Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach, Redaktion: R. Schmidt-Rost

Predicación para el 2° Domingo de Pentecostés, 13 de junio de 2004
Texto según LET serie C: Lucas 7: 1 - 10
por Sergio Schmidt, Temperley, Argentinia

(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Título: Fe: teoría y práctica

Gracia y paz sean con ustedes de parte de Dios, nuestro padre, y del Señor Jesucristo. Amén

Apreciados hermanos y hermanas:

Hay una historia que cuenta que una perdicita tenía su nido en el medio de un campo, escondido entre los altos yuyales. La perdicita era madre de tres pichoncitos. El más chiquitito llega muy apurado y le dice. “¡Mamá, nos tenemos que ir!”

La mamá le dice: -“¿por qué?”

-“Porque escuché que el dueño del campo le dijo a su hijo mayor que venga con la máquina y corte todo el pasto de este campo y el hijo le dicho: ‘si ya voy papá’.”

La mamá perdiz piensa unos instantes y le dice: -“No hijo, no te preocupes, no hay peligro”. Y así fue, por un tiempo tuvieron paz.

Al tiempo viene otra vez el hijo de la perdiz con el mismo mensaje pero, esta vez el dueño del campo le había pedido al hijo mayor que cortara los yuyos del campo. Y este también le había dicho, “sin falta iré hoy”. Y, otra vez, la mamá perdiz le respondió, -“no hijito, no te preocupes, no hay de que preocuparse” Y, tal como la perdicita lo anunció, tuvieron paz por un tiempo.

La tercera vez vino el hijo pero con un mensaje diferente: -“¡Mamá ahora el dueño del campo dice que mañana él mismo vendrá a cortar el pasto con el tractor!” Esta vez la mamá le dice. -“Hijito, ahora si tendremos que mudarnos”

La perdicita era muy inteligente. Conocía bastante bien a los hijos del dueño del campo. Tal vez, aplicaba para ellos el dicho que dice: “Del dicho al hecho, ponle tu que hay mucho trecho.” Bien sabía la perdiz lo que valía la palabra de los hijos del dueño. Algo así le pasaba a Jesús.

Jesús recorría ciudades y aldeas. Mucha gente le seguía. Muchos eran los que decían tener fe pero lamentablemente no pasaba de las palabras. Como es siempre en la vida, no todo es negativo y malo. Jesús se sorprende, un capitán romano no sólo cree en Él sino que en todo Israel no había encontrado tanta fe como la suya. ¿Este hombre tenía más fe que incluso los propios discípulos? Por las palabras de Jesús, parecería que sí.

Pero, ¿que pasa en el texto? Este hombre era extranjero, ¡y capitán romano! ¡Nada menos! Era realmente un hombre muy extraño. No por el hecho que había puesto su propio dinero a disposición para la construcción de una sinagoga en Capernaún. Lo realmente extraño es que los propios judíos hubieran aceptado esto de él, un militar romano. Hasta los propios judíos hablan bien de él ante Jesús. ¡Toda una excepción! Esta aceptación por parte de los judíos, por si sólo habla muy bien de este capitán romano.

Pongámonos unos instantes en el lugar de este hombre. Este militar romano, no sólo era una buena persona, también conocía la forma de ser y los prejuicios que existían. Por eso no se atreve a dirigirse a Jesús directamente. ¿Cómo él, un militar romano iba a hablar con Jesús? ¿Respondería Jesús a su pedido? ¿Tendría Jesús los mismos prejuicios y prejuicios que sus compatriotas? ¿Aceptará Jesús ir a la casa de un pagano? ¿Querrá Jesús mancharse con los paganos, tal como lo era él? Por eso envía a los judíos para que hablen con Jesús.

Cuando Jesús está de camino a su casa, el mismo le sale al encuentro y le dice que no es necesario que entre a su casa. Muchos de los enfermos esperaban, o más bien exigían ser tocados por Jesús. Tal vez porque veían a Jesús como el poseedor de un poder al estilo de los curanderos.

Este hombre entiende que Jesús no es ningún curandero, sino que Dios mismo actúa en Él, es como si le dijera: “maestro, tu palabra basta” “No son importantes las distancias para ti” ¡”ni las diferencias!”

En verdad este hombre tenía una gran fe. Por eso las palabras de Jesús. Vemos en esta historia cual es la fe que realmente hace a la diferencia. No es la fe de la grandilocuencia, de los grandes discursos. Es la fe que tiene su correlato en la práctica. Este hombre no sólo tenía una gran fe. También con sus hechos lo demostraba. Podemos ver algunos elementos.

1º) Este hombre se preocupa por su esclavo. Para la mayoría de los señores y amos romanos, los esclavos eran meramente una herramienta viviente, sin derechos. Su actitud era muy diferente al los demás. El apreciaba mucho al esclavo enfermo y se toma muchas molestias para que él recupere su salud. La fe lo movió a esto.

2º) Los judíos despreciaban a los gentiles, por eso ellos los odiaban. Este hombre apreciaba a los judíos y los judíos a él. Realmente es un hecho sorprendente, es la fe que vence las distancias y las diferencias, tal como lo vemos en Jesús.

3º) Es sorprendente también que este hombre, acostumbrado a mandar, tuviera una gran humildad. Ni siquiera se atrevió a acercarse directamente a Jesús. Este hombre era una persona que reconocía la grandeza de Jesús. Es el reconocimiento que viene de la fe.

4º) Por sobre todas las cosas, este hombre era una persona de fe. Sus palabras al dirigirse a Jesús revelan su pensamiento interno: “Jesús, yo sé que tu puedes hacer esto”.

Creo que esto nos muestra por dónde pasa la verdadera fe, es la fe que vence las diferencias y las distancias, es la fe que me mueve a la preocupación por el bienestar de los demás desinteresadamente. Es la fe que pone toda su confianza en Jesucristo y, con humildad, pone su vida y la de los demás en las manos de este Dios que sabe y que puede.

En fin de cuentas, es la fe que puede traducirse en confianza.

¿Cómo anda nuestra fe?

Sergio A. Schmidt,
Temperley, Argentina.
breschischmidt@ciudad.com.ar


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