Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el 12° domingo después de Pentecostés
Texto según LET serie C: Lc 12: 32-40
22 de agosto de 2004
por Donna Laubach - Moros

(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


NO TEMAIS
Lucas 12:39,40 - “39 Pero sabed esto, que si supiese el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa. 40 Vosotros, pues, también estad preparados, porque la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá.”

Como llega el ladrón en la noche, la vida misma puede colocarnos en situaciones en las que nos encontramos al borde de la muerte, sin que nos demos cuenta de ello. En la primavera de 1997, tuve una emergencia de salud que llegó sobre mi como ladrón en la noche. Un día, mientras estaba sentada en la sala de mi casa, de repente sentí que se me dormía el lado izquierdo del cuerpo: la mano, el pie y la pierna. Tampoco podía pronunciar correctamente las palabras. Estaba en medio de una izquemia cerebral, y estuve a punto de quedarme sin vida. En seguida fuí llevada a una clínica de urgencias en Venezuela, y estuve en cuidados intensivos por una semana. Poco a poco, iba como saliendo de un sueño; miraba por la ventana de mi habitación. Mis ojos veian los Andes venezolanos, y las nieves en la cima de la cumbre del Pico Bolívar. Empecé a orar, utilizando el salmo 27: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿de quién podré tener miedo? El Señor defiende mi vida, ¿a quién habré de temer?” En este momento tan clave de mi vida, a medida que iba recuperando el habla y los pensamientos propios, tuve mucho tiempo para pensar sobre el significado de la vida. Y desde aquel entonces, mis ansiedades sobre el futuro y sobre el bienestar de mi familia y la iglesia se desvanecieron. Yo entendí que el Reino de Dios es un regalo de Dios, y me rodea en la presencia vital del Resucitado. La presencia de Jesucristo la he sentido siempre a mi lado, pero ésta vez, estuve rodeada por su presencia. En mi iglesia local, la Iglesia de la Resurrección en Mérida, Venezuela, oraban por mi salud, y me visitaron sin cesar durante días. Mis hijos vinieron desde diferentes lugares del mundo para visitarme. Mi marido, y colega pastor, me atendió con un amor cuidadoso, ayudándome a pensar, hablar y caminar. Fueron momentos de sentir mi propia vulnerabilidad, y de sentir mi dependencia total de los demás. Pero sobre todo, fue un momento que me sirvió para que yo pudiera poner en orden mis prioridades. De repente entendí no sólo lo que es la vida, sino la vida abundante. Aprendí a no tenerle miedo al futuro, y a vivir en la plenitud del presente, rodeada por la misericordia de Dios.

En el pasaje que tenemos, de Lucas, vemos como los cristianos de aquel entonces estaban perdiendo su visión de la vida, preocupándose hasta el punto de la ansiedad sobre su vida y su futuro. Hoy día, vivimos en medio de un ambiente posmoderno en el que aparentemente lo que nos mueve es el dinero, y más aún los medios económicos de producir el dinero. El mismo sistema económico es el que nos hace creer que el fundamento de una vida segura, es una economía segura. Sin embargo, lo que nuestra experiencia cristiana nos enseña, es que la actividad económica no nos asegura una vida abundante. Poco a poco, el “dios dinero” nos va vaciando la vida, especialmente a los más pobres entre nosotros. El sistema económico de hoy día no incluye, por ejemplo, a nuestros hermanos y hermanas del Sudán, no incluye a los que están padeciendo del SIDA, no incluye a la población civíl de Iraq quienes sufren las consecuencias de la guerra y la búsqueda del “dios petroleo”. Las multinacionales nos mueven hacia guerras preventivas, buscando la manera de hacer contratos para ganar más dinero, al costo de la muerte de millones de personas sobre la tierra. Pareciera que el mundo entero estuviera en una situación de “cuidados intensivos.”

Lucas 12:33, 34 – “33 Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye. 34 Porque donde está vuestro tesoro, allí está también vuestro corazón.”

