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hg. von U. Nembach, Redaktion: R. Schmidt-Rost

Predicación para el 1 domingo después de Epifanía
Texto según LET serie C: Lc 3: 15-17. 21-22
por Rodolfo Roberto Reinich, Buenos Aires

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Gracia y paz sean con ustedes de parte de Dios, nuestro padre, y del Señor Jesucristo. Amén

“¡Síganme! ¡No los voy a defraudar!”, fue el lema de la campaña electoral de un conocido político, que tenía la soberbia de considerarse así mismo el Mesías, salvador de nuestro país en una situación difícil.

Sin embargo, después de una década, caracterizada por un estilo de vida frívola de los dirigentes y por decisiones políticas, económicas y sociales que defraudaron a muchos en sus expectativas de vida. Se produjo una polarización entre la acumulación vergonzosa de riqueza, por un lado, y la extrema indigencia, por el otro. Surgieron como dice una canción : “palacios y ranchos”. ¡Pocos palacios, muchísimos ranchos!

Los pretendidos “salvadores” terminaron en el ridículo, dejando casi la mitad de la población por debajo del nivel pobreza y a todo el pueblo sumido en el más cruel estado de corrupción e impunidad.

La situación de la época que nos relata el Evangelio también planteaba fuertemente la pregunta acerca de la venida del Mesías liberador y salvador.

Pero en ese caso, me parece que precisamente fue el estilo de vida sencillo y la predicación de Juan llamando volver a Dios, lo que provocaba dicha búsqueda como un desafío auténtico a todos.

Juan quiere ser consecuente con su proclamación. Debe tomar una posición clara, y la toma.

Comienza por no aceptar un título que no le corresponde.

Mi única función, mi tarea es la de señalar hacia alguien que vendrá después de mí, que es más fuerte y más poderoso. En realidad, yo no le llego a los tobillos, ni siquiera soy digno de la esclava tarea de atarle los cordones de su calzado. Soy una persona transitoria. En todo caso alguien que sólo prepara el camino para el que viene. El “que los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego.” (V. 16)

Pero, a pesar que Juan se ubica en el lugar del humilde precursor, no deja de ser, sin embargo, una persona importante en la historia de Dios con nosotros.

Más que preparar el camino, Juan mismo se pone en marcha, corre el riesgo de perder su propia vida, llama al cambio en la manera de pensar, exhorta poner en práctica una manera de vivir éticamente diferente. Pues, para él dar frutos significa compartir las propiedades. No enriquecerse ilícitamente a costa de otros y dejarlos en la miseria. (Como por ejemplo con intereses usureros sobre las deudas eternas)

Juan se considera apenas un cartel indicador hacia el verdadero Mesías, el “hijo del hombre, que será también el justo juez de todas las naciones”, el que “trae el aventador en la mano, para limpiar el trigo y separarlo de la paja” (V. 17).

El quiere que también nosotros, los oyentes actuales, tengamos conciencia y esperemos al Cristo, que vendrá y evaluará nuestra manera de vivir y actuar, el que “guardará el trigo en su granero, pero quemará la paja...” (v. 17).

Pero, antes que Herodes, el poderoso representante del imperio dominante, le tapara la boca al precursor del verdadero Mesías, Juan alcanza a decirle lo más grandioso al pueblo. Pues, además de proclamar la venida del juez justo,”anunciaba la buena noticia a la gente” (v. 18): Por medio del que viene después de mí “todo el mundo verá la salvación que Dios envía.” (V. 6)

El bautista también fue importante, porque, -como dice el teólogo argentino, Néstor O. Míguez-, el mimo “Jesús se acercó a Juan con el resto de la gente y oraba mientras fue bautizado...

Dios toma el bautismo de Jesús y lo transforma en un símbolo de su amor…una respuesta única, dada en Cristo a las necesidades de una humanidad a la que no le alcanza con arrepentirse y querer empezar de nuevo, sino que necesita de la presencia del Hijo de Dios que asume su pecado para redimirlo, se hace verdad y camino, se hace presencia y luz.

Ahora somos llamados por ese mismo bautismo. Se nos ofrece el mismo Espíritu, se nos convoca a esa misma relación de ser hijos e hijas de Dios. Y si aprendemos a escuchar en las Escrituras, si dejamos que la voz de Dios nos venga al corazón, si confiamos en ese espíritu que nos rodea, también recibiremos las palabras que cambian la vida, que comprometen y sostienen, que dan aliento y consuelo, que nos llenan de fuerza: Tú eres mi hijo amado, mi hija amada, a quien he elegido” (Lecturas Diarias 2004)

Entonces cuando la situación y el por temor por el rumbo de los acontecimientos futuros en el mundo y el anuncio del juicio de Dios provoquen grandes preocupaciones en nosotros, los oyentes actuales de la Palabra, no necesitamos apoyarnos en falsas seguridades o en la comodidad indiferente V. 7-9). Podremos apoyarnos en esa condición de hijos e hijas y en la promesa de que EL MÁS GRANDE, Jesucristo, nos dará el Espíritu Santo y nos acompaña en el camino para dar testimonio consecuente con palabras y hechos. Amén.

Rodolfo Roberto Reinich,
Pastor en la Parroquia Olivos de la Congregación Evangélica Alemana Buenos Aires.
E-Mail: reinich@ciudad.com.ar

 

 

 


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