Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach

Predicación para el 3º domingo después de Pentecostés, 20 de Junio de 2004.
Texto según LET serie C: Evangelio según San Lucas 7, 11-17, Rodolfo R. Reinich

(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


(Lecturas sugeridas: 2. Reyes 4, 17-24; Gálatas 1, 11-19)

¡Gracia y paz de parte de nuestro Señor Jesucristo, el que era, es y será siempre!

Hermanas, hermanos

Todos respiramos aliviados cuando después de una semana de tensas negociaciones y el pago de un fuerte rescate Cristian fue liberado por sus captores. Pudimos ver las imágenes y el mezclado estallido de emocionadas lágrimas, aplausos, gritos y risas contenidas; todas las formas de expresiones de la profunda alegría, júbilo y agradecimiento de los padres, familiares, amigos, vecinos, miles de personas simplemente solidarias, unidas y esperanzadas en la vida.

Pero por otra parte son muchos los forman parte del cortejo de la muerte. Porque casi simultáneamente vemos aterrorizados e indignados como el gatillo fácil de un policía cercena en forma irreversible irremediablemente la vida de ante la vista de sus amigos, de Lisandro, el joven que ya no puede ser devuelto con vida al seno de su familia.

Así participamos horrorizados e impotentes del cortejo fúnebre en el camino no querido de muchas familias argentinas, (de Irak y otras partes del mundo), hacia un final sin retorno.

Los cortejos de la muerte tienen infinidad de rostros en nuestra realidad actual, imposibles de describir en toda su dimensión en un espacio como este.

Pero, tienen la forma de quienes eligen integrar bandas mafiosas, - la mayoría de ellas de “guante blanco”, también integradas por miembros de las fuerzas de seguridad, de la política o de la economía de nuestros países, con poderosas redes con conexiones internacionales, capaces incluso de “estirar drogas” con vidrio molido para que el exterminio de jóvenes en los barrios marginales sea irreversible ó de fusilándolos a quemarropa cuando no consiguen las recompensas exigidas. .

Tienen la forma de quienes son parte de la maquinaria de guerra que, con los métodos más aberrantes, no tiene escrúpulos de avasallar impunemente a pueblos enteros sembrando indiscriminadamente destrucción, sufrimiento y muerte a miles de personas inocentes, entre ellos niños y ancianos, apoderándose de los recursos naturales de dichos pueblos y sumiendo en la miseria a la mayoría de su población.

Tienen la forma de quienes no encuentran la manera de sustentar dignamente a sus familias y no tienen otra posibilidad que ver caer en la marginalidad a sus hijos porque no pueden acceder a una educación acorde a las exigencias del mundo competitivo que les toca vivir.

Tienen la forma de los padres que no cuentan con otra alternativa que ver cómo sus niños y ancianos mueren por desnutrición, por falta de medicamentos o de la atención hospitalaria necesaria.

El Evangelio de hoy también nos presenta dos grupos de personas en camino, el cortejo de la muerte y la caravana de la vida.

Nos muestra cómo Jesús también está al mismo tiempo en camino recorriendo nuestro mundo.

El va al encuentro, se enfrenta y ve la situación de sufrimiento de la gente en el cortejo llevando a enterrar fuera de la ciudad al joven, único hijo de madre viuda, ya sin esperanza de que alguien pudiera revertir esa dramática y dolorosa situación.

Las mujeres son solidarizan, también hoy, y refuerzan la queja de la madre. Los hombres asumen la tarea práctica de sacar cuanto antes a la víctima. Taparlos y volverlos invisibles – como ha sido el objetivo de muchos haciendo desaparecer a las victimas del terrorismo de estado, hijos y nietos de las madres y abuelas de Plaza de Mayo, en nuestro país, - supuestamente como una acción para que los vivos puedan seguir viviendo un tiempo más con la conciencia tranquila como si nada hubiese pasado o estuviera pasando- , hasta que le toque el turno al próximo en ser llevado y enterrado al margen de la ciudad.

Pero aparte de lo que pudo haber significado para ese grupo de personas a la puerta del pueblito de Naín, el Evangelio en realidad nos muestra el programa de gobierno y anuncio profético de lo que Jesús quiere y puede traer a todas las personas del mundo.
Y, aunque ya nadie esperaba, ni espera nada de él, y sin que alguien se lo pida Jesús se detiene por amor a las personas que sufren y hace algo decisivo, porque no quiere que sigan sufriendo.

Lo que Jesús hizo entonces por la viuda al acercarse con misericordia al féretro, lo sigue haciendo también ahora por todos los que nacen y deben morir: Llama al Joven y le dice “a ti te digo: ¡Levántate!” (14).

Él nos llama a la vida, y sigue diciendo: “… yo he venido para tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” (Juan 10,10).

