero son hipócritas que se creen muy buenos y muy santos.
    6. Nosotros hoy en día no somos muy diferentes a las gentes del Antiguo Testamento o los oyentes de Jesús. También somos pecadores, ovejas perdidas y monedas extraviadas. Hoy, en la edad de la ciencia y la tecnología espacial, seguimos estando perdidos y sin rumbo, desesperadamente en búsqueda de sentido.
    7. Tengo delante de mi escritorio en casa, un precioso icono ortodoxo que adquirí en Rumania, de Jesús llevando sobre sus hombros a una pequeña y frágil ovejita. Hace dos días, en Antalya, Turquía, un profesor amigo que trabaja en Tadjikistán nos regaló a mi esposa y a mí una rústica figurita hecha en lana, representando a un pastor de aquellas regiones, llevando sobre sus hombros a una pequeña y débil ovejita y, así también, representando a Jesús, el Buen Pastor. Esta imagen de Jesús como el buen pastor ha llamado la atención de los cristianos de todas las épocas y latitudes. Jesús como el Buen Pastor simboliza la misericordia y amor tierno de Dios para con los seres humanos, débiles y pecadores, que somos todos nosotros. Para nosotros también es hoy el mensaje de Jesús. Dios nos ama y nos busca entrañablemente, tal como aquella pobre mujer buscaba su moneda perdida, tal como el buen pastor que busca su oveja perdida hasta encontrarla. Si abandonamos actitudes hipócritas y autosuficientes, como las de los fariseos y maestros de la ley, si reconocemos que somos pobres y no tenemos mérito alguno, permitiremos que Dios nos pueda encontrar, en Cristo Jesús, el Buen Pastor por excelencia. La alegría del buen pastor que ha encontrado a la oveja perdida y la alegría de la pobre mujer que ha encontrado su monedita perdida, alegría comunitaria y compartida con vecinos y vecinas, amigos y hermanos, representan la alegría enorme en el “cielo” y “entre los ángeles de Dios” por cada uno de nosotros que se arrepiente y se acoge al amor y la misericordia de Dios. Así ocurrió con Saulo de Tarso, aquel fariseo quien antiguamente ofendía a Cristo con sus palabras, le perseguía y le insultaba, como él mismo nos lo relata en numerosos pasajes. Dios tuvo misericordia de él y derramó abundantemente su gracia sobre él. Que así sea también en nuestras vidas y nuestras iglesias.
      AMÉN.

Edgar Moros
edgar.moros@centroseut.org

 


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