Vamos a hablar sobre el tema dificil de nuestras “bolsas” (carteras, posesiones o bienes), como en el v.33, que se refiere más que cualquier otra cosa, al dinero, y sobre todo a las maneras de aumentar el dinero. El cristiano hoy día se encuentra en un dilema ético, que es el de buscar la manera en que todos tengan plenitud de vida – es decir, justicia económica para todos. A la vez, y en medio de toda esta busqueda y actividad económica, está la situación humana básica de sentir miedo o ansiedad al pensar sobre el significado de la vida, y el futuro. Pero esta ansiedad nos puede servir de indicación de donde están realmente nuestros corazones (v. 34) y nuestras prioridades. La vida no es simplemente tener abundancia de posesiones (Lucas 12:15). Sin embargo, nuestros corazones se desvían y hacen del dinero nuestro Dios, y de la economía nuestra religión. El miedo que sentimos es una señal de que no solamente nuestra vida física depende de la economía, sino que también hemos puesto nuestros “corazones” en una situación de dependencia de la misma. Al hablar del “corazón”, nos refimos a algo más que simplemente la existencia biológica. Nos referimos a nuestra existencia total, a todo nuestro ser. El peligro de mantener una fé que se centra en el dinero, es que la fe misma se ha definido como la posesión y abundancia de bienes. Entonces, estas cosas llegan a ser lo que determinan nuestras vidas y el futuro. Lucas 12:15 - “ Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de bienes que posee.”

Todos tenemos una gran carga – nuestro pecado de avaricia. Como seres humanos hemos llegado a la bancarrota. El texto de hoy nos llama a una confesión de fe que incluya una resistencia al dios del dinero. Nos llama a proclamar el Dios de la vida, y a resistir a los ídolos de la muerte. Tenemos que estar preparados para el juicio final. Tenemos que aclarar nuestra manera de vivir la fe, proponiendo una conversión radical, que nos lleve a dejar nuestras posesiones y a vivir simbólicamente en la “pobreza”, aunque es aquella pobreza la que nos lleva a la plenitud del reino.

En medio de las tinieblas históricas, escuchamos hoy las palabras de Jesucristo (Lucas 12:32): “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.” Podemos confiar que aunque seamos pocos los creyentes, el reino de Dios ya es una realidad para el mundo entero. Nos toca a nosotros demostrar que la fé y el estilo de vida de los cristianos van mano a mano – es decir, que no hay separación entre lo que hacemos con nuestros bienes y nuestra fe. Somos los creyentes en Jesucristo, quien nos ha traido la vida abundante quienes debemos demostrar esta realidad.

En las primeras comunidades cristianas, vemos que una persona creyente no debía ser una persona con muchas posesiones. Para las comunidades cristianas antiguas, la ética económica era la de regalar o de compartir con los demás, para el bien común. El tesoro en el cielo se encuentra en la misericoridia que mostramos con los demás. El dinero, la fé, y el estilo de vida de los cristianos son temas que debemos trabajar. No hay separación entre lo que hacemos con nuestros bienes y nuestra fe. Nuestros corazones y nuestras carteras van unidas en una vida cristiana comprometida con el reino de Dios. El compromiso cristiano en nuestros días requiere buscar una plenitud de vida para todos los habitantes de la tierra. ¿Cómo podemos nosotros buscar una manera de vivir la fé de tal manera que nuestras “carteras” muestren la justicia del reino? Se requiere una conversión de nosotros hacia un discipulado del camino que busque dar vida, y recibir el reino de Dios, que ya nos es dado en Jesucristo, nuestro Salvador. Que el Dios de la vida nos ayude a encontrar el verdadero propósito de la fe en Jesucristo, quien nos enseño a vivir en la misericordia. Él nos llama hoy a vivir el reino, y nos dice “no temaís...porque a vuestro Padre le ha complacido daros el reino.”

Donna Laubach Moros
revdonna39@yahoo.es

 


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