Göttinger Predigten im Internet
hg. von U. Nembach, Redaktion: R. Schmidt-Rost

Predicación para el 1° domingo de cuaresma, 29. 2. 2004
Texto según LET serie C: Romanos 10: 8ª - 13
por Sergio Schmidt, Temperley, Argentinia

(-> A las predicaciones actuales: www.predigten.uni-goettingen.de)


Gracia y paz sean con ustedes de parte de Dios, nuestro padre, y del Señor Jesucristo. Amén

Apreciadas/os hermanas/os:

Hoy es el primer domingo de cuaresma. Cuaresma viene de la palabra cuarenta. Cuaresma son cuarenta días de preparación para la pascua de resurrección de Jesucristo. Son cuarenta días “hábiles para el ayuno”, o sea no incluyen los domingos. Todos sabemos que la última semana de cuaresma es la llamada Semana Santa que comienza con el domingo de Ramos, dónde recordamos la entrada de Jesús en Jerusalén. En Jueves Santo Jesús instituye la Santa Cena. En Viernes Santo recordamos su muerte en la cruz y en Domingo de Pascua celebramos que Jesucristo resucitó de entre los muertos. Todos ya sabemos esto. Pero entonces: ¿para que la preparación? ¿No sabemos ya todas estas historias harto de memoria?

Lo cierto es que necesitamos de este tiempo de preparación y de meditación. Lo necesitamos porque cuaresma nos ayuda a adentrarnos a lo que es el corazón de la fe: la muerte de Jesús en la cruz y su resurrección.

Creo que el tiempo de cuaresma se parece a como hacemos en casa: todos los días limpiamos, sin excepción, pero cuando invitamos a alguien que venga a nuestro hogar, aunque siempre limpiamos, en preparación para ese día, hacemos una limpieza especial y más profunda. Justamente lo hacemos porque nos importa y nos interesa la persona que viene a nuestra casa.

El texto de Romanos nos ayuda a meditar acerca de esta preparación que hacemos en cuaresma. Podemos marcar tres puntos que nos ayudan a ello.

En primer lugar, debemos prepararnos con fe. Es interesante, Pablo dice: “Si con tu boca reconoces a Jesús como el Señor y con tu corazón crees que Dios lo resucitó, alcanzas la salvación” . ¿Qué es esto? Pablo nos está hablando sobre el doble aspecto que tiene nuestra fe. Nuestra fe tiene un doble aspecto. Por un lado, externamente la fe cristiana proclama el Señorío de Jesucristo: este hombre Jesús es Dios. Por otro lado, internamente, la fe nos da, en nuestro corazón, una profunda adhesión al mensaje del Evangelio. Es decir, para la Iglesia, la fe no solamente es hablar y proclamar, también es tener la certeza y el convencimiento que lo que decimos es cierto. La fe es nuestra respuesta al llamado que Dios nos hace.

Recuerdo que mientras estaba en la Facultad de Teología tenía un amigo que decía: “yo tengo fe, a mi me gusta creer que Dios existe”. Lamentablemente esto no es fe. Tener fe en Jesucristo no significa repetir las cosas mil veces hasta que al final lo puedo aceptar. La fe es la certeza en nuestro interior que lo que proclamamos, no es lo que me gusta creer, o menos aún, lo que necesito creer, sino que como lo dice la epístola a los Hebreos 11:1 “Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos”.

En segundo lugar debemos meditar y reflexionar sobre el contenido de nuestra fe. ¿Para qué acontecimiento nos preparamos en cuaresma? Esto no quiere ser una sutileza más. Esto está ínfimamente ligado con nuestra idea de Dios y de Jesucristo. ¿A quién esperamos que venga?

Un ejemplo de una mala interpretación de lo que es la fe en Jesucristo sería pensar que le hacemos un favor a Él al tenerle fe. Recuerdo a una señora que siempre hablaba de Jesús como “mi Jesucito”. Y claro, esta señora tenía un crucifijo: allí estaba Jesús, lleno de sangre y sudor, con los clavos, la corona de espinas, el tremendo dolor en las manos y los pies, la espalda deshecha por los azotes previos a la cruz, claro, como no creer en este Jesús, “pobrecito” mirá como está! ¿Cómo no creer en él? Hay que ser un desalmado para no tenerle fe. ¿Este es el Jesús que esperamos? ¿Para qué nos preparamos en cuaresma?

Pablo es muy claro: “Si con tu corazón crees que Dios lo resucitó, alcanzas la salvación. El centro de la fe no es el Jesús sufriendo, clavado en la cruz. El centro de la predicación cristiana, por así decirlo, no es el viernes santo, sino la Pascua. No seguimos a un “Jesús pobrecito” Seguimos al Jesús resucitado, al Jesús de la victoria, del Jesús que ha vencido a la muerte, al pecado y a la maldad. En cuaresmas nos preparamos para celebrar la victoria de Jesucristo. No puedo separar el viernes santo del domingo de pascua: son dos caras de una misma moneda.

En tercer lugar, Cuaresma es el tiempo para prepararme espiritualmente para volver a escuchar que el Jesucristo que vive y que reina, sabe lo que es ser un ser humano; Dios sabe lo que es tener limitaciones, lo que es llorar, sufrir, tener miedo, etc. Esto es muy importante. No hay ningún sufrimiento terrenal que podemos decir que Jesús no conozca. Sufrió dolor físico y psicológico, más que cualquiera de nosotros, así nosotros nunca podemos sentirnos solos en nuestros sufrimientos: Jesús siempre puede entendernos y acompañarnos. Dios lo sabe porque se hizo hombre. Por eso puedo tener la certeza que el me comprende perfectamente. Por eso, en cuaresma me preparo para recibir, no al Jesús pobrecito, sino al Señor de la victoria. Hoy no sigo al Jesús que vivió, sino AL QUE VIVE hoy con nosotros y camina con al lado nuestro.

Por esto, en última instancia, en cuaresma nos preparamos, no para recibir a Dios como un Juez que me condena, sino nos preparamos para recibir a un Dios que nos ama. Resulta esto por demás de sabido, casi podríamos decir, trillado, pero, aún con todo necesitamos escucharlo: no es nuestro esfuerzo lo que trae la salvación, ya está hecho: para esto vino Jesucristo.

Que Dios nos dé su santo Espíritu para que este tiempo de cuaresma sea el tiempo para encontrarnos más y mejor con nuestro Señor Resucitado.

Amén

Sergio Schmidt, pastor
breschischmidt@ciudad.com.ar

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