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Predicación para el 7 ° domingo después de Pentecostés, 18 de julio de 2004 (-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de) |
Que la gracia y paz de nuestro Señor Jesucristo, el que era, es y será siempre, esté con todos nosotros. En la actualidad muchas comunidades e iglesias, llamadas “históricas”, (Provenientes de la Reforma del siglo XVI y con una larga presencia en la Argentina), nos preguntamos por qué hemos dejado de crecer, y cuáles son las razones por las que más bien sufrimos pérdida de membresía. Los textos propuestos para los mensajes de los domingos anteriores, como Lucas 9, 51-62, confrontan a los cristianos a un llamado de seguimiento sin ambigüedades, una clara definición de identidad, personal y comunitaria, la cual implica las relaciones afectivas, económicas y sociales. Ahora, Jesús envía a sus discípulos al mundo para vivir de una manera nueva y anunciar el Evangelio del Reino de Dios con palabras y hechos. Es decir que invita a sus seguidores para llevar a cabo una misión sin fronteras de lugar, sin distinción de personas y sin límite de tiempo, con la meta, el objetivo, de la cosecha final. Dios interviene en forma salvadora en el mundo (Isaías 66), y el Reino que estamos invitados a anunciar es eficaz en misericordia, paz y alegría para quienes lo aceptan. Pero para quienes no lo aceptan significa las oportunidades irremediablemente perdidas para una vida con sentido. Pero, a pesar de ello Jesús no va solo. Él invitó a entrar en el Reino a otros. Felizmente, aún con sus fallas y limitaciones, muchos aceptaron. Y, sus nombres quedan registrados. El Señor siente simpatía de corazón por ellos, los tiene en cuenta y los considera aptos para enviarlos como sus testigos al mundo, así como él mismo fue enviado (cf. Juan. 20,21; Lucas 24, 44). Me parece que con el envío de los setenta no se trata sólo personas individuales, sino que toda la comunidad cristiana es misionera. Y, la comunidad cristiana que no asume el mandato y la tarea de misionera de vivir y anunciar el Evangelio entra en una agonía fatal. Por eso, además de enviar a sus amigos al mundo, entre los cuales nos encontramos nosotros, también nos ha dejado un programa y metodología de acción. Primero, echen una mirada a su alrededor y descubran toda la gente que necesita una ayuda concreta en forma de pan, de vestimenta, de medicamento; que espera acompañamiento y contención; una palabra de perdón, de ánimo, de consuelo, de esperanza. (cf. Mateo 25, 31-46) Miren a su alrededor y descubran cuanta gente ya está ocupándose y realizando servicios de amor solidario, generalmente de una manera sencilla y anónima. Observen y tomen conciencia que el campo de acción es enorme y que la gente dispuesta a dar un testimonio desinteresado es absolutamente insuficiente, sobre todo en nuestros barrios marginales. Segundo, es sorprendente que la oración ocupa un lugar casi central en este programa. Finalmente también me parece admirable y todavía vigente la metodología misionera que Jesús enseña. El hecho de enviar a sus discípulos de dos en dos debe ser evaluado como de enorme importancia. Pues también los obreros en el actual campo de acción evangelizadora y diacónica necesitan del apoyo mutuo, la contención y la animación recíproca en la circunstancias difíciles que tienen que afrontar. La recomendación de no llevar más que lo puesto, de mantenerse liviano y disponible, es sin dudas un aspecto que no podemos dejar fácilmente de lado cuando de nuestros actuales proyectos evangelizadores se trata. Pues, nos confronta con la pregunta ¿ en quién confiamos? En los valores del Reino de Dios? ¿En los valores de seguridad que nos ofrece nuestro mundo? La recomendación de no llevar...también debe hacernos pensar si nuestros templos, edificios e instalaciones eclesiásticas, que tanto tiempo, dedicación y energías de tantas personas llevan son una ayuda para nuestra misión o una pesada carga que más bien dificulta o hasta impide un testimonio por el cual nuestra oración de alabanza sea una expresión de agradecimiento alegre por la tarea realizada. Jesús es tremendamente realista y no nos vende espejitos de colores. Él no garantiza el éxito la misión en su nombre. Se puede fracasar en el intento. Pero sí nos garantiza su presencia en medio de dos o tres que estén bien dispuestos de hacer la opción de mantenerse abierto para recibir sus bendiciones. Nos garantiza también podremos contar siempre de nuevo con el poder de su Espíritu Santo para volver a empezar y por atracción convertirnos en bendición para otros. Me parece que el himno Nº 260, 1-4 del himnario “Culto Cristiano”, Editorial Metopress, Bs. As. 1976), es una buena síntesis para nuestro mensaje de hoy:
Pastor Rodolfo Roberto Reinich, Buenos Aires |
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