En su caravana a favor de la vida Jesús está rodeado y representado por personas que tienen comunión con él e hicieron y siguen haciendo actualmente la misma opción que él. Pues, donde él está presente nos pone en camino en dirección de las personas que sufren en nuestro entorno.

Él ya nos expresó su llamado a la comunión con él y a la vida en el momento nuestro bautismo. Este llamado se actualiza cada vez que escuchamos su Palabra que nos hace renacer a una esperanza viva (Cf. 1. Pedro 1).

Así, el hecho de pertenecer y seguir perteneciendo a la comunidad cristiana, es decir a la caravana de Jesús a favor de la vida plena para todos, nos debe llevar una y mil veces a pedir perdón por nuestras opciones equivocadas.

Sabemos que este es uno de los pasos más difíciles, pero absolutamente indispensables para que el amor y la verdad se den cita y la paz y la justicia se besen como dice el salmista (Salmo 85). Para que se haga realidad una convivencia donde el desarrollo de la vida abundante sea accesible a todos.
El perdón es indispensable cuando insistimos en pasar de largo, cuando sostenemos que lo que pasa en nuestros países no es asunto nuestro; cuando por todos los medios defendemos nuestro interés frío y calculado, sin medir las consecuencias funestas para los demás. (¡Siempre me llena de indignación cuando escucho que los militares de las dictaduras militares en Chile y Argentina, que se confiesan occidentales y cristianas, dicen que ellos no tienen nada de qué arrepentirse y por lo tanto tampoco una razón por la cual pedir perdón!)

Experimentamos entonces que en nuestro mundo actual sigue existiendo esa tensión que nos muestra el Evangelio, entre nuestra realidad y la que Dios nos propone como forma de vida.

Pero Jesús, el Dios con nosotros, sigue recorriendo el mundo y nos convoca a formar parte de su caravana en favor de la vida.

Porque Él no solamente es el maestro que recorre los caminos enseñando, sino que eligió estar entre “los perdedores de este mundo”, confiando en la Palabra del Padre.

Porque él es el Señor de la vida y de la muerte Jesús transforma nuestra situación de sufrimiento en esperanza.

Porque Él no quiere hacerlo solo, nos invita a optar como él lo hizo.

Entonces cuando por ejemplo celebramos la eucaristía, la comunión en nuestros cultos debemos preguntarnos: ¿será éste sólo un signo exterior de que queremos compartir las actitudes de nuestro Señor, sin pensar acerca de la manera concreta que se manifestará en nuestra vida diaria?
Debemos preguntarnos si a partir de la comunión qué El nos ofrece como Señor soberano y ante la posibilidad que nos regala para ser sus testigos: ¿podremos nosotros quedarnos callados y pasivos frente a los poderes de la muerte en nuestra realidad actual? ¿Podremos manipular la voluntad de Dios conforme a cómo nos convenga? ¿Podremos tener miedo de ensuciarnos las manos cuando somos desafiados a luchar por la verdad y la justicia en nuestro entorno?

Frente al milagro de la transformación de la situación, la gente a la puerta de aquella ciudad recupera su capacidad de alabar a Dios y de hablar con coraje de su amor.

Nosotros, que también debemos optar permanentemente frente a los desafíos y las ideologías que se nos presentan, debemos orientarnos en los criterios que nos ofrece la Palabra de Dios.
En este sentido pensé en una actualización de la antigua oración de Francisco de Asis, que me parece mostrarnos un programa de actitudes de vida para los cristianos, y plan de acción todavía vigente para nuestra actualidad (en cualquier parte del mundo).

Para mí es una oración que deberíamos tener en cuenta diariamente y tratar de aplicarla concretamente en forma comunitaria, pidiendo humildemente:
Que el Señor convierta a cada uno de nosotros en instrumentos de su paz.
para que en lugar odio pongamos el amor y en lugar de ofensas el perdón.
para que allí donde haya discordia contribuyamos a la unión.
para que donde se cometan errores, y se los quiera mantener impunes, defendamos la verdad.
para mantengamos la fe y la confianza donde quieran ganar espacio la duda y la desconfianza;
para que en lugar de la desesperación aportemos una perspectiva abierta, es decir la esperanza;
para que en lugar de tinieblas, confusión y despiste, pongamos luz, claridad, esclarecimiento;
para que en lugar de tristeza, stress y depresión, aportemos caminos de solución con optimismo y alegría.
Que tomemos conciencia y oremos diciendo:
Oh Maestro, que busquemos
no tanto ser consolados, como consolar;
no tanto ser comprendidos, como comprender a los demás;
no tanto ser amados como amar;
Porque:
dando se recibe;
perdonando se alcanza el perdón;
muriendo se resucita a la vida eterna.
Que así sea. Amén

Rodolfo R. Reinich, pastor en Buenos Aires
reinich@ciudad.com.ar